Martes, 19 de octubre de 2010 | Hoy
DEPORTES › OPINIóN
Por Diego Bonadeo
¿Desde cuándo son supuestamente “obligatorias” ciertas conductas que tienen que ver con las personas que tanto activa como pasivamente están, algunas involucradas –los activos– y, las más, solamente vinculadas –los pasivos– con los partidos de fútbol?
Cierto estúpido atavismo hizo que se considerara casi como una “norma” que los jugadores saluden al público adicto no solamente al entrar a la cancha, sino también al marcar un gol, al hacer un pase gol, al salir del campo de juego para un cambio y, también, al terminar el partido.
Es que una cosa es hacerlo porque así lo determinan las reglas del juego, lo que por cierto no está escrito en ningún lado, y muy otra es acostumbrar a los hinchas por demagogia berreta a saludarlos como si los que jugaran fuesen “Los Borrachos del Tablón”, “Los Abstemios de la Platea”, “La Guardia Imperial 50 años”, los que “nunca hicimos amistades” o cualquier otro grupo, sea este violento o pacífico.
La semana que pasó tuvo como epicentro de la violencia las secuelas del partido que Racing perdió con Independiente. Así las cosas, hubo aprietes para los jugadores de Racing, sin que sedicentes dirigentes, sedicentes policías, ni sedicentes “coprosedes” aparecieran para cumplir con su trabajo que justificare en un caso los mandatos de los socios y en los otros los honorarios públicos que pagamos todos.
Tampoco el domingo después del triunfo de Racing sobre Argentinos Juniors hubo alguien que impidiera que quienes siguen creyendo, pese a que aquel esperpento televisivo titulado “El aguante” ya no se emite, que existe lo que sabiamente el filósofo de Wilde, Norberto “Ruso” Verea, llamó “Campeonato de Hinchadas”.
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