Domingo, 28 de junio de 2015 | Hoy
DEPORTES › EL MUNDO DEL FUTBOL, SORPRENDIDO
La imagen mezquina, agresiva y deslucida con la que Colombia dejó la Copa América contrastó con lo que había mostrado en el Mundial y con lo que siempre pregonó su entrenador.
Apenas 357 días después del adiós al Mundial de Brasil con una campaña sin par en la historia del fútbol colombiano, pues por primera vez llegaba a cuartos de final, en esta misma fase pero de la Copa América acabó el otro sueño del país depositado en José Pekerman y sus jugadores. Once meses y veintidós días pasaron desde que James Rodríguez abandonó llorando el estadio Castelao tras la eliminación ante Brasil. El 4 de julio del 2014 hubo un reconocimiento unánime a quien terminó siendo el máximo goleador, con seis tantos, y al desempeño de su selección, que ganó cuatro de sus cinco encuentros, marcó doce tantos y apenas recibió cuatro.
La edición 44 de la Copa América despidió el 26 de junio en Viña del Mar a la selección colombiana integrada por muchos de aquellos jugadores, pero esta vez la gloria no compareció al acto. Del equipo goleador de antaño, quedó un grupo de nombres con cartel al que se sumó Radamel Falcao García, ausente por lesión de la cita mundialista, pero que aún no adquiere su forma.
Pero en cuatro partidos, tres de la fase de grupos y uno de cuartos de final, apenas marcaron un gol, y gracias al central Jeison Murillo, el que mejor pinta para suceder a Mario Yepes.
Es cierto que Pekerman perdió soldados por el camino: por sendas lesiones quedaron fuera de la lista de veintitrés convocados los volantes de primera línea Freddy Guarín y Abel Aguilar; por sanción no llegó a la cita con Argentina Carlos Sánchez, y una rotura de ligamento cruzado de la rodilla derecha sacó de carrera a Edwin Valencia, a quien otra lesión ya le impidió ir al Mundial.
Aguantar un empate sin goles con la Argentina en tiempo reglamentario con un equipo hecho una colcha de retazos por las dos bajas en la mitad de la cancha y los múltiples cambios posicionales pareció lo más indicado ante semejante cuadro. Pero dejó un mal sabor en el país ilusionado.
“Colombia, sin fútbol ni milagro en la Copa América”, tituló El Tiempo de Bogotá. “La suerte, los milagros y una noche heroica y de película de David Ospina no fueron suficientes. Luego de 90 minutos de suspenso y de una eterna y fallida tanda de penales, Colombia acabó su sueño en la Copa América.” El balance del diario concluyó que lo excelente de Colombia en la Copa América fue la capacidad del zaguero Jeison Murillo (que se adueñó del puesto que dejó vacante Mario Yepes), que lo bueno fue el nivel de Ospina, que lo malo fue la falta de brillo de figuras como James Rodríguez y Juan Cuadrado y que lo reprochable fue salir del torneo con sólo un gol a favor.
“Salió Colombia de la Copa América, pero más que la eliminación queda una inmensa preocupación por el bajísimo nivel mostrado por muchos jugadores y por el fútbol poco vistoso, sin chispa, sin ideas y sin ambición que exhibió el equipo, muy distante al que enamoró al mundo en Brasil 2014” consideró El País de Cali.
A Pekerman le queda la convicción de que para la preparación final de las Eliminatorias del Mundial que comienzan en octubre tiene un excelente arquero, David Ospina; y dos centrales fiables a partir de Murillo, la revelación, y el sobrio Cristian Zapata. El técnico argentino pidió paciencia para su equipo porque sigue “en crecimiento”. Pero la imagen mezquina que dejó tardará en borrarse.
Para Falcao, lo que sucedió fue “más mérito de Argentina que error de Colombia. Creo que Argentina hizo un gran partido. Ellos tienen un poderío ofensivo que por ahí nos superó en gran parte”, arriesgó.
“Nos encontramos una gran selección que salió a atacar, que generaba ocasiones de gol, que iba al frente. Hay que resaltar ese trabajo de Argentina –reconoció el arquero Ospina–. Hay que seguir mirando para adelante, Colombia es una selección con un gran futuro, hay que aprender de esto.”
Pero mientras Pekerman resuelve misterios y ajusta piezas, tendrá que lidiar a la vez con el nerviosismo de un país que se desborda en los tiempos buenos y pierde la cabeza en los que no lo son tanto.
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