Sábado, 21 de octubre de 2006 | Hoy
Por Osvaldo Bayer
No todo en la Argentina es afano, coima, palos y balazos a la San Vicente. Existen otros aspectos por demás positivos. Por ejemplo, las empresas recuperadas y gestionadas por sus trabajadores. Habría que seguirlas paso a paso y darles más espacio. Hablar de sus esfuerzos, de sus logros, de sus búsquedas de formas nuevas de administración y organización. He escrito siempre de Zanon, el ejemplo neuquino; de los supermercados Tigre, en Rosario, por ejemplo, y hoy voy a meterme con la Cooperativa de Artes Gráficas Chilavert, a la cual recorrí y en la que conversé largamente con sus protagonistas obreros. Vi los libros de arte que producen con brillante perfección, libros de sociología y esclarecedores de eso, precisamente, qué hacer con los establecimientos abandonados por sus patrones con deudas y desprecios, además de dar a luz increíbles álbumes sobre derechos humanos y su devenir argentino, en fin, producciones donde se mezcla lo bello con lo social.
Lo verdaderamente épico en estos talleres es seguir de cerca todo el proceso que se sucedió desde aquel abril del 2002 en que ante la evidencia de que el dueño de la empresa de artes gráficas había iniciado el vaciamiento de la misma, los obreros decidieron pasar la noche justamente junto a las máquinas, es decir, proceder a la “ocupación”. Se iniciaba así un período de siete meses en que los trabajadores fueron sitiados por la policía. Las llamadas “autoridades” enviaron un carro de asalto policial por cada obrero y sitiaron el edificio de Nueva Pompeya. Les cortaron el agua, la electricidad, el gas, los teléfonos. Pero los trabajadores tuvieron la inmediata ayuda del vecindario, de las asambleas barriales de la zona, de asambleas obreras, de movimientos villeros y de estudiantes universitarios que hicieron una verdadera barrera humana e impidieron el desalojo. Y los obreros gráficos de los talleres no sólo resistieron la invasión policial sino que además continuaron con la producción que sacaban hacia la casa de un vecino –llamado Julio Berlusconi– a través de un agujero en la pared por donde se trasladaban los libros recién impresos. Hoy, ese agujero de la resistencia está cubierto de ladrillos y enmarcado, de manera que aparece como un cuadro de la dignidad y de la solidaridad.
Esta lucha desigual pero verdaderamente heroica tuvo finalmente eco en la Legislatura de Buenos Aires. En octubre del 2002, se aprobó la ley de tenencia por dos años de los talleres a los obreros. El 25 de noviembre, por fin, la gran noticia: se transformó la expropiación temporaria en definitiva. Es decir, se trabajó en verdadera democracia: el derecho de los trabajadores a poner en marcha y administrar a las empresas donde trabajan y que son vaciadas por sus patrones. Lo que había sido exclusividad de los talleres: la impresión de libros, láminas y catálogos de arte de los más destacados artistas plásticos y museos argentinos se amplió a la impresión de libros, revistas, catálogos y afiches. Y nos lo dicen con orgullo: “La mayoría de los clientes tiene relaciones con organizaciones sociales, el ámbito de la cultura independiente y autogestionada, y editoriales enfocadas en temáticas políticas y sociales”. Fines nobles para una nueva sociedad donde se busca aquella “noble igualdad” cantada por nuestro Himno. Desde que se constituyó en cooperativa, la empresa dobló el número de trabajadores, cifra que habla del servicio que presta a la sociedad. Su lema es: “Toque timbre, fábrica abierta”.
Pero la cooperativa Chilavert no se ha conformado con dar vida a la imprenta sino que también dedica en el primer piso de su edificio un espacio a actividades culturales y artísticas, una biblioteca, una galería de arte y un archivo sobre el tema de las fábricas recuperadas. Esta complementación con las otras actividades del ser humano hacen recordar a aquellas sociedades Obreras de Oficios Varios, las primeras organizaciones de nuestra historia obrera, aquellos sindicatos libertarios, en cuyos humildes locales se encontraba el salón para las indispensables asambleas donde se resolvía todo con la presencia de todos, y además se tenía un “conjunto filodramático” con el cual se representaban obras teatrales para la cultura de sus familias y del vecindario y, por supuesto, la siempre presente biblioteca popular. Además, con su accionar, la “Chilavert” ha ayudado a otras empresas recuperadas. Por ejemplo, asistieron con consejos a los trabajadores del hotel Bauen, cuando éstos decidieron ocupar las instalaciones de esa gran casa de huéspedes. Un lugar actual de reuniones de distintas organizaciones culturales y de lucha social.
En forma conjunta y con el auspicio de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires se ha dado a publicidad el informe “Las empresas recuperadas en la Argentina”. Este detallado estudio, con la bibliografía correspondiente, se puede consultar precisamente en la cooperativa Chilavert, situada en Chilavert 1136, de la ciudad de Buenos Aires. En el informe mencionado se dice textualmente algo que antes hubiera sido imposible expresar antes en una publicación de este carácter: “Como ya hemos señalado, la lucha de las empresas recuperadas nos parece uno de los caminos más esperanzadores para los trabajadores luego de una década de tierra arrasada por el neoliberalismo. Hemos tratado y trataremos de ser compañeros de ruta de los protagonistas de esta historia y de poner al servicio de esta experiencia lo que justo podamos hacer desde la universidad pública”.
Está bien claro. Que cada trabajador se sienta protagonista. Además, aquí se ve el interés de la universidad para “acompañar, apoyar y transferir” conocimientos hacia este sector de las empresas autogestionadas, sector emergente de la propia sociedad argentina y de los errores inmensos cometidos por quienes desde las dictaduras, el peronismo de Menem y el radicalismo de De la Rúa cometieron fatales movimientos inspirados en autoritarismos “liberales” de los cuales se aprovecharon unos pocos y sumieron en el desamparo a miles de trabajadores y a sus familias. Hoy como nunca el Estado debe proteger y ayudar a todo movimiento cooperativo que se mantenga en el ritmo del beneficio de la gran masa del pueblo. Una conducta regularizada por la propia ética que no permita el enriquecimiento de pocos sino una línea de dignidad general. Ni Puerto Madero ni countries sino techo, escuela y alimento para todos, sin porcentajes de nivel de pobreza entre los niños de estas ubérrimas tierras.
Lo positivo es que las cooperativas de empresas recuperadas están dando pasantías a estudiantes para aprender los oficios. Es otra de las formas de luchar por una sociedad sin violencias, cuando uno, al recorrer los barrios proletarios de la actualidad, encuentra tanto joven sentado en los umbrales de la miseria con la mirada entristecida, perdida en el horizonte sin futuro. Sin oficio, sin aprender ningún trabajo... no, así no hay futuro para una sociedad de paz y dignidad.
Tal vez en breve tiempo se logre una universidad de cooperativas donde se enseñen todas las formas y maneras de llevar adelante cada vez más empresas recuperadas. Y ojalá que a la calle donde se erija esa universidad se le ponga el nombre de Juan Ocampo, el marinero de 18 años, muerto por la policía de Roca, el 1º de mayo de 1904, el primer mártir del movimiento obrero en el Día del Trabajador, por la lucha de las ocho horas.
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