Jueves, 11 de enero de 2007 | Hoy
Por José Reinoso *
Desde Pekín
La maldición de la flor de oro, la última superproducción del más internacional de los directores chinos, Zhang Yimou, ha provocado el escándalo en su país. Las épicas batallas, los decorados lujuriosos y las intrigas palaciegas de este drama sangriento ambientado durante la dinastía Tang –618907– han quedado ninguneados por los generosos escotes de las actrices –especialmente de la protagonista, Gong Li–, que han levantado una polvareda de críticas tanto en la prensa oficial como en Internet. Según la agencia de noticias estatal Xinhua, “los pechos de Gong Li están tan apretados que amenazan con escaparse de su vestido” de oro.
Zhang Yimou, que con La maldición de la flor de oro, según su título en inglés (en chino, se llama La ciudad de la armadura de oro), firma su tercera película en la que las artes marciales ocupan un papel estelar, ha golpeado de lleno en el corazón de la timorata –de puertas afuera– sociedad china. Desde las decenas de doncellas que dan servicio en el palacio imperial hasta la propia emperatriz –Gong Li–, todas lucen unos vestidos extraordinarios en los que los senos son comprimidos hasta parecer pompas de jabón. Y esto ha sido demasiado para los círculos oficiales. Según el diario China Daily, el autor de éxitos como Héroe o La casa de las dagas voladoras “ha exagerado casi todo en la historia con objeto de estimular a la audiencia”.
Tras su estreno en las salas, el 21 de diciembre, miles de personas han acudido a los portales de Internet para expresar su opinión sobre el asunto. “Lo que recuerdo de la película no son las escenas de batallas o la interpretación, sino la carne blanca y brillante”, ha escrito un internauta autodenominado Bond. “Atiende a los gustos occidentales, mientras ignora los sentimientos de nuestro país”, señala otro.
Tanto Zhang Yimou como Gong Li han salido en defensa del vestuario que, según afirman, responde a la moda de la dinastía Tang, una de las épocas de mayor esplendor de la civilización china. “Muestra la belleza de las curvas de la mujer. No hubo sentimiento embarazoso ni riesgo ninguno para nosotras al llevar estos vestidos”, ha dicho la actriz. “La gente no debería ver únicamente los pechos. Si únicamente hacen eso es porque el sexo ha sido un tema tabú”, ha añadido el director.
Pero lo que en cualquier escena de taberna medieval europea o de cortesanas de corpiño prieto apenas llama la atención en Occidente, en China ha hecho volar la imaginación de muchos espectadores, poco acostumbrados a ver la piel de sus actrices y actores expuesta en la pantalla.
La controversia se ha visto agitada por el hecho de que el país asiático carece de un sistema de calificación de films que, según ha señalado en la prensa local Yin Hong, profesor del Centro de Estudios Cinematográficos y de Televisión de la Universidad Qinghua, en Pekín, habría evitado sorpresas a algunos padres, que acudieron al cine acompañados de sus hijos pequeños. Máxime cuando en muchas escuelas de enseñanza primaria han sido colocados carteles urgiendo a los estudiantes a ver la cinta, a pesar de las violentas escenas, para apoyar a la industria nacional.
La crítica ha arremetido también contra lo que considera la débil línea argumental de la historia y la falta de creatividad de su director; aunque reconoce que Zhang ha sido capaz de cumplir dos de los principales objetivos que se fijó al hacer el filme: utilizar hasta el último yuan del presupuesto –35 millones de euros– en crear un espléndido festival visual y lograr que los actores y actrices presentaran de forma precisa las brutales confabulaciones palaciegas y las luchas fratricidas por el poder.
A ello se suman unos decorados opulentos, unos colores dominados por el oro, y unos efectos especiales que convierten las ya habituales escenas de artes marciales de las últimas obras de Zhang Yimou –con vuelos incluidos– en un deleite para los amantes del género, que en China son muchos.
Sin embargo, para los nostálgicos del cine profundo de quien dirigiera Sorgo rojo, Vivir o Ni uno menos, La maldición de la flor de oro ha sido una nueva decepción, en la que la forma –en ocasiones muy próxima a los videojuegos que arrasan en los cibercafés y hogares chinos– ha vuelto a ganar al fondo, en busca del éxito comercial.
Y éste ya está asegurado. La película se ha erigido en la más taquillera de la historia del cine chino. La semana pasada, tras apenas 15 días en cartel, rebasó los 270 millones de yuanes de ingresos –26,6 millones de euros–, superando el record de 250 millones de yuanes establecido también por Zhang Yimou con Héroe. Y va camino de desbancar a Titanic, la cinta más taquillera jamás proyectada en el país, que logró 350 millones de yuanes.
Uno de los factores del éxito ha sido la compra de entradas por parte de empresas. Sólo la operadora de telefonía celular China Mobile ha adquirido pases por valor de 740.000 euros para sus empleados. Otro ha sido el alto precio de las entradas: seis euros, en cines donde otras películas suelen costar tres o cuatro euros.
La maldición de la flor de oro ha marcado también el reencuentro profesional de Zhang Yimou y Gong Li tras una década de trayectorias cinematográficas separadas. Los dos artistas, que fueron pareja sentimental en el pasado, colaboraron por última vez en La Tríada de Shanghai (1995). La actriz ha asegurado que con el último rodaje ha descubierto que ambos tienen aún muchas cosas en común, y que saben lo que deben hacer cuando trabajan juntos. “No es tan diferente a como era hace 10 años. La colaboración es muy relajada”, ha dicho.
* De El País de España. Especial para Página/12.
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