EL PAíS › OPINIóN

Cuenta regresiva

 Por Mario Wainfeld

La expresión “dead line” es foránea, excesiva, con un tinte cruel. Usémosla por una vez o digamos que empezó la cuenta regresiva, a gusto de quien lee.

En la Nación y en Buenos Aires coinciden los cierres de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO): la semana que viene deben presentarse partidos y coaliciones, el 20 de junio las listas completas de candidatos. Hablamos, amén de las fórmulas para la presidencia, las de diputados nacionales por las 24 provincias, senadores por ocho. Los legisladores para el Parlasur. Una turba de aspirantes en “la provincia” para la Legislatura, las intendencias, los Concejos Deliberantes, amén de los que van por la gobernación.

Son, literalmente, centenares de casilleros para los que hay millares de postulantes. La imagen corporal predominante o la autoestima son elevadas cuando no desmesuradas. Son pocos los que piden menos de lo que recibirán... si llegara a haberlos.

Para armar esa trama hacen falta paciencia, muñeca, hectolitros de saliva, mate o café. Hay que acordar, disuadir, “bajar precios”, regatear, seducir, lanzar improbables promesas diferidas a futuro. Hay que ordenar las listas tomando en cuenta el cupo femenino. En este estadio de la civilización son imprescindibles un Excel y buenos operadores. El Excel se consigue en cualquier negocio de informática. Los operadores de primera son más raros: una estirpe política que, como los osos panda, conserva enorme valor y propende a extinguirse.

Toma y daca, trenzas, pulseadas, recorren todo el espinel político. Una moralina falaz los descalifica: es injusto porque son fundamentales.

Este cronista quisiera poder metamorfosearse en mosca (con garantía de regreso a su condición original) para presenciar cómo se teje en distintos partidos. Nadie se priva y lo bien que hacen.

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Como un DT en mal momento: El diputado Sergio Massa es el más embretado entre los presidenciables que rayaban alto hace un año o seis meses atrás. La fuga de intendentes, las encuestas (amañadas o no) en la que tantos protagonistas creen, la sensación térmica le juegan en contra. Su jornada, asociación libre, evoca la de los DT de fútbol cuyo equipo atraviesa una mala racha. A ellos le preguntan cuándo renunciará o si esperará un resultado milagroso. El menú para el Frente Renovador (FR) es, tenuemente, más variado. Hay quien inquiere si Massa depondrá su ambición presidencial, si irá por la gobernación bonaerense. En tal caso, si será con sus colores o aliado con el Jefe de Gobierno Mauricio Macri.

Otros creativos indagan si el gobernador José Manuel de la Sota será el presidenciable de UNA, merced a un oportuno pasó atrás de “Sergio”. Otros especulan con que será el cordobés quien se retire de una interna en la asoma como perdedor. No es gran negocio salir segundo lejos en una PASO de dos, achicada por añadidura.

Los interesados, hasta el cierre de esta nota, niegan todo. Los interrogantes no son (sólo) ansia de periodistas que “buscan un título”. También reclamos del crecientemente nervioso “Círculo Rojo” o planteos surgidos de la fuerza propia, que necesita convalidaciones o mini certezas.

Para darse ínfulas, el tigrense Massa se comparó con Rocky que cobraba de lo lindo pero terminaba ganando. Por ahí no fue feliz la imagen cuando Francisco de Narváez anduvo haciendo alarde de matonismo. El diputado con ansia de ser gobernador mostró su idiosincrasia. Los medios dominantes optaron por el encubrimiento apenas disimulado. La diputada Elisa Carrió siempre es capaz de innovar en materia comunicacional: defendió al “Colorado” ante la mirada atónita del periodista Joaquín Morales Solá. Comparó la golpiza premeditada llevada a cabo con un patovica de refuerzo, la pateadura en el suelo a un desmayado y las amenazas a tres mujeres indefensas con el bife que le propinó Graciela Camaño a Carlos Kunkel. No es lo mismo una reacción arrebatada, limitada y de cuerpo presente con el derroche de violencia que desnudó la idiosincrasia de De Narváez. “Joaquín” intentó despegarse, sin entusiasmo.

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Incógnitas a despejar: La convocatoria de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner al “baño de humildad” causó efectos visibles. Para más de cuatro fue renunciar a lo imposible o muy improbable. De cualquier modo, quedan varias incógnitas a despejar en el Frente para la Victoria (FpV), empezando por una virtual candidatura de Cristina. La decisión es personal y está encriptada: puede ser una de las claves de la elección.

No hay en cambio titubeos respecto de las listas para diputados y senadores nacionales. Ahí “Olivos” aspira a colocar mujeres y hombres bien del palo, con una participación alta pero no exclusiva de “La Cámpora”.

