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La despedida de Ledesma

 Por Diego Bonadeo

Curupaytí nació hace ya varias décadas como club “de” rugby. A diferencia de otros, quizá más conocidos que eran y son clubes “con” rugby. Y en Curupaytí nació a este juego, quien para este cronista fue y es el mejor que haya visto entre los pilares centro –más que hookers–, y que después del partido que Los Pumas perdieron con los All Blacks, en los cuartos de final de la Copa del Mundo, decidió dejar de competir por lo menos en el equipo nacional.

Junto al mejor dirigente de rugby que haya conocido quien esto escribe –Pepe de la Rúa (sin parentesco con el dirigente radical)–, que murió por una deficiencia cardíaca hace ya varias décadas mientras entrenaba a la cuarta división de su club, siendo además vicepresidente de la entonces Unión Argentina de Rugby, Mario Ledesma, que de él se trata, ha sido quizá de lo más representativo que ha tenido Curupaytí en su historia.

Cierta tilinguería mediática –muy nac&pop, viste– tomó en solfa la tierna emoción de Ledesma al despedirse de Los Pumas, como si Ernesto Guevara en Atalaya, el periodista desaparecido por la dictadura Jarito Walker en Pueyrredón, Luis Zamora en Curupaytí, los descendientes de Raúl Scalabrini Ortiz en Olivos, y tantos otros mucho menos oligarcas que los tilingos que denuncian y algunos también desaparecidos por los genocidas, pertenecieran a eso que algunos llaman la “otredad”.

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