Viernes, 27 de julio de 2012 | Hoy
“Pienso que nos quedamos dormidos, luego que se está derrumbando la villa y hay que evacuar, pero después escucho ese acento inglés tan particular que le pide a Luis (Scola) su credencial. Miro otra vez el reloj. 7.50 hs. Pienso en lo dulces que serían las próximas dos o tal vez tres horas de sueño cuando, de nuevo, escucho un golpe insistente en la puerta. Abro y veo a otro sonriente colaborador diciéndome que es del control antidoping. Viene a buscar a otro del equipo. Cuando me pide la credencial me hace dudar, pero claro, son ingleses y el básquet no es su deporte. Le pregunto a quién busca, pero insiste en pedirme la identificación olímpica, pienso inmediatamente que ‘estoy al horno’. Al mostrársela escucho la frase que definitivamente no quería escuchar habiendo vaciado completamente mi vejiga dos minutos antes: ‘Señor, me tiene que acompañar’. Dos horas y dos litros de agua después, sigo en la salita junto a dos coreanas, dos ecuatorianos, tres chinos, dos rusos, dos mongoles y sin ganas de hacer lo que me piden que haga.” (Textual de Emanuel Ginóbili sobre el antidoping sorpresa al que fue sometido.)
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