DEPORTES › LA HISTORIA DE GUSTAVO BRUZZONE, AJEDRECISTA DESAPARECIDO

Otro jaque mate al olvido

El joven fue capturado por un grupo de tareas en Santa Fe, cuando se dirigía a buscar su auto al taller mecánico. Después de 31 años de ese episodio, aún no hay ninguna causa judicial en donde se mencione su nombre.

 Por Gustavo Veiga

“El ajedrez es un pasatiempo, pero es además un educador del raciocinio, y los países que tienen grandes equipos de ajedrecistas marchan también a la cabeza del mundo en otras esferas más importantes”, dijo el Che Guevara al abrir un torneo organizado por el Estado cubano en junio de 1961. Gustavo Ramón Bruzzone tenía apenas seis años cuando el revolucionario argentino pronunció aquellas palabras y ya movía los alfiles y las torres sobre un tablero en la vereda de su casa del barrio San Martín, en Santa Fe. Su padre Rodolfo les había enseñado a él y a su hermano mayor el juego ciencia, aunque nunca comprobaría la evolución de sus hijos. Una enfermedad terminal acabó con su vida en 1962.

Gustavo se transformaría con el tiempo en uno de los ajedrecistas más promisorios de la región, al punto de que los medios locales reflejaban sus condiciones. “Confirmando sus antecedentes y buen momento, triunfó el representante de la Federación Santafesina, Gustavo Bruzzone”, informó el Nuevo Diario allá por enero de 1972 tras un torneo de juveniles. Tanto se tomaban en cuenta sus atributos para el juego, que desde ese medio salió el dinero para pagarle la inscripción en el Argentino de Mar del Plata que la promesa no estaba en condiciones de abonar.

Un indicio de la conducta que guiaba a Gustavo lo dio el 24 de marzo de este año Ricardo Hase, su profesor, y además campeón santafesino en varias oportunidades, campeón zonal de seis provincias y seis veces finalista de campeonatos argentinos. En declaraciones formuladas al periodista Nicolás Lovaisa del diario UNO, lo recordó así: “Hay algunos ajedrecistas que se encierran en el juego y otros que juegan sus mejores partidas fuera de los tableros”. La vida comprometida de Gustavo le disparó esa reflexión.

El menor de los Bruzzone había nacido el 31 de agosto de 1954 en la localidad de San Javier, aunque junto a sus padres y su hermano mayor, también llamado Rodolfo, se mudó a Santa Fe al año siguiente, cuando derrocaron a Perón. Durante su niñez, Gustavo compartió el ajedrez con el fútbol. Era el arquero del club Gimnasia y Esgrima de Ciudadela, de donde su entrenador quiso llevárselo a Unión en 1965.

“Gimnasia no lo quiso ceder; se enojó, abandonó el club y no jugó nunca más”, evoca Irma, su mamá, que hoy tiene 84 años y pide gentilmente que su otro hijo comente las vivencias de Gustavo. El dolor por su ausencia le remueve un pasado que prefiere mantener en respetuoso silencio. Rodolfo, que tiene 57, saca cuentas y menciona que su hermano cumpliría 53 en un par de meses. Hoy continúa ligado al ajedrez a través de una escuelita donde les enseña a los chicos cómo hacer un enroque a cambio de una módica cuota. Para el próximo sábado 30 de agosto ya tiene decidido que organizará un torneo al que le pondrá el nombre de Gustavo Bruzzone. Rodolfo compartía con él su amor por Unión de Santa Fe. “Ibamos siempre a la cancha, éramos muy tatengues los dos. En 1966, cuando fuimos campeones, llevábamos a la cancha un muñeco con la cara de Victorio Nicolás Cocco, que era nuestro ídolo”, le dijo a Lovaisa en aquella nota. Hase también lo recordó como un joven que tenía un intenso afán de conocimiento.

Además de competir, y ya en su adultez, el menor de los hermanos Bruzzone sería designado profesor de ajedrez por el Ministerio de Educación en la escuela General San Martín, donde había cursado la primaria. En 1974 se casó con su novia de siempre, Carmen Liliana Nahs, con quien militaba en política y decidieron mudarse a Rosario. No había sido una opción voluntaria. La represión y el accionar de la Triple A les hicieron tomar decisiones semejantes a muchos jóvenes comprometidos como ellos.

El 19 de marzo de 1977, cuando la dictadura militar ya se había ensañado con miles de argentinos, Gustavo salió de su casa para buscar su Citroën 3CV que había quedado en reparación en un taller mecánico. Era el mismo auto que doña Irma vería muchos años después en Santa Fe cuando caminaba haciendo compras por la ciudad. “Sí, el mismo, con la misma patente y todo”, le confirma Rodolfo a Páginai12. Desde aquel día de hace 31 años, la familia Bruzzone no volvió a saber de él. “Recorrimos hospitales, comisarías, pero nadie sabía nada”, dijo la mamá en marzo pasado.

Gustavo no había cumplido aún los 23 años. Todavía continúa desaparecido y ni siquiera hay una causa judicial donde esté mencionado su nombre. Es uno de los 30 mil, pero también uno de los tantos deportistas que un día abandonó su juego, el ajedrez, para tratar de darle un simbólico jaque al sistema. Aunque en ello le fuera la vida, como finalmente ocurrió. Igual que a muchos de su generación: el atleta Miguel Sánchez, los rugbiers de La Plata, el tenista Daniel Schapira, el jugador de fútbol Carlos Alberto Rivada, la jugadora de hockey Adriana Acosta y otros que aún faltan rescatar del olvido.

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El rostro de Bruzzone, junto a un artículo de la época.
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