Martes, 19 de octubre de 2010 | Hoy
EL PAíS › FEDERICO WENNER RECORDó ANTE EL TRIBUNAL EN QUé TRABAJABA LUIS PATTI
Hermano de Tilo, un militante de la JP que editaba un periódico y está desaparecido, Wenner contó que siempre veía a Patti vestido de civil, en un auto particular, dedicado a marcar a la gente. Entre ellos a Gastón Gonçalves, que permanece desaparecido.
Por Alejandra Dandan
Quiero agregar algo, explicó Federico Wenner antes de terminar. “Simplemente recordar que en este predio el 9 de julio de 1956 fue masacrado un grupo de compañeros peronistas en una asonada, lo paradójico es que en ese momento yo era un chico de once años que vivía a cinco cuadras de acá, y cuando vinimos al día siguiente los charcos de sangre eran tan grandes que estaban tapados con alquitrán líquido, eso a colación de lo que siguió ocurriendo en la Argentina.”
A años de los fusilamientos del ’56, ese mismo hombre volvió ayer al terreno de los basurales ahora convertido en el anfiteatro de ese sórdido descampado de José León Suárez donde se llevan a cabo las audiencias del juicio oral contra el subcomisario Luis Patti, los condenados generales Oscar Riveros y Reynaldo Bignone y el comisario Fernando Meneghini. Federico Wenner es el hermano de Tilo Wenner, propietario de la imprenta Rayo desde donde se hacía el periódico El Actual, una publicación semanal que denunciaba las persecuciones y crímenes previos al golpe militar. Federico es de alguna manera el único sobreviviente de ese diario en el que trabajaban varios militantes de la Juventud Peronista. Su hermano Tilo apareció carbonizado y con un tiro en la cabeza en el mismo camino a orillas del río Luján donde arrojaron el cuerpo de Gastón Gonçalves, cuyo secuestro, desaparición y muerte se investiga en este juicio. Federico habló del rol de “vigilancia” de Patti sobre los militantes y de su propio secuestro: el momento en el que Meneghini reprendió a Patti advirtiéndole que “con uno solo de la familia es suficiente”.
Como sucede en las últimas semanas, sólo Meneghini se sentó en el sector destinado a los acusados. Bignone y Riveros permanecieron en una sala contigua. Y Patti encadenado a su camilla dentro de una ambulancia. Las fotos de los desaparecidos y víctimas de Campo de Mayo continuaron ocupando las primeras hileras de la sala de audiencia. El sector destinado a los seguidores del Paufe permaneció vacío como repleto de fantasmas.
“A Gastón lo conocí porque integraba la Juventud Peronista de la zona norte, con muchos compañeros y mi hermano Tilo”, indicó Federico. “Gastón tenía una columna en el periódico que se llamaba ‘Los Mates de doña Eva’, y eso era una de las partes. La otra parte era la filiación política. Gastón era una excelente persona y un gran compañero.”
A pedido de la querella, Federico Wenner y el resto de los testigos hablaron de lo que fue esa militancia de Gastón. Una identidad social pero sobre todo política que empieza a estar subrayada y a ser levantada en los juicios, no sólo por los sobrevivientes, sino por los familiares. “Tengo entendido que hacía trabajos en la Unión de Trabajadores Rurales –explicó– que estaba en la Dirección Nacional de Educación del Adulto, y hacía trabajos barriales, como correspondía en un gobierno democrático.”
“¿Sufría algún tipo de persecución?”, le preguntó entonces Ana Oberlín, en representación de las querellas. “Luego de la muerte del general Perón –dijo él–, cuando por cuestiones de público conocimiento comenzó a actuar un grupo parapolicial que se llamó Triple A” empezó a observar la violencia. En la imprenta, donde trabajaba con su hermano, indicó, “siempre estaba estacionado a media cuadra, vestido de civil, en un coche particular, el señor Patti, haciendo trabajo de inteligencia. La imprenta estaba frente a la estación de Escobar donde todo era campo, él estaba en la vereda donde no había viviendas, cada dos por tres nos lo encontrábamos y evidentemente no estaba haciendo la siesta: estaba vigilando la entrada y salida de gente que iba a la imprenta”. Gente, aclaró, que eran personas de la Juventud Peronista y vecinos que iban a dejar sus reclamos.
