DEPORTES › OPINION
Silbidos injustos
Por Daniel Guiñazú
Sonaron injustos, abusivos, los silbidos que despidieron a Jorge Rodrigo Barrios en su reaparición, el sábado por la madrugada en Rosario. Después de su épica derrota ante Acelino “Popo” Freitas en Miami por el título mundial superpluma de la OMB, la Hiena reapareció con una clara victoria por puntos en fallo unánime ante el experto santafesino Claudio Víctor Martinet. Su actuación estuvo a mitad de camino entre el brillo y la decepción. Pero como la mayoría del público que concurrió al estadio cerrado de Newell’s Old Boys supuso de antemano que Barrios arrasaría con rapidez a Martinet y se anotaría un triunfo sin riesgos por fuera de combate, las quejas y las protestas brotaron sin razón ni medida.
Es preciso decirlo sin dejar dudas: esta vez, los rosarinos equivocaron su reprobación: aunque alejado del primer nivel y con más pasado que futuro, Martinet (58,900 kg) era, a priori, un probador exigente e incómodo. Y supo serlo en las tres cuartas del combate. Petiso, zurdo, buen caminador del ring, pícaro para sorprender con su izquierda en contraataque, el santafesino hizo valer su oficio para deslucirlo a Barrios (58,900 kg) y también para superarlo de a ratos. Su movilidad y rapidez le mezclaron los papeles a la Hiena que nunca encontró la medida desde donde pelear.
A falta de mejores recursos técnicos, Barrios hizo diferencias a partir de su vigor. Y ese vigor le posibilitó derribar dos veces a Martinet (en el 4º con una derecha recta que tomó mal parado al santafesino y en el 6º con un gancho de izquierda al hígado y una derecha cruzada a la cabeza). La Hiena fue el mismo de siempre y por eso, sus virtudes y sus defectos no deben extrañar. Eso sí: da la impresión de que su crecimiento está estancado y que necesita una exigencia nueva en su rincón. Su maestro de siempre, Horacio García, decidió dar un paso al costado por sus problemas de salud. Quizá sea el momento justo para el cambio. Para aspirar a una nueva chance por un título del mundo, Barrios debe acumular horas de aprendizaje que lo pongan a salvo de rivales ingratos.