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Casi sin margen para equivocidades, el cambio de postura de Joseph Blatter, el “capo di tutti gli capi” (¿se escribirá así en italiano?) de la FIFA, está vinculado –cuándo no– a los benditos peajes, respecto de adoptar tecnología para resolver casos de jugadas dudosas.
Con un mensaje supuestamente futbolero, el comandante en jefe de la corporación, de la que Julio Grondona es algo así como responsable del Estado mayor, decía que no está previsto introducir la tecnología en el arbitraje porque destruiría la emoción, elemento esencial del fútbol. Y agregaba, tres años atrás, en el 2002: “... hay que saber vivir con los errores, que forman parte inseparable de este deporte”.
“No pasa un día sin que la tecnología progrese y nosotros, por lo tanto, tenemos la obligación de probar aquella que pueda ser utilizada en el fútbol”, reflexiona ahora, tres años después, cuando parece que la pelota con microchip volverá estériles algunas de las repeticiones auspiciadas para la tele, por algunas de las vaciadoras de los ahorros de los jubilados argentinos, esto es las AFJP.
Lo que quizá provoque alguna discusión en Zurich es la manera de cobrar el peaje que la “tecnología” pagará por el cambio de postura y, quizá también, cómo repartirlo.
De todos modos, por lo menos en Suiza, seguramente se contará solamente la historia oficial, ya que, por ejemplo, hace un par de años, una biografía no autorizada de Blatter, escrita por el británico David Yallop (el mismo que hace dos décadas pormenorizó las circunstancias en que murió Juan Pablo I, con responsabilidades, entre otros, de el ex guardaespaldas de Juan Pablo II y cinturón negro de karate monseñor Marcinkus, más otros miembros de la mafia y de la logia Propaganda Due), fue rápidamente escabullida de las librerías de los cuatro cantones suizos, tal como sucedió en la Argentina, dos años atrás y en la Feria del Libro, con la biografía no autorizada de Daniel Hadad que escribieron con data fehaciente Javier Romero y Romina Manguel.