CONTRATAPA

¿Quién mató a Margaret Hassan?

Por Robert Fisk *

Después del dolor, el asombro, el corazón destrozado, la indignación y la furia por el aparente asesinato de una mujer tan bondadosa, la pregunta del título es la que sus amigos –y, muy posiblemente, los insurgentes iraquíes– deben estarse haciendo.
Esta dama angloirlandesa tenía pasaporte iraquí. Había vivido 30 años en Irak, dedicó su vida al bienestar de los iraquíes necesitados. Detestaba las sanciones de la ONU y se opuso a la invasión angloestadounidense. Entonces, ¿quién mató a Margaret Hassan?
Desde luego, quienes la conocimos reflexionaremos en torno de las atroces implicaciones de la cinta de video que, según cree el esposo de Margaret, es la evidencia de su muerte. Si Margaret Hassan puede ser secuestrada y asesinada, ya no quedan barreras ni fronteras para la inmoralidad. ¿Cuánto vale ahora la inocencia en la anarquía a que hemos llevado a Irak? La respuesta es simple: nada.
La recuerdo discutiendo con médicos y conductores de camiones cuando se dio a la tarea de trasladar un cargamento de medicinas para los niños iraquíes hospitalizados por cáncer, donado por los lectores de The Independent en 1998. Sonreía, lisonjeaba y suplicaba para que las medicinas para la leucemia llegaran a Basora y Mosul. Le habría desagradado que la llamaran ángel: a Margaret no le gustaban las frases hechas. Aun en este momento quisiera escribir: no le gustan las frases hechas. ¿De veras tenemos derecho a decir que está muerta?
Hacia los burócratas y líderes occidentales que ahora expresarán indignación y pena por su muerte, ella no sentía sino desprecio.
Sí, sabía los riesgos que corría. Margaret Hassan estaba muy consciente de que muchas mujeres iraquíes han sido secuestradas, violadas, retenidas hasta recibir un rescate o asesinadas por la mafia de Bagdad. Por ser ella occidental –la primera mujer occidental que es secuestrada y asesinada– se nos olvida cuántas mujeres iraquíes ya han sufrido ese destino terrible. Muy poco se informa sobre ellas en un mundo que cuenta los soldados estadounidenses caídos, pero hace caso omiso de las víctimas mortales entre quienes tienen piel más oscura, ojos más negros y religión diferente, esos a quienes se proclama haber liberado.
Ahora recordemos los primeros videos. Margaret Hassan llora. Margaret Hassan se desmaya y alguien le arroja agua a la cara para volverla en sí, Margaret Hassan llora de nuevo, implora que la Guardia Negra sea retirada de la cuenca del río Eufrates. Al fondo de esas terribles imágenes no estaban las acostumbradas banderas islámicas. No se veían los usuales hombres armados y encapuchados. No había citas del Corán.
Y cuando hacia Faluja y Ramadi, las principales ciudades insurgentes, se filtró la advertencia de que el solo hecho de secuestrar a Margaret Hassan era casi un acto de herejía, todos los grupos resistentes de Faluja exigieron su liberación.
Lo mismo hizo, increíblemente, Abu Musab Zarqawi, el hombre de Al Qaida a quien Estados Unidos acusa falsamente de encabezar la insurrección iraquí, pero quien sí está involucrado en el secuestro y decapitación de extranjeros.
Otras mujeres secuestradas –las dos trabajadoras humanitarias italianas, por ejemplo– fueron liberadas tan pronto sus captores reconocieron su inocencia. Pero no ocurrió así con Margaret Hassan, quien hablaba árabe con fluidez y podía explicar en el idioma de sus captores el trabajo que realizaba.
Este año surgió un misterioso video: hombres armados prometían atrapar a Zarqawi, a quien acusaban de ser “antiiraquí”, en tanto se referían con cortesía al ejército de ocupación como “las fuerzas de coalición”. Pronto se bautizó a este video como “la cinta de Allawi”. Es decir, con el nombre del ex agente CIA y ex miembro de Baaz a quien los estadounidenses nombraron “primer ministro interino” de Irak. El mismo Allawi que anunció con desparpajo que no murieron civiles en Faluja.
Así que si alguien dudaba de la naturaleza asesina de los insurgentes, ¿qué mejor prueba de su perversidad que mostrar la evidencia del asesinato de Margaret Hassan? ¿Qué manera más inescrupulosa puede existir de demostrar al mundo que Estados Unidos y el ejército de hojalata de Allawi luchan contra el “mal” en Faluja y otras ciudades iraquíes que están bajo control de los enemigos de Washington?
No, desde luego no podemos decir que Allawi está involucrado en la muerte de Margaret Hassan, aunque sin duda habría detestado sus opiniones políticas. Y no porque toda Bagdad crea que el “primer ministro interino” ejecutó a siete prisioneros en la comisaría de Amariya justo antes de asumir el poder –cosa que él niega– debe sugerirse que haya tenido algo que ver en un hecho tan terrible.
Sin embargo, alguien debe responder a esta pregunta: ¿quién mató a Margaret Hassan?

* De The Independent, de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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