Marcelo Gallardo afrontará mañana su partido número cien al frente del primer equipo de River. Lo hará en el tercer encuentro del Grupo 1 de la Copa Libertadores ante The Strongest, líder de la zona, en el estadio Hernando Siles de La Paz, a 3600 metros sobre el nivel del mar. El duelo resulta de suma complejidad, mucho más si se considera el flojo presente futbolístico que arrastra el conjunto de la banda. Porque el entrenador todavía no consigue amalgamar una formación confiable ni reencontrar aquella identidad que supo imprimirles a los jugadores con los que logró la Copa Sudamericana 2014, la Recopa 2015, la Libertadores 2015 y la Suruga Bank. Incluso alcanzó una copa Euroamericana ante Sevilla, aunque no fue oficial y por lo tanto no se contabiliza en su registro. Los números ratifican esta tendencia: en sus primeros 70 partidos consiguió cerca del 80 por ciento de eficacia y en los últimos 29 juegos alrededor del 40.

Basta asistir una vez al Monumental. Escuchar el clamor popular y la ovación que retumba desde los cuatro costados para darse cuenta de que el ídolo de la hinchada, desde un tiempo a esta parte, es el propio Marcelo Gallardo. Aquel enganche exquisito, multicampeón en su época de jugador, que en mayo de 2010 no pudo despedirse en el campo de juego por decisión de Angel Cappa, llegó al banco de suplentes, a mediados de 2014, para repetir y superar las conquistas que tuvo en su etapa de futbolista.

Evidentemente lo consiguió. Porque llevó a River a lo más alto del mundo futbolístico, donde sólo tropezó con Barcelona, en la final del Mundial de Clubes. Sus números marcan un total de 47 partidos ganados, 32 empatados y 20 perdidos. La espectacularidad del comienzo perdió terreno a medida que las consagraciones derivaron en la pérdida de algunos de sus interpretes más destacados: como Ramiro Funes Mori al Everton, Ariel Rojas al Cruz Azul de México, Teófilo Gutiérrez al Sporting de Lisboa, Carlos Sánchez a Monterrey y Matías Kranevitter al Atlético de Madrid, de Diego Simeone.

Por falta de recursos económicos, escaso timing para decidir el momento oportuno para propiciar el regreso de viejas glorias y bajos rendimientos individuales de algunos jugadores que llegaron como figuras desde sus clubes de origen, como Nicolás Bertolo, Gonzalo Martínez o Milton Casco, el éxodo no fue bien cubierto. A excepción de Lucas Alario, un goleador de 23 años que ya festejó goles que justificaron su incorporación. Sin embargo, la pelota debe seguir rodando. Por eso el entrenador dispuso una conversación profunda con el plantel, en el círculo central, para recuperar la senda exitosa en la Copa. En ese sentido, incluyó a Leonardo Pisculichi y a Eder Alvarez Balanta, recuperados de sus lesiones, en la lista de convocados para el trascendental duelo ante el conjunto paceño, que suma seis puntos y se hace muy fuerte de local gracias a la altura. En cambio, Gonzalo Martínez y Leandro Vega, que no aprovecharon sus chances, no se subirán al avión para apoyar a un equipo que tiene cuatro unidades y necesita sumar para alejarse de San Pablo, que marcha tercero con un punto. Rezagado, sin puntos, aparece Trujillanos de Venezuela.