CULTURA

“El arte, en definitiva, no es más que el sustituto de las religiones”

En su charla del Centro Cultural de España, Rafael Chirbes relativizó varias cuestiones culturales y se definió como “novelista pulga”.

Por Angel Berlanga

Vive en un pueblo de Valencia de cuatrocientos habitantes y dice que no tiene amigos escritores, que evita lo más que puede las “ceremonias literarias”, que por suerte los artículos acerca de vinos y restaurantes que escribe para la revista Sobremesa le dan cierta independencia y que eso le permite moverse “en las costuras del sistema”, sin tener que pertenecer a ningún grupo. “Pues entonces, a la calle”, dijo Rafael Chirbes, ansioso por irse, cuando terminaron las preguntas del público que fue al Centro Cultural de España para escucharlo hablar sobre su concepción del realismo en la novela. Ya antes de que empezara la charla, este ex librero, ex profesor de español en Marruecos, crítico literario y novelista, prefería hablar de cómo el Valencia, reciente campeón de la Liga y de la Copa UEFA, le había robado el protagónico a los galácticos del Real Madrid. Y es que a Chirbes el lugar solemne del “expositor” parece ponerlo en un papel incómodo: “El arte, en definitiva, no es más que el sustituto de las religiones; roto el velo de la mentira religiosa, pues nos inventamos el arte como forma de sentido de la vida. En todas mis novelas la cultura es culpable, porque es el envoltorio que le permite al sistema seguir. Y mucho más en las sociedades laicas, que necesitan los valores de la cultura: pintores, músicos o escritores, que son puestos como dioses. Lo que pasa es que hay dioses inquietantes y otros diosecillos del hogar que calientan y consuelan por las noches. Es decir, nosotros somos sacerdotes y ustedes son fieles que participan. Esta es una misa laica”.
Aunque lleva publicadas siete novelas (entre ellas, Los disparos del cazador, La caída de Madrid, Los viejos amigos) que fueron traducidas a una docena de idiomas, la obra de este valenciano nacido en 1949 es casi desconocida en la Argentina. Chirbes define a sus historias como “antiépicas y anormales” con respecto a las de su generación: “Juan Luis Cebrián está convencido de que ha quedado todo: que venció a Franco, que su lucha fue adelante y etcétera, y así escribe sus novelas, con héroes que no dormían por la noche pensando en si el golpe de Estado triunfaba o no, una retórica de la democracia, el parlamento, la libertad, las elecciones, como si la democracia no fuera el control de los mecanismos sociales, políticos y económicos de una minoría frente a una mayoría”, dijo. “Ya estamos mayores y no estamos para correr, y además estamos cómodos, pero busco dejar constancia de cómo son las cosas: al mundo lo rigen cuarenta empresas de petróleo, cuarenta de comunicaciones, cuarenta de no sé qué, y los demás somos esclavos de ésos: votamos a los representantes encubiertos de los lobbies.” Aunque sus novelas son pesimistas, aunque en ellas generalmente se cuenta que la muerte y el mal siempre triunfan, Chirbes sostuvo que la dignidad pasa por mantener a ambos fuera de casa, aunque sea medio minuto más.
El escritor señaló que una parte de su generación, que antes de la muerte de Franco era de izquierda, poética y utópica, se adaptó al sistema, y que él prefiere no engañarse. “Yo creo que en parte escribo por desolación, algo como: ‘Ay, qué solito estoy, y como no escriba estaré más solo’, y en parte por orgullo, por decir: ‘¿Pero este imbécil cree que me lo voy a creer, este Cebrián me va a contar esa novela? Pues no, escribo otra, y te voy a decir quién eres, y qué ha pasado, y cómo es el engaño’. Me da mucha rabia la versión de ellos. Siempre he escrito así: frente a una verdad, levanto otra verdad. Y cuando ves que te están apoyando mucho, pues tienes que saltar: yo hablo mucho del novelista pulga. Cuando ellos dicen: ‘Qué bonita es La buena letra, vaya, qué chaval republicano, nos ha emocionado mucho, somos socialdemócratas’... Pues mira, ahora os voy a enseñar a un franquista cabrón e hijo de puta que resulta mejor que tú”, señaló en referencia al protagonista de Los disparos del cazador.
“Mis novelas no tienen cinismo”, agregó Chirbes. “Hay un punto de cinismo en ridiculizar a la extrema izquierda; ahora eso es muy fácil. Soy muy duro con mi generación, pero no soporto el esperpento: hubo cosas muy dolorosas. Podemos mirarla con ironía o con sorna, pero no con cinismo. Yo fui uno de aquellos tontos, ¿eh?, creía en el pensamiento Mao Tsé Tung. Que se podían montar comunas en las fábricas, y que comeríamos el mismo bocadillo. Hoy es hermosísimo ser demócrata y hacer una épica de su propio triunfo; es decir, han ganado, se han convertido en representantes de las multinacionales y de ese proyecto que se llama Europa, que consiste en que ningún campesino pueda hacer queso porque para envasar tienes que tener una empresa de 2 mil empleados para cumplir las normativas. ¿Ustedes se han hecho representantes de eso y encima se permiten reírse de mí? No. No me van a llamar stalinista o maoísta. Y yo a ustedes sí los puedo llamar traidores.”
La flamante presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero a Chirbes no le genera esperanzas. “Junto a él, en la foto, están todos los mismos de antes: están saliendo los cadáveres, limpiándose el polvo”, dijo en relación con antiguos dirigentes del gobierno socialdemócrata de Felipe González. “Ya han empezado a anunciar privatizaciones por las que antes acusaban al PP, que si Renfe (la compañía de trenes estatal), que si la televisión”, agregó. “Lo que está claro es que no va a cambiar nada.”

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Chirbes tiene publicadas siete novelas, traducidas a doce idiomas.
 
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