Federico es uno de los testigos contextuales de la causa. Su relato, como la declaración de los testigos que siguieron, permitió aportar detalles sobre el rol de Patti en Escobar, su filiación con el trabajo de inteligencia y con los servicios de informaciones que prestó a los militares de Campo de Mayo, datos que deben probarse en el juicio. “Yo iba a Escobar todos los días –continuó–, periódicamente veía a Patti, pero quisiera recalcar que como oficial de policía jamás se lo vio con uniforme, siempre de civil y transitaba por el pueblo con coche particular, nada que lo identifique como policía.”
Pese a la oposición de los abogados de Patti, Federico Wenner logró contar parte de la historia de su propio secuestro, y señalar a Patti. Eso comenzó el 23 de marzo por la noche, dijo. Esa noche vio todos los vidrios de la imprenta rotos. En la comisaría de Escobar ya estaban las tropas del Ejército. “Entro a la casa de mi hermano y me encuentro con mi cuñada, ella me dice que antes del golpe, un grupo pretendió entrar por la fuerza pero en ese momento teníamos un perro bastante bravo que le dio tiempo a mi hermano a escaparse. Mi hermano era discapacitado, le faltaba el brazo izquierdo producto de un accidente. Lo primero que hice fue intentar ir a una vidriería para que me preparen los vidrios, y cuando salgo veo en un auto particular a un cabo de la policía de Escobar, de nombre Ballesteros, que me dice: ‘¿Dónde se fue tu hermano?’. Y yo me pregunté por qué pregunta por mi hermano.”
Un rato después, un amigo les dijo que Tilo estaba en su casa y por la tarde lo vieron en el taller mecánico de otro compañero. Discutieron. Le propusieron a Tilo sacarlo de Escobar, pero no quiso: “Miren –les dijo–, yo no tengo por qué esconderme”. Y agregó: “Edito un periódico, lo único que se me puede decir es que decimos la verdad”. Y la verdad en esos días era bastante brava. Diez días antes habían secuestrado a otro compañero, y la noticia había salido publicada en el diario. “Yo me voy a entregar”, les dijo Tilo y el 25 a la mañana se presentó en la comisaría de Escobar.
En la comisaría lo recibió el capitán Eduardo Francisco Stigliano. Le dijo que no tenían nada contra él, y lo mandó de nuevo a su casa. Ese mismo 25, la imprenta preparó lo que iba a ser la última publicación del periódico. La tapa era la noticia del intento de secuestro de Tilo. El diario tenía 500 suscriptores por correo, Federico los despachó y a pedido de Tilo llevó uno a la comisaría. “¿Y esto?”, le preguntó Stigliano. “Ya los repartí”, respondió. A las cuatro de la tarde, un sargento y dos cabos entraron a la imprenta con armas largas para llevarse a Tilo. “Mi hermano salió escoltado por estos tres militares, entraron en la comisaría, yo se lo comenté a mi cuñada, pensamos que se lo habían llevado para preguntar algunas cosas, ella fue a ver qué pasaba y Stigliano le dijo que se lo habían llevado a Coordinación Federal.” Fue la última vez que lo vieron.
En los primeros meses del ’77 lo secuestraron a él. La imprenta estaba cerrada. Federico seguía yendo, pero cuando iba a tomarse el tren a la estación de Escobar daba un rodeo para no pasar por la comisaría. A comienzos de marzo, Patti lo esperó en un Peugeot 504. Intentó detenerlo, pero él se metió en la casa de su cuñada. Media hora más tarde tocaron el timbre: un sargento de policía llegaba para llevárselo. Lo subieron al mismo Peugeot, con Patti al volante. “Bajamos los tres –dijo–: el sargento, Patti y yo. En el vestíbulo de la comisaría estaba el comisario Meneghini, lo llama a Patti aparte y le dice: ‘Con uno solo en la familia ya alcanza’”.
A Federico lo tuvieron unos 25 días secuestrado. En esa comisaría, donde el ex comisario Meneghini asegura que no se torturó ni se secuestró, a él lo torturaron en un cuartito, dijo. Situó a un teniente del Ejército, “acompañado por el señor Patti que miraba tranquilamente”.
Wenner mencionó finalmente un episodio del que luego también habló Orlando Ubiedo. Sucedió entre fines de 1975 y comienzos de 1976. Esa vez, el diario había publicado una denuncia de los obreros de Ford por las malas condiciones de la comida. Pocos días después llegaron cuatro autos. “Bajó un grupo de personas que eran de Smata a reclamar porque se publicó la noticia y pudimos comprobar que la concesión del comedor de Ford era de un integrante de Smata: nos robaron, nos intimidaron, lo cachetearon en cierta forma a mi hermano y la policía que estaba a veinte metros no hizo nada.” Según Ubiedo, entre esos hombres estaba disfrazado el propio Patti.
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