Domingo, 20 de enero de 2008 | Hoy
DEPORTES › ENTREVISTA CON ALEJANDRO MARON, PRESIDENTE DE LANUS
El titular del campeón da la clave de un club exitoso, tanto en lo deportivo como en lo institucional. “El torneo fue una bisagra importante porque nos permite abrir la puerta para mostrar logros que al gran público no le llegaban.”
Por Gustavo Veiga
Presidente del club Lanús desde los 35 años, descendiente de libaneses –sus abuelos provienen de El Chouf–, abogado y vecino de costumbres austeras, Alejandro Marón es de esos dirigentes que abre la puerta de su despacho sin saber bien quién la golpea. Ahí, entre algunas distinciones recientes, un trofeo del Vasco da Gama de Brasil y una camiseta original de Héctor Guidi conservada bajo un vidrio, aún recibe felicitaciones por el reciente título de campeón, el primero de la historia si no se cuenta la Copa Conmebol, ganada en 1996, pero bastante menos significativa.
Marón está persuadido de que el logro conseguido por Ramón Cabrero y sus jugadores “sirve para asegurar generaciones de hinchas para el futuro” y lo dice él, que justo perteneció a una camada de simpatizantes que pasó su infancia y adolescencia penando con el equipo entre los torneos de Primera B y C. “Llegábamos a hacernos de Lanús por el entorno familiar, que no podías esquivar por el barrio. Nos lo metían en la cabeza. Como diciéndote, no te queda otra. Y mis amigos me preguntaban si estando en la C no tenía otro club en la Primera A”, recuerda.
–Desde el 2 de diciembre, el día en que se consagraron campeones, ¿qué conclusiones sacó de semejante éxito, el primero en 93 años?
–El título en algún momento iba a llegar y se dio hace un mes y medio. Todavía no tengo real noción de lo que pasó. Porque se debían dar varias cosas que, en un club como Lanús, no resultaban fáciles. De hecho, pasaron tantos años, aunque se venía trabajando en pos de ese objetivo.
–¿De qué modo el club está capitalizando el título?
–Es un salto, una bisagra importante porque nos permite abrir la puerta para mostrar un montón de logros que al gran público, incluso al gran público de la ciudad, no le llegaban. Que hoy, la gente o el periodismo rescaten lo social, las obras de infraestructura, todos los servicios que puede brindar la institución, es clave para nosotros. La pileta climatizada, las catorce canchas de tenis, el centro aeróbico, la colonia de vacaciones... Todo eso estaba con o sin el campeonato. Ahora se hizo más visible. Pero existía cuando jugamos la Promoción en el 2002 con Huracán de Tres Arroyos y en este momento con el título.
–¿Cuántos socios tiene hoy Lanús?
–Veintisiete mil, entre vitalicios y socios activos.
–Y en el rubro específicamente futbolístico, ¿los beneficios están más a la vista?
–El hecho de salir campeón te cotiza un poco más a los jugadores, aunque no es lo mismo que venga a buscar uno el Liverpool de Inglaterra o un club de México. Nosotros no tenemos urgencia de salir a malvender. Se fueron Ribonetto a Rosario Central y Manicero a Racing. Pero queremos mantener al grupo mayoritario de jugadores que ganó el campeonato, aunque somos conscientes de que vivimos en la Argentina y éste es un país vendedor de futbolistas.
–No pueden quejarse con los beneficios que arrojó invertir recursos en las divisiones inferiores.
–Sí, porque este proceso pasó a ser cautivante para el chico o el padre que lo lleva a Lanús, porque acá tiene chances de ser tenido en cuenta y jugar. En 2007, el club probó a 4500 jugadores para los seis equipos de las respectivas categorías de la AFA. Es un número, ¿no?
–¿Cuánto le atribuye a Ramón Cabrero en la concreción del sueño de todos ustedes, los socios, hinchas y dirigentes?
–El empezó en Primera con la idea de estar un tiempo y después volver al fútbol juvenil. Tuvo dos o tres amagues en el medio para volver a las divisiones inferiores, pero luego se arrepintió y siguió con los profesionales. Antes del partido que le ganamos a San Martín de San Juan, en el último campeonato, arreglamos un vínculo por dos años más, en la función que fuera. Como entrenador de la Primera o del fútbol juvenil. Su contrato vence en diciembre de 2009, cuando termina nuestro mandato como comisión directiva. No queremos comprometer al que venga después. Aunque a Cabrero le dimos la palabra de que si le salía algo cautivante de México o España, lo