DEPORTES › LA CURIOSA ACTUALIDAD QUE ENVUELVE AL LIDER DEL TORNEO CLAUSURA

Talleres es un fabuloso chiste cordobés

Es puntero, pero el presidente se esconde para que no lo insulten, a uno de sus goleadores estuvieron a punto de desalojarlo, no salió de la convocatoria de acreedores impuesta en 1992, y si el campeonato terminase ya, sería campeón, jugaría la Copa Sudamericana y la Promoción...

 Por Gustavo Veiga

Los duendes de Willington, Valencia y el Hacha Ludueña vienen bajando desde las sierras. Tienen otros nombres, aún están lejos de quedar en la historia, pero quieren ser parte de ella. Talleres, el solitario y demoledor líder del torneo de Primera, se nutre de una savia futbolera extraña, que combina experiencia, revelaciones inesperadas y una insólita capacidad para sobreponerse a las adversidades. Tan sorpresivo resultó su arranque en las tres primeras fechas que ni su presidente sale del asombro: “A pesar de las tres victorias, yo me sigo escondiendo para que no me insulten...”, confió Carlos Dossetti después de la goleada contra Colón en un estadio Córdoba visitado por 30 mil almas.
La resurrección del equipo no es menos curiosa. Talleres había comenzado la temporada 2003-2004 con el peor promedio de todos, lejos de Nueva Chicago y Chacarita (los rivales que tenía más a mano) y casi condenado de antemano a recorrer de nuevo los sábados. Permaneció en el descenso directo toda una rueda –pese a la buena campaña con José Omar Pastoriza–, pero ahora empezó a sentirle el gustito a la Promoción y sigue hacia arriba, con el aire que tomó en los valles de Córdoba. Los muchachos de Juan José López han puesto de pie a este “grande” del interior y hasta despiertan risueños elogios de sus hinchas más caracterizados.
Luis Juez, el pintoresco intendente de la capital mediterránea, se despachó a gusto en la edición de ayer del matutino La Voz del Interior. Refiriéndose al uruguayo Víctor Píriz Alves, un ignoto delantero que llegó desde Tacuarembó y se ganó a los hinchas en base a una buena dosis de temple combinada con goles en serie, escribió: “...es maravilloso el moreno, parece endemoniado. Habría que conseguirle un bondi de la TAM y un pase para las Ponce, así baja un poco los decibeles...”. ¿Qué son las Ponce? Un conocido lupanar de Córdoba. Juez acaso ni se enteró que hace un puñado de días casi desalojan del hotel donde vivía al jugador que elogió con un lenguaje tan chabacano. Cuando se disponía a hacer las valijas, los directivos levantaron la cuenta.
Este Talleres versión siglo XXI ni siquiera tuvo un inicio de campeonato como el actual en sus gloriosos años ‘70. En aquellos tiempos, con el emprendedor Amadeo Nuccetelli en la presidencia, la sombra ominosa de Luciano Benjamín Menéndez como principal respaldo político y un equipo que seducía con su juego franco y lujoso, no pudo coronarse cuando disponía la mesa servida para ser campeón. Independiente, conducido por Ricardo Bochini y con apenas ocho jugadores, le ganó la final del campeonato Nacional de 1977 que terminó de disputarse el 25 de enero del año siguiente. Nada menos que en Córdoba y cuando a Luis Galván, Ocaño, Valencia, Bocanelli y compañía les alcanzaba con un empate sin goles para dar la vuelta olímpica.
Las frías estadísticas también indican que no era líder de un torneo desde 1992 –en compañía de otros equipos– y que jamás, en las tres fechas iniciales, se había adueñado en exclusividad de la punta. El lema que acuñó J.J. López para expulsar los malos augurios que tenía el equipo antes de su llegada es “vamos final a final”, como si parafraseara a su amigo Reinaldo Merlo, el mismo que patentó una frase que se metió para siempre en la historia de Racing: “Paso a paso”.
Talleres va ganándole la pulseada a los pájaros de mal agüero en el terreno deportivo, pero no ocurre lo mismo con su situación económica. El club todavía no terminó de cancelar un concurso de acreedores iniciado en 1992 durante la presidencia de Miguel Srur, mientras los dirigentes estudian la convocatoria a uno nuevo, que no podría instrumentarse hasta que se salde totalmente el primero. Las deudas con el entrenador de su paso anterior por la institución, y también con el plantel profesional, son siderales. Y Futbolistas Argentinos Agremiados le reclama incluso por inhibiciones nunca pagadas. Asimismo, Talleres ha tenido que malvender por partes a decenas de juveniles y sale de un litigio para entrar en otro. Sin embargo, esto poco parece importarle al puntero que hace de a cuatro goles por partido en el Clausura. Con un esquema elástico que se apoya en la regularidad de Marcos Gutiérrez como arquero, en la seguridad de Julián Maidana, la ductilidad de Maximiliano Salas para marcar y jugar, la habilidad de Luciano De Bruno y la potencia de los dos “grandotes” que tiene arriba, Aldo Osorio y Víctor Píriz Alves, Talleres, hasta acá, gusta y golea. Además, le falta que se vaya acoplando de a poco Mauricio Serna y todavía no cuenta con Juan Pablo Avendaño, un defensor veloz y de muy buen juego aéreo, que está lesionado.
Los dirigentes se entusiasman porque piensan que, si se mantiene la buena campaña, aparecerán más sponsors y las cuentas no serán tan difíciles de saldar. Los hinchas volvieron a creer en el equipo y, si todo sigue así, el Chateau les quedará chico. En Córdoba, pese a que el descenso acecha y nadie se hace el distraído, se edulcoraron con la muy buena campaña y ya piensan que todo es posible. ¿Volver a jugar una Copa Sudamericana? ¿Pelear el campeonato hasta el final? Quizás...
En cualquier caso, esta racha triunfal le inyectó a Talleres el inconfundible oxígeno serrano que tanto necesitaba para no caerse de la tabla.

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De Bruno, Píriz Alves y Osorio, el tridente goleador del puntero del Clausura.
 
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