CULTURA › AYER TERMINO EL TERCER CONGRESO INTERNACIONAL DE LA LENGUA
El cierre de la “fiesta del idioma”
Con Fontanarrosa citando a Castillo y al presidente de la Academia hablando de “la familia”, hubo un cierre con recital.
Por Silvina Friera
y Karina Micheletto
Desde Rosario
A Roberto Fontanarrosa es difícil imponerle una corbata. Ni siquiera en el cierre del III Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE). El escritor rosarino apeló a su arma más filosa, la que mejor maneja y la que sus lectores siempre le agradecen: el humor. “Estas palabras estaban destinadas a ser dichas por Juan José Saer, pero no pudo hacerlo por razones de salud. Creo que él era el tipo indicadísimo, por su obra y por su entrañable afinidad con la provincia de Santa Fe”, comenzó Fontanarrosa en la sesión final del encuentro más trascendente de la comunidad hispanohablante. En el escenario del teatro El Círculo lo acompañaban la senadora y presidenta honoraria del congreso Cristina Fernández; el ministro de Educación, Daniel Filmus; la subsecretaria de Cultura de la Nación, Magdalena Faillace; el gobernador de Santa Fe, Jorge Obeid; el intendente de Rosario, Miguel Lifschitz; el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, y el director del Instituto Cervantes, César Antonio Molina.
“Los rosarinos nos hemos preguntado para qué sirve un congreso –confesó el creador de Inodoro Pereyra–. Sirve para reunirnos y para darnos cuenta de la riqueza del idioma que tenemos a nuestra disposición. El lenguaje tiene algunos de los atributos del aire, es tan fundamental como inadvertido”. Fontanarrosa destacó que para Rosario, este congreso es la confirmación de su carácter de polo cultural. “Se ha trabajado mucho para lograrlo y no se ha hecho cosmética ni escenografía”, aseguró. El Negro bromeó respecto de su propio discurso: “El protocolo dice que estoy aquí para dar ‘una lección magistral’. Pero soy demasiado joven para tomar esta responsabilidad, recién estoy empezando y no tengo autoridad para dar lección ninguna”, señaló el narrador rosarino.
“Me resisto a tomar esto como un cierre; acá no se cierra nada sino que es un envión para nuevos encuentros. Me queda la sensación de que tendríamos que discutir más sobre el idioma castellano, sobre regionalismos y diversidades. Y yo tengo una particular curiosidad por las diversidades. Suele decirse que la unidad es el equilibrio de las diversidades, pero la uniformidad es la supresión de las diversidades. La uniformidad me inquieta un poco, los latinoamericanos tuvimos problemas con los uniformes”, recalcó Fontanarrosa. Sobre el final, prefirió citar a Alberto Castillo, con un verso corto que escuchaba de adolescente y que para el escritor “encierra el sentir de los que trabajamos con las palabras y de los que nos nutrimos del habla popular”. “Yo soy parte de mi pueblo y le debo lo que soy, hablo con su mismo verbo y canto con su misma voz”.
Todos los oradores coincidieron en destacar la participación y la hospitalidad de los rosarinos. “Este congreso ha sido por primera vez una gran fiesta familiar de la lengua”, destacó el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, al compararlo con los anteriores, y agradeció aplaudiendo de pie a la concurrencia. “El nombre de Rosario quedará ya siempre unido a nuestra lengua”, alabó el director del Instituto Cervantes, César Antonio Molina. “Lingüistas, escritores, ensayistas, académicos, periodistas, cineastas y editores nos han demostrado una vez más por qué la nuestra es una de las comunidades culturales más pujantes del mundo de hoy”, apuntó, reponiendo cifras muy repetidas por estos días: 400 millones de hispanohablantes, cuarta lengua más hablada del mundo, idioma oficial de 21 países. “El paso siguiente es conseguir que el siglo XXI sea el siglo del español”, desafió.
“Quiero hablar del valor de la palabra desde la representación política e institucional, la palabra como obligación y mandato moral, en un ámbito en donde muchas veces, no coincide la promesa de la palabra y la realización concreta de los hechos”, comenzó su intervención Cristina Fernández.”Hemos podido cumplir con el compromiso asumido, que este congreso se iba a realizar exitosamente. Tal vez para muchos esto no sea importante, pero frente a una sociedad tan castigada como la nuestra, con tanto escepticismo y descreimiento, este día que culmina tiene algo más que un valor académico y lingüístico, tiene el valor de que podemos hacer las cosas bien, es una cuestión fundante y vital”. La presidenta honoraria del congreso consideró que “muy por el contrario de los que piensan que es necesario un lenguaje único, una política y una cultura únicas, la diversidad cultural es lo que constituye la historia del ser humano”.
Tanto la senadora como el ministro de Educación, Daniel Filmus, subrayaron el papel de la educación como herramienta para el acceso a la palabra. “La escuela ha sido siempre el bastión de la identidad lingüística, actuando como creadora, transmisora y recreadora de los saberes del lenguaje. Aun en épocas donde el modelo de globalización imperante pretende diluir nuestra identidad lingüística, la escuela se muestra como un espacio de resistencia cultural –expresó–. Aun con dificultades, es una de las pocas instituciones en las que se desarrolla la imprescindible tarea de incorporar al aprendizaje las lenguas originarias de muchas comunidades indígenas para mantener la identidad cultural de sus pueblos”.
Por la mañana, la última sesión plenaria del congreso había servido como repaso de cada uno de los debates. De la mitad de éstos, en rigor, ya que las exposiciones se centraron en las ponencias que fueron enviadas con tiempo al congreso (apenas el 50 por ciento). De esta manera algunas de las intervenciones más polémicas, y hasta los debates posteriores a las exposiciones, quedaron fuera de las conclusiones. Por la tarde, mientras el congreso cerraba, miles de personas copaban la zona de la costanera que rodea al Monumento a la Bandera para asistir a un mega recital a cargo de Jaime Roos, Adrián Abonizio, Jorge Fandermole, Litto Nebbia, Luis Alberto Spinetta y León Gieco, entre otros. Quizás suponiendo que los públicos del congreso y del recital necesariamente son diferentes, los organizadores superpusieron ambos eventos. Todos los asistentes que salieron corriendo rumbo al recital con el bolsito del congreso al hombro, demostraron que estaban equivocados.