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En tiempos en los que João Havelange presidía la FIFA parecía sugestivo que la selección brasileña –como si lo necesitara– resultara “favorecida” en varias ruedas finales de Copas del Mundo con sorteos supuestamente digitados para que los otros tres rivales de grupo –o por lo menos dos de ellos– fuesen razonablemente “accesibles”.

Pero el fútbol suizo, a diferencia del brasileño, parece sí necesitar de alguna “ayuda” para tener más aliviado el camino. Y aquí aparece en escena el sucesor de Havelange, Joseph Blatter, nacido casualmente en Suiza el 10 de marzo de 1936.

Es que al analizar sin demasiada minuciosidad la distribución de selecciones europeas, en las zonas eliminatorias para el Mundial de 2014, uno se encuentra con que Suiza compartía su grupo con Islandia, Eslovenia, Noruega, Albania y Chipre. Y que el combinado que escoltó a Suiza que ganó el grupo es el de Islandia que, que se sepa, no tiene demasiados pergaminos en torneos del mundo ni en competencias internacionales, y que como segundo enfrentará a Croacia para ganar un lugar para el Mundial de Brasil.

Antes, Havelange. Ahora, Blatter.