Es pura racionalidad instrumental, acunada en experiencias cercanas. La memoria es a menudo frágil, no todos recuerdan que la sangría sufrida por el FpV en 2008 y 2009 fue mucho mayor que la sucedida en 2013, un rasguño en comparación. El entonces titular del bloque de diputados kirchneristas, Agustín Rossi conoce esas cuentas al dedillo. Cristina no le va en zaga.

Una de las claves para explicar por qué se amesetó Massa después de su victoria en las urnas fue que el FpV se arregló para conservar primera minoría en Diputados y en Senadores. Con eso, aliados fieles y destreza para armar mayorías contingentes dominó el Congreso durante dos años.

El escenario futuro bien puede repetir el cuadro en ambas cámaras, seguramente con alguna merma en Diputados, donde el FpV renueva las bancas ganadas en el próspero 2011. En senadores la labor luce más sencilla: son menos bancas a defender porque se renueva un tercio del cuerpo versus la mitad en la Cámara Baja. Además, los senadores a renovar son los entrados en 2009, en temporada de sequía electoral.

Ser la fuerza más numerosa, unida y organizada es un objetivo interesante, casi vedado a la oposición. Desde luego, la contradicción principal es revalidar la presidencia pero todo suma.

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Fórmulas y alquimias: El radicalismo anunció su fórmula para presidente y vice, sumando al economista Lucas Llach para acompañar al senador Ernesto Sanz. La unción es extraña y sorprende que los correligionarios no hayan dicho ni pío. A ojímetro, una traducción sería que hay pocas esperanzas de ganar, aunque nada definitivo puede decirse antes del escrutinio.

Los otros partidos o ententes con mayores ambiciones siguen sin resolverlo. El ministro Florencio Randazzo prometió hacer lo que la Presidenta le ordene. El gobernador Daniel Scioli no dijo tanto pero haría lo mismo si le llegara un mensaje desde Olivos o la Rosada. Es un enigma, a hoy, que resolverá Cristina. Y es una duda interesante si le conviene mover ficha o dejar que los propios candidatos se esmeren en complacerla, asumiendo los costos futuros de eventuales errores.

Macri da la impresión de estar resuelto a proponer una fórmula propia y bien metropolitana. La tradición histórica aconseja combinar en el binomio alguien de Buenos Aires y la ciudad puerto con alguien de las 22 provincias de la “Argentina profunda”. El federalismo existe y las mentalidades populares aconsejaron ese diseño.

El éxito de las tácticas de campaña o las futbolísticas está supeditado al resultado. Jaime Duran Barba, el asesor ecuatoriano tan mentau, hace años que vive acá: conoce la historia, cree que se le puede imprimir un giro: habrá que ver.

En todo caso, el 20 a última hora las cartas estarán boca arriba. Entre tanto todos pueden cavilar si una mujer “viste”, si es eficaz sumar alguien con dominio territorial, si es bueno un guiño al electorado independiente... Ninguna de esas variables es nítida ni hay una alquimia comprobada. Ensayo y error es la regla, como para los DT.

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Precedentes y niebla: Desde 1983 quien llegó a la presidencia ganó por un margen amplio, con la conspicua excepción de Néstor Kirchner en 2003. Desde 1994 hay sistema de doble vuelta: sólo fue necesario en ese momento. Más aún: Raúl Alfonsín y Carlos Menem en 1989 fueron elegidos con la anterior Constitución, a una sola ronda electoral. Pero acumularon muchos más votos que los imprescindibles para ganar en primera vuelta con el régimen actual.

La percepción generalizada, que este cronista comparte, es que la votación de octubre asoma más reñida. En parte porque la oposición ha disminuido la segmentación suicida de 2007 y 2011.

En parte por otro factor, inédito desde la recuperación de la democracia. No puede participar, por imperativo constitucional, la figura central del sistema político, la líder de la fuerza que viene siendo mayoría o primera minoría desde 2003. Es una ventaja relativa para la “opo” que tiende a emparejar la disputa.

Armar buenas listas, cerrar “conteniendo” a los propios es una labor artesanal y desafiante. Se cocina entre pocos, en una subcultura o un microclima hiperactivo. “La gente” no está tan ansiosa como los armadores, los del Excel, los candidatos, los periodistas. Ya tendrá tiempo de pensar su decisión que hasta ahora ha sido muy diferente entre las legislativas y las presidenciales. Es un precedente tan notorio como los aludidos líneas arriba, no es una ley inexorable.

De nuevo: habrá que ver. O como diría “la prensa independiente”: habría que ver.

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