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Una movilización muy ordenada acompañó el discurso desde la plaza

El PJ bonaerense sacó a parte de su tropa a la calle, pero no en la magnitud prometida. En la Plaza del Congreso convivieron sin conflictos con los convocados por el kirchnerismo. A la salida, el Presidente se zambulló entre la gente que siguió en la calle su discurso.

 Por Martín Piqué

Hasta ese momento no se habían visto demasiados indicios ni de euforia ni de aprobación. Detrás de la valla que separaba la Plaza del Congreso de la avenida Entre Ríos, los manifestantes escuchaban el discurso que salía por los parlantes sin muchos aplausos ni gritos de fervor. Se escuchaba al Presidente hablar de “sustentabilidad interna” o conceptos como ése, y salvo un atento cuarentón canoso que anotaba en un cuaderno de espiral, el público seguía los hechos con bastante pasividad. Pero algo cambió cuando Néstor Kirchner dejó el papel e improvisó una arenga dedicada a quienes lo esperaban afuera, bajo el sol. “Quiero desde este honorable Congreso pedirle al pueblo argentino que me ayude, pedirle que me acompañe, que nos dé la fuerza espiritual ante los momentos más difíciles”, se escuchó en la plaza. Y ahí sí se escuchó la primera ovación fuerte para Kirchner, la que el Gobierno había ido a buscar.
En ese punto el objetivo se había cumplido. El propio Presidente le dijo al subsecretario general de la Presidencia, Carlos Kunkel, que estaba contento con cómo había salido todo. Pero no había tanta satisfacción por el número. La multitud sólo llenó el sector delimitado por Entre Ríos y Solís, mientras que grupos de gente suelta se distribuyeron por el resto de la plaza, y sobre todo el monumento, con la esperanza de ver a Kirchner si se asomaba después del discurso. “Fue justa, pero no alcanzó como para descorchar champán”, analizó un dirigente porteño del PJ alineado con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández.
La respuesta a la convocatoria impactó sobre la interna de los sectores convocantes. El PJ bonaerense no cumplió con su promesa de aportar veinte mil personas por sí solo. Ocupaba el centro de la plaza, con su gente mezclada con los afiliados de varios gremios, como los judiciales, los portuarios, los camioneros y el Encuentro de Gremios Solidarios. En primer momento, era difícil distinguir a qué municipio pertenecía cada grupo, porque los bonaerenses habían cumplido con el mandato de Kir-chner de no llevar pancartas de intendentes o de distritos.
Algunos no respetaron la orden, como la gente de Lanús, que desplegó una bandera con un dibujo del veterano Manuel Quindimil y la leyenda “Quindimil, nuestro ejemplo a seguir”. También se vio una enorme bandera que publicitaba al intendente de La Plata Julio Alak, y que causó problemas a los camarógrafos de TN y Crónica TV. Haciendo gala de una sofisticada argumentación, los jóvenes que portaban el estandarte supieron lidiar con los ruegos de un fotógrafo: “Dejate de joder o te rompo la cara”. A pocos metros, un grupo de mujeres de la unidad básica Sudor y Trabajo, de Merlo, vivaba a la esposa del Presidente que saludaba antes de ingresar al Congreso. “Eh, Cristina..., viva Cristina”, gritaban.
En primera fila, sobre las vallas, se destacaban dos banderas que estaban justo en el lugar más visible desde las escalinatas del Congreso. “Primero la Argentina”, decía una. La otra insistía “Primero la patria”. Habían sido colocadas por orden de Hugo Curto (Tres de Febrero) y Julio Pereyra (Florencio Varela), los intendentes del conurbano de mejor relación con Kir-
chner. Las dos banderas no tenían identificación, sólo un tímido “Florencio Varela” en letras chiquitas. En ambos casos, tal vez por la cercanía con el Presidente, sí habían cumplido con el pedido de no hacer proselitismo de nombres propios. En el sector ocupado por el PJ bonaerense, había gente de Berazategui, Hurlingham y La Matanza, pero no se veía las apiñadas muchedumbres de otros tiempos.
Si el centro de la plaza estaba reservado a la provincia, la calle Rivadavia estaba monopolizada por los piqueteros de la FTV de Luis D’Elía, que aportaron una de las columnas más numerosas. No fue tanto eso lo que llamó la atención, sino que estuvo más ordenada que los grupos del PJ bonaerense. El resto de la concurrencia, descontando las presencias espontáneas, pertenecía a las corrientes kirchneristas que se agruparon sobre la avenida Callao, bajo la cúpula de la confitería Del Molino.
En ese lugar había aparecido desde muy temprano una bandera que contradecía los gustos presidenciales y provenía de su riñón más cercano. Decía “Kirchner Presidente, Alberto Fernández en la ciudad” y había sido colocada por el grupo de dirigentes del PJ porteño que postula al jefe de Gabinete como el natural sucesor de Aníbal Ibarra. Aunque sobre Callao también estaban los militantes del Grupo Confluencia, del Grupo Michelángelo y de la Corriente Peronista Federal, los espacios del “kirchnerismo político” que lanzarán en conjunto el Frente por la Victoria el próximo 11 de marzo. Allí se escuchaban comentarios de sorpresa porque la presencia del PJ bonaerense no era tan masiva como hacían suponer los días previos.
Volviendo al centro de la plaza, no se escuchaba allí ningún comentario sobre una eventual interna con los sectores kirchneristas. Desocupados, amas de casa, jóvenes en cueros con tatuajes “tumberos” y fanas de la cumbia villera, punteras políticas que se deshacían en elogios para Kirchner y para su conductor político, todos ellos se esforzaban por ver de cerca al Presidente y a su esposa. Y se alegraban con sólo tocarlo. Ninguno hablaba de disidencias o rencores con los kirchneristas que se lanzarán en Parque Norte. Donde sí se hablaba de eso era detrás de las vallas, donde un grupo de intendentes caminaba junto a la vicegobernadora Graciela Giannettasio. Felipe Solá, en cambio, había llegado caminando por Rivadavia acompañado por Kunkel, uno de los personajes más odiados por el duhaldismo. Ajena a esas minucias, la gente que estaba en la primera fila, y que alcanzaba a escuchar el audio de los parlantes, festejaba con asombro las críticas de Kirchner a los “organismos internacionales insensibles a las realidades de nuestros hermanos”.

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La consigna de llevar sólo banderas argentinas relegó a segundo plano las pocas banderas sindicales y del PJ.
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