Rafael Bielsa escuchó que le decían el 14 de diciembre pasado, apenas terminadas las elecciones en Newell’s: “Fueron por López, ahora vayan por Grondona...”. El pedido partió de algunos socios que con su voto habían acompañado al candidato opositor, Guillermo Lorente. Catorce años sin comicios en el club habían sido demasiados. El taimado ex presidente acababa de perder de manera aplastante, mientras el ex canciller asistía al advenimiento de una nueva etapa. Ese ciclo que se abrió hace poco más de dos meses fue el puntapié inicial de una campaña democratizadora que acaba de llegar hasta las puertas de la AFA. El último viernes, la asociación civil Salvemos al Fútbol presentó una nota en la mesa de entradas con el propósito de modificar el estatuto para que al presidente se lo elija de modo más transparente. Un mensaje sin sutilezas para Grondona, quien el 6 de abril cumplirá treinta años ininterrumpidos en el mismo despacho de la calle Viamonte.

“Sin perjuicio de que la AFA adopte medidas alternativas que logren el objetivo planteado, sugerimos que se incluya un nuevo inciso en el artículo 6 (obligaciones contraídas por las instituciones afiliadas) del Estatuto de la Asociación del Fútbol Argentino. Este inciso debería consagrar la obligación por parte de las comisiones directivas de las instituciones afiliadas a llamar a una asamblea o comicio extraordinario del cual surgiría un mandato imperativo por parte de los socios respecto del contenido del voto que emitirá el representante del club ante la asamblea, cada vez que esta tenga la tarea de elegir un nuevo presidente”, dice un párrafo del texto dirigido al propio Grondona.

La nota de la entidad cuyos referentes son la ex dirigente del club Atlanta Mónica Nizzardo y el ex juez Mariano Bergés cuenta con el apoyo de muchos socios de Newell’s y Vélez, que se pusieron a la cabeza de esta idea que pretende terminar con el círculo cerrado de asambleístas (son 49) que reeligieron al presidente de la AFA entre 1979 y 2007. “La base institucional del fútbol argentino es indudablemente la masa societaria de los clubes afiliados a la AFA. Este actor político resulta el indudablemente legitimado para la toma de decisiones”, sostiene el escrito de Salvemos al Fútbol.

Hasta ahora, los dirigentes con derecho a voto para elegir al presidente de la AFA surgen de cada comisión directiva y por lo general son los vicepresidentes. Algunos de los que respaldaron a Grondona en la última asamblea de octubre del 2007 para que continúe hasta el 2011 fueron: su hijo Julio Ricardo, presidente de Arsenal; Domingo Díaz, el vice 2 de River; Néstor Daffinotti, el vice 1 de San Lorenzo; Roberto Cruzado, el vice 2 de Huracán y, en cambio, estuvieron ausentes los representantes de Boca, Racing y Rosario Central. Independiente, representado por su actual vicepresidente Boris Lisnovsky, votó en contra de la reelección del veterano patrono de Sarandí.

“Yo no me atribuyo la idea ni mucho menos. Surgió después de la muerte de Marcelo Cejas, el hincha de Tigre asesinado en junio de 2007. Hubo una reunión en nuestra sede donde estaban hinchas de Chicago, Vélez y otros equipos. Nos preguntamos por qué tardamos tanto en hacerla y, bueno, creo que los socios sentimos que nos corresponde el derecho a votar a la persona que tiene injerencia en nuestros clubes. De ahí que presentamos el pedido para que se modifique el estatuto de la AFA”, le dijo Nizzardo a Página/12.

En Salvemos al Fútbol se vienen manteniendo reuniones abiertas en las que participan asociados de diferentes clubes para tratar el proyecto. Generalmente, los que asisten son opositores a las conducciones de turno en cada uno de los clubes.

Algo se está gestando, incluso mediante herramientas ni tan convencionales ni políticas como el sitio web de Facebook. Ahí se formó en octubre del año pasado el grupo “Hay que echar a Grondona”, que ya tiene 6283 miembros. Su creador y coordinador es Miguel Angel Manteo, quien también había ideado otra página llamada “Hay que echar a Basile”. El Coco ya no dirige a la selección, pero Grondona está muy lejos de la inestabilidad que viven a menudo los técnicos.