CONTRATAPA
Canción de amor para Francisca
Por Luis Bruschtein
“En una casa del barrio de San Pedro/ Francisca muestra todo su cuerpo”, es la voz de León Gieco que va llenando la Peña del Colorado, en Palermo. Y como pasa cuando canta Gieco, uno puede estirar las piernas, prender un cigarrillo y cerrar los ojos. Pero en un segundo plano se escuchan voces de mujeres que lo acompañan, que le hacen coro cuando dice “pone el dinero entre sus senos/ toma un vino negro y algunas ginebras”. Y así sigue la letra de Canción de amor para Francisca: “En una habitación del fondo de la casa pasan los hombres, pasan los hombres/ Nadie le ofrece algún trabajo porque tienen miedo de quedarse sin ella”. Y las voces de las mujeres que apenas se escuchan bajo los altavoces siguen la melodía con un susurro de nostalgia, un misterio escondido en los pliegues de la música.
Las canciones que cuentan historias se pegan a las historias de la vida real, y cuando se cantan, cada quien canta su propia historia. Las mujeres que se fueron juntando junto al escenario, que se agruparon para escucharlo y hacer ese segundo coro que la mayoría no escuchaba, eran las aguerridas dirigentes de la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas (Ammar), el sindicato de trabajadoras sexuales que se organizaron para hacerse respetar, que en su caso quiere decir que no las maten o las exploten como a las prostitutas de Mar del Plata o a la dirigente de Ammar de Rosario que fue asesinada por un policía.
Fue el lunes 13 en la Peña del Colorado, en la cena en beneficio de Ammar en la que participaron además de Gieco, Teresa Parodi, Horacio Fontova, Pedro Conde y el grupo Mitimaes, con la conducción de Tom Lupo y Nora Lafont. También se proyectó un documental de Oscar Sánchez que cuenta la historia de Ammar, donde se ve a Elena Reinaga, la secretaria general del sindicato, cuando sube al estrado del Segundo Foro Latinoamericano sobre VIH-Sida en La Habana. La mujer sube frente al recinto inmenso repleto de gente de todo el continente, hace un silencio, se apoya en el atril y se presenta: “Soy Elena Reinaga, trabajadora sexual y hablo en...” y antes de que termine la frase, el público se pone de pie y empieza a aplaudir y el auditorio se llena con una ovación de reconocimiento. Y cuando termina de hablar, se lo ve a Fidel Castro que también se pone de pie y le besa la mano para saludarla.
Ammar se incorporó a la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA) en 1995, un año después de su fundación y, en el documental, Víctor De Gennaro explica la importancia que tiene el nuevo sindicato y se suceden los testimonios de mujeres que cuentan sus vidas, las razones que las llevaron a un oficio que nunca hubieran imaginado.
Cuando termina el documental, se prenden las luces en la Peña del Colorado, algunas de las protagonistas de la película están entre el público. Elena camina afanosamente entre las mesas, Jorgelina Sosa recibe con bastante nerviosismo a otros invitados y en una mesa ruidosa del fondo están María Eugenia, de Córdoba; Sandra, de Salta; Nancy, de Mendoza; Vanessa, de Jujuy; Norma y Claudia, de Paraná, y Elsa, de Capital. “Quiero agradecer la presencia de estas compañeras que han organizado Ammar en todo el país, porque hay que tener ovarios para dar la cara en algunas ciudades del interior donde la gente es todavía más pacata y más dura”, dice Reinaga antes de presentar a los artistas. La gente aplaude, ellas hacen chistes, tal vez con cierta timidez, pero también con el orgullo que da la trinchera.
“Quiero repetir una frase que me dijo Elena cuando la conocí –anunció Teresa Parodi antes de cantar–: me dijo que Ammar era el único sindicato que se había organizado para luchar por la posibilidad de que algún día dejara de existir.” Y luego, Nora Lafont anunció la adhesión de Sandro que fue recibida por otra ovación. Era una noche de mujeres agasajadas que se estaban dando el gusto de sus vidas, con alegría y con esa camaradería fuerte de mujeres. Para juntar unos pesos más se organiza la rifa de una guitarra firmada por León Gieco. Las chicas, empilchadas con lo mejor, van por las mesas, vendiendo los números, algunos hacen chistes, más de uno la embarra, pero ellas retrucan las bromas con otras más fuertes y una sonrisa. La Peña se ha contagiado con ese clima, todo el mundo canta Sólo le pido a Dios que todos saben, pero antes fue la Canción de amor para Francisca que fue prohibida por la dictadura en los ’70, que no todos saben y que León Gieco compuso en homenaje a la prostituta de su pueblo cuando era pibe. A esta letra no la saben todos, ahora todos escuchan y ellas cantan con León, agrupadas frente al escenario, abrazadas: “Los lunes no trabaja Francisca, una canastita con flores y su hijita/ van a correr por el monte, los caminos y los campos/ ella dice que los besos, los gorriones y las flores/ los lunes tienen más perfume”. Fue un buen lunes.