Jueves, 25 de febrero de 2016 | Hoy
DEPORTES › OPINIóN
Por Diego Bonadeo
Poco más de una década atrás, el juez Víctor Perrotta afirmaba que prácticamente ningún estadio de la Capital y del Gran Buenos Aires estaba en condiciones de ser habilitado, de acuerdo con las reglamentaciones municipales. Por entonces, las principales irregularidades estaban vinculadas con defectos u omisiones estructurales que hacían peligrar la seguridad de los espectadores.
Pese a lo dicho por el juez, nada se modificó al respecto, de acuerdo con que “el espectáculo debe seguir”, según las órdenes emanadas desde el sillón de la presidencia de la AFA y del anillo de Julio Grondona: “Todo pasa”.
A los gravísimos accidentes de los últimos tiempos, que incluso costaron vidas y que pareciera que solamente dejaran como secuelas minutos de silencio al comienzo de los partidos, por estas horas se agrega el episodio que tuvo como protagonista al jugador de Unión de Santa Fe García Guereño (el lunes a la noche, en el empate 1-1 de su equipo ante San Martín). Hay quienes afirman que chocó contra un grupo electrógeno al costado de la cancha, mientras hay quienes insisten que cayó contra un grifo de los que habitualmente usan los bomberos.
En cualquier caso, tanto que haya sido un grupo electrógeno o un grifo, como en los casos de los muros cercanos a los laterales de las desgracias anteriores, conviene recordar lo dicho hace años por el juez Perrotta.
Que de una vez por todas, los que deciden –vaya uno a saber quiénes son– entiendan que tampoco en esta cuestión la inseguridad no es una sensación.
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