Miércoles, 24 de octubre de 2007 | Hoy
Por Eduardo “Tato” Pavlovsky*
Los juicios a los represores del ’76 del terrorismo de Estado recién comienzan. En el primero desapareció un testigo –López–, y a pesar de los esfuerzos por recuperar su cuerpo vivo o muerto, todas las intenciones fueron inútiles. López desapareció. Y esfuerzos por buscarlo se hicieron y se siguieron haciendo hasta hace pocos días frente a una denuncia.
Yo escribía en estas mismas páginas, en un artículo que titulaba “Irradiación”, en enero del 2007, que los juicios recién comenzaban. La desaparición de López fue una tarea que actuó por “irradiación”. La ultraderecha –maestra en producir la subjetividad del miedo y el terror– está ganando su primera batalla. Producir terror en los futuros testigos y una imagen de capacidad de organización. A López se lo tragó la tierra. También decía que había que investigar a fondo el desmantelamiento de toda la estructura represiva vigente. De lo contrario, los trescientos juicios venideros podrían convertirse en un infierno del terror ciudadano. La ultraderecha revela tener un aparato logístico muy bien organizado, con tácticas y estrategias muy claras. Aquí no hay improvisación. Por el contrario, existe gente pensante y grupos de tareas organizados.
La intención es clara: aterrorizar e intentar evitar juicios futuros o disminuirlos a un número mucho menor.
Existe una idea que circula que dice que no puede haber reconciliación hasta que no se enjuicie a todos los represores de la dictadura. Creo que es más una expresión de deseo que otra cosa. No habrá en la Argentina reconciliación, y a eso hay que acostumbrarse... pese a que nos duela.
El viejo comunista Santiago Carrillo decía hace pocos días que en España hubo muchos cambios. Pero que algo permaneció inmutable, igual a sí mismo, desde Franco a hoy. Carrillo se refería al “falangismo”.
El problema de la represión y de los represores adquiere un alto nivel de complejidad para comprenderlo.
El asesinato a mansalva de los tres policías en La Plata reveló un grado de crueldad y de sadismo poco comunes. Las 36 puñaladas y el fusilamiento de las víctimas algunos lo leyeron como un mensaje mafioso. Las declaraciones que he escuchado por todo tipo de especialistas son confusas e invariablemente poco claras y temerosas. Desde un “tumbero” que manejaba bien los cuchillos hasta mensajes para los organismos de seguridad. Solamente escuché la voz del Presidente que lo relacionaba con un sector de gente que se podía oponer a su política de los derechos humanos. Y lo ha repetido varias veces.
Esta vez la ultraderecha cambió de táctica. Lo de López era un mensaje a los testigos futuros. Aquí el móvil parece buscar un terror más grande. A pocos días de las elecciones y de la reanudación de los juicios, produce un atentado criminal que intencionalmente no parece claro.
Esa es su misión. La fuerza de la irracionalidad que puede producir pánico y terror.
Ya no hay sujetos claros como López, ahora puede haber crímenes y atentados en cualquier lado. Decía David Cooper, ese gran antipsiquiatra inglés, que toda conducta irracional cobra inteligibilidad si se la lee en un espectro de relaciones más amplias. La ultraderecha está intacta. Con su logística intacta, y sabe muy bien cómo producir terror. El Presidente también lo sabe muy bien. Se paralizaron varios actos políticos. Hubo reuniones también entre los políticos. Me arriesgo a decir que el mensaje mafioso es muy claro: “No jodan más con los juicios porque nosotros vamos a seguir actuando”. Es mi opinión. Creo no equivocarme cuando digo que reconciliación no habrá nunca. Como no la hubo ni habrá en España si se iniciaran juicios a los crímenes que cometió el franquismo.
Un día un comisario soviético me dijo en Moscú, en 1971: “Nosotros jamás perdonaremos que los alemanes nos mataron 25.000.000 millones de personas. Nunca los perdonaremos. Jamás”.
Como decía antes, la represión es una problemática de alto nivel de complejidad. El voluntarismo no sirve. Es complejo y así hay que estudiarlo, en su máximo nivel de complicidad. No podemos sorprendernos más frente a estos crímenes aberrantes. Llevan la lógica del falangismo. Por eso dice Carrillo, ese viejo comunista español, “la derecha se opone a revisar la historia con el argumento de que solo servirá para abrir viejas heridas y romper el consenso”.
* Psicoterapeuta, autor, director y actor teatral. Entre sus numerosas obras se encuentran El Señor Galíndez, Potestad y La muerte de Marguerite Duras.
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