DEPORTES › CENTRAL LO GOLEO 4–1 EN AVELLANEDA
Independiente, como el diablo
Volvió a jugar mal, volvió a perder, y se fue insultado por sus hinchas. Gallego podría arreglar su llegada en la semana.
El pitazo final de Daniel Giménez no contribuyó a atenuar la dimensión infernal del malestar. Los hinchas de Independiente insultaban desde hacía casi una hora en continuado, anticipándose al hecho consumado: su equipo, conducido anoche por una dupla interina, volvió a perder; sólo sumó un punto de los últimos 21 y está varado en el fondo de la tabla. Américo Gallego es el entrenador más cercano al desembarco –si arreglan las cuentas, el Tolo ya pidió cinco refuerzos– pero la esperanza a futuro no compensa las amarguras del presente. La goleada de Central fue justa. “¿Cómo Independiente no va a hacer agua en el fondo si tiene a Villavicencio?”, se preguntó en la lluvia torrencial un hincha que intentó usar el chiste como escapismo de la decepción. Era cierto: dos distracciones de la zaga central roja provocaron que antes de los 20, el local estuviera perdiendo ya por dos goles de diferencia:
- A los 6, Erroz lanzó un centro bombeado al corazón del área de Independiente. Ni Villavicencio ni Páez tomaron a Figueroa, que les ganó en el salto y cabeceó por encima de Albil, demasiado adelantado, hacia el gol.
- A los 18, De Bruno le puso el pelotazo en profundidad al goleador centralista, aprovechando la siesta que se apuraban los zagueros. Figueroa quedó solo con Albil y ante el achique la tocó con la cara externa del botín izquierdo.
Independiente componía una patética imagen de la desorientación. Aun los buenos jugadores que tiene el equipo rojo, como Matías Vuoso, caminaban erráticos la cancha, desconcentrados, sin articular un movimiento coordinado ni en defensa ni en ataque. Esa impotencia encontraba eco en los hinchas, que a la media hora ya insultaban a los técnicos interinos, Alberto Tardivo y Guillermo Ríos, como si tuvieran alguna responsabilidad en el triste presente rojo. Los golazos de Cappelletti en el final, después de toques, tacos y lujos, no alteró nada: el incendio ya era total. Ni el descuento de Vuoso, con un fuerte remate bajo, trajo alivio.