ECONOMíA
En el Central sopla más viento que en el Caribe
El Gobierno demoró tanto la confirmación de la cúpula del BCRA que ya no hay tiempo para que el Senado la ratifique. Desde el próximo jueves quedarían en precario. Mientras tanto, varios funcionarios, en permanente vértigo, aterrizan ahora en su directorio. No se pide saber de moneda.
Por Julio Nudler
Si el Banco Central fuese lo que se supone debe ser: el organismo que conduce la política monetaria y cambiaria, y además controla al sistema bancario según estrictas pautas técnicas, no podrían entenderse las luchas políticas que se libran para ocupar los sillones de su directorio. Más aún: sus directores asumen grandes riesgos judiciales al tener que tomar algunas decisiones, por lo que suelen demandar indemnidad. Pero, a pesar de lo ingrato y peligroso de la tarea, la disputa es cada vez más encarnizada. Ayer, por ejemplo, fue una jornada de ésas. La contienda arreció por acercarse el jueves 23, fecha en la que caducan varios mandatos, incluidos los del presidente, Alfonso Prat Gay, y el vice, Pedro Lacoste. La lid se saldó, en principio, con una victoria pingüina, ya que un nuevo representante santacruceño se apropiará de una poltrona. Es Waldo José María Farías, un hombre que debe de sentirse muy mareado.
Todo indica que el presidente Kirchner tiene gran fe en la ductilidad del contador Farías, ya que raudamente lo convirtió de ministro de Economía y Obras Públicas de Santa Cruz en director del Banco Nación, presidente del directorio de la Lotería Nacional y, ahora, en vertiginosa sucesión, director del instituto emisor, sin darle tiempo a detener el bolillero. También sofocado debe de sentirse Arturo O’Connell, quien por varias horas tuvo por cierto que su breve nuevo paso por la institución había concluido, pero fue reflotado a última hora. Lo que lo salvó fue que Roberto Lavagna quisiera colocar en su lugar a Eduardo Curia. En la Rosada consideraron que, antes que lidiar con el colérico economista, un tradicional del justicialismo, más valía continuar con el pulido británico.
El decreto con el que el Poder Ejecutivo debía someter a consideración del Senado la ratificación de Prat Gay y Lacoste debería haber sido enviado hace un mes, aproximadamente. La gran demora en que incurrió el Gobierno trasunta la escasa inclinación a extenderles el mandato hasta el 2010. Aun así, no puede olvidarse que los cuatro últimos presidentes del BCRA, todos con mandato ratificado por el Senado, no pudieron completar sus períodos: Pedro Pou por juicio político, y Roque Maccarone, Mario Blejer y Aldo Pignanelli porque los hicieron renunciar. Vale decir que la estabilidad de las autoridades monetarias es apenas una declaración en el papel.
Como ya trascendió, Prat Gay no quería seguir al frente del Central en condición precaria. Y aunque ya es muy improbable que la venia parlamentaria sea lograda a tiempo, en principio aceptó seguir después del jueves 23 “en comisión” si, entretanto, la Casa de Gobierno emitía el decreto y enviaba sus pliegos al Parlamento. Esto supondría una superación sólo temporaria del entredicho, porque a posteriori la situación endeble del presidente del Central podría dilatarse indefinidamente. Lacoste lo sintió en carne propia. Entre diciembre de 2002 y octubre de 2003 ejerció la vicepresidencia sin estar ratificado. Ahora volvería a una situación similar. Por lo menos ya la conoce. Ayer comentaba un escéptico por experiencia: “Sí, acá te dan la llave por seis años, pero cualquier día te cambian la cerradura y te tiran tus cosas por la ventana”.
Por momentos, se especuló con que la defenestración de Víctor Bescós y O’Connell, dos hombres puestos por Lavagna, era una respuesta del núcleo presidencial a la ruidosa toma de distancia del ministro de Economía respecto de Julio De Vido, acusándolo entre otras cosas de inoperante. Ante las consultas, fuentes de Hacienda restaron toda importancia al contratiempo. En verdad, despertaban la sensación de no querer admitir el revés, mientras desde otros observatorios se señalaba a este diario que la decisión a máximo nivel no era despedir a Lavagna pero sí “esmerilarlo”.
Uno de los directores del Central que cesa en su mandato y que siempre se mostró muy crítico de lo que sucede en el organismo, aunque manteniendo un estricto bajo perfil, opinó que “mientras la macroeconomía ande bien, los costos de imagen de estos manejos con el Banco serán escasos”. Otros, en cambio, piensan que, en lugar de fortalecerla, se vuelve a menoscabar la calidad institucional, y que esto frustrará esperanzas y ocasionará altos costos.
También sorprende la facilidad y frecuencia con que Miguel Angel Pesce es rotado entre cargos completamente diferentes. Este antiguo asesor parlamentario del radicalismo probó ya todos los colores. Fue subsecretario de Hacienda del intendente De la Rúa, luego secretario de Hacienda y Finanzas del alcalde Ibarra, más tarde sirvió a Lavagna como nexo con el Banco Central. En abril de este año fue despachado a Santiago del Estero para acompañar al interventor Pablo Lanusse como ministro provincial de Economía, Producción y Medio Ambiente. No había tenido tiempo de aprender dónde estaban los botones cuando en agosto fue ungido síndico general de la Nación, acompañado en carácter de síndica general adjunta por Alessandra Minnicelli, la mujer de De Vido. Tras apenas semanas de ocupar tan estratégico cargo, fundamental si se quiere combatir la corrupción, es propuesto para repantigarse en un sillón centralista.
Este perpetuo mobile, mezcla de huracán Frances e Iván, deposita también en el BCRA a Zenón Alberto Biagosch, un licenciado en administración que es examinador certificado de fraude de la correspondiente asociación estadounidense. Venía de PriceWaterhouseCoopers y combatió el lavado de dinero desde la Secretaría de Lucha contra el Narcotráfico. Lo que a todo esto queda poco claro es, con la excepción de O’Connell, a quien por cierto quisieron fletar, dónde encontrará el tándem conductor del Central interlocutores preparados en cuestiones monetarias y cambiarias. Además, quién va a oponerse a algo.
En la Superintendencia de Entidades Financieras y Cambiarias, considerada en los pasillos como la “manzana podrida” del Banco, Jorge Alberto Levy tiene cuerda hasta el 2007. Este íntimo de Eduardo Duhalde sintoniza muy bien con Kirchner y nunca causó problemas. Pero la partida de Bescós deja vacante la vicesuperintendencia, aunque en ese carácter podría quedarse hasta agosto de 2005.
Cuesta imaginarse cómo fue aquello de que Ernesto Bosch, primer presidente del Banco Central, permaneció en su puesto entre mayo de 1935 y septiembre de 1945. Altri tempi.