Viernes, 22 de julio de 2011 | Hoy
DEPORTES › LA RACHA DE PARAGUAY, FINALISTA DE LA COPA
Como lo que realmente importa para entender lo que sucede en el fútbol es el análisis del juego y no de los resultados, no vale agarrarse de la racha más obvia para disminuir el mérito de Paraguay.
Es un hecho inédito que cinco empates consecutivos determinen al finalista de un torneo internacional de esta significación, un certamen casi centenario y en el que intervienen varios campeones del mundo.
Podría haber sido distinto, por supuesto, si Venezuela se transformaba en finalista. La selección de César Farías había ganado dos partidos, ante Ecuador y frente a Chile; lo mismo hizo Uruguay, venciendo a México, en fase de grupos, y a Perú en semifinales. Pero esa también sería mera confrontación de resultados.
Lo de Paraguay pudo ser bien distinto: Brasil y Venezuela le empataron sobre la hora en los dos últimos encuentros del Grupo B, y aunque en el segundo partido a la igualdad la justificó el inexplicable quedo paraguayo, los brasileños lo empataron con un golazo (a un toque entre Lucas, Ganso y Fred) que mal pudo haberse evitado.
Habría cambiado, en ese caso, la estadística reciente de la Selección que dirige Gerardo Martino. Porque de los últimos 11 partidos oficiales (Eliminatorias, Mundial, Copa América) que disputó, sólo ganó uno. Y hace más de un año que no obtiene un triunfo en forma oficial.
Después de vencer a la Argentina de Diego Maradona en Asunción con aquel recordado gol de Nelson Haedo Valdez (poniendo al equipo argentino al borde de quedarse afuera del Mundial 2010), Paraguay superó a Venezuela como visitante en Puerto Ordaz en octubre de 2009. Y nunca más volvió a lograr dos triunfos consecutivos.
Perdió con Colombia en la última fecha de las Eliminatorias, empató 1-1 con Italia en su debut en Sudáfrica, le ganó 2-0 a Eslovaquia (el 20 de junio del año pasado) y nunca más venció: 0-0 con Nueva Zelanda, 0-0 con Japón en octavos de final (y pasó por penales), cayó 0-1 con España en cuartos, y los cinco empates consecutivos de esta Copa América.
Se insiste en el análisis de lo sucedido y no en el de los resultados.
Pero ¿no califica el juego de un equipo una racha de siete empates en los ocho últimos partidos que jugó, cinco sin haber abierto el marcador?
El enojo mal disimulado que va mostrando Martino a medida que pasan los partidos compite en crecimiento con la alegría de los paraguayos por esta campaña. Demasiado culo como para que dure, piensa el rosarino, y también lo admiten los jugadores, que si no disimulan la satisfacción por ser finalistas, reconocen la carencia de la propuesta. Pero, como dijo el Maestro Tabárez, esta es la Copa que castiga a los más audaces.
Justo Villar, el arquero al que Paraguay le debe en gran medida su clasificación a la final de la Copa América, un torneo que no gana desde 1979, sugiere que lo importante es el resultado, porque dentro de diez años nadie se acordará de cómo se logró.
La historia misma lo desmiente: ¿quién recuerda hoy con simpatía a Grecia campeón de la Eurocopa 2004, acaso la muestra más acabada del amarretismo amasado en logro? Aquel equipo de Otto Rehhagel también contaba con una defensa inviolable, pero para salir campeón ganó cuatro de los seis partidos que jugó. Tampoco ese estilo le sirvió de mucho más: cuando le tocó defender el título, en la Eurocopa 2008, perdió los tres partidos de la fase inicial; en el Mundial 2010, con el mismo entrenador, le aguantó 77 minutos a la Argentina, pero ni siquiera logró pasar a la segunda rueda.
Paraguay se clasificó a la segunda fase por la puerta de atrás, como segundo mejor tercero, pero no aprovechó la nueva chance para jerarquizar su candidatura. Por el contrario. En el partido de cuartos de final contra Brasil, patearon dos veces al arco, aunque la pelota siempre se fue desviada. Los brasileños, en cambio, remataron en 26 oportunidades. En la semifinal del miércoles, Venezuela le metió tres tiros en los palos, dos durante el suplementario; Paraguay, en cambio, no llegó nunca en todo el segundo tiempo ni en el alargue. Aquella Grecia apostaba al contragolpe y así le ganó a 1-0 a Francia, a la República Checa y a Portugal en la fase decisiva; este Paraguay piensa directamente en los penales. Y eso, desde el respeto por el juego, es imperdonable.
“En un torneo corto lo importante es ganar, no jugar bien –interpreta el lateral Iván Piris–. Si un equipo llega a una final es porque tiene alguna virtud.” Lo que es virtuoso para un equipo no necesariamente tiene el mismo significado para la salud del fútbol. Tanto Brasil como Venezuela se fueron de la Copa invictos, tan invictos como Paraguay. Acaso, el mérito indisimulable fue el de saber patear penales.
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