Domingo, 28 de junio de 2015 | Hoy
DEPORTES › LA GRAN PREOCUPACION DEL DELANTERO ARGENTINO Y DE LA SELECCION
Se cansa de convertir tantos en el Barcelona, pero con la camiseta argentina la pelota no quiere entrar. En la Copa América marcó apenas un solo gol y de penal, y la ansiedad evidente por conseguir el título parece jugarle en contra.
La alegría de Lionel Messi por la clasificación de Argentina a las semifinales de la Copa América, que lo acerca un paso más a su meta de conquistar su primer título en la Selección mayor, se ve opacada por la dificultad que encuentra para anotar. “Lo que me cuesta hacer un gol con la camiseta de la Selección Argentina”, se lamentó tras la angustiosa clasificación frente a los colombianos. La sequía que afronta la Selección, aquejada por problemas de definición desde el arranque de la Copa, con apenas cuatro goles en cuatro partidos, se patentiza en la impotencia de Messi –que anotó sólo un gol en el partido debut ante Paraguay, pero de penal– para concretar las situaciones que se le presentan.
El astro, acostumbrado a marcar decenas de goles y quebrar records históricos en la materia jugando para el Barcelona, no puede embocarla en la Copa América, y no porque carezca de oportunidades: se contabilizan 7 disparos suyos al arco frente a Paraguay, 2 contra Uruguay, 4 contra Jamaica y 5 ante Colombia. Salvo contra los uruguayos, cuando lo superaron Agüero y Di María, Messi es el futbolista argentino que más presencia acusa en el arco. Sin embargo, la pelota no entra.
El factor anímico parece ser un condicionante fuerte en esta circunstancia, en la que todo el equipo –pero especialmente Messi, un cúmulo de emociones enjauladas– espera ganar el título. La ansiedad puede estar jugando un papel negativo a la hora de la definición, como pareció mostrarlo Messi en la situación más clara de gol que tuvo a lo largo de los 90 minutos que jugó contra Colombia.
Sucedió a los 26 minutos, cuando cabeceó un rebote que le dio el arquero David Ospina al rechazar un remate de Sergio Agüero. Lo que la jugada pedía allí era un cabezazo esquinado, contra el envión que llevaba el arquero, pero Messi –acaso dominado por la desesperación momentánea de querer meter la pelota dentro del arco– eligió el frentazo violento en la dirección que llevaba Ospina, a quien se le facilitó así tapar la reacción. “Ni lo vi que se levantó, pensé que seguía en el piso y pensé ‘lo aseguro y la emboco’. Pero cuando lo vi me quería matar”, aseguró Messi, preocupado, tras el partido. Esa angustia, a la que alimenta la urgencia por lograr el campeonato, contrasta con la frialdad con la que suele definir en el Barcelona, equipo con el que ya ganó todo y en el que, a diferencia de lo que sucede con la Selección y los hinchas argentinos, es indiscutible.
Desde 2005, cuando Messi debutó con la Selección, Argentina jugó 67 partidos oficiales, en Eliminatorias, mundiales, Copas América y Copas Confederaciones, pero sólo ganó 17 por una diferencia superior a un gol. No es un problema nuevo, y los 22 años que lleva sin conquistar un título pesan mucho más de lo evidente.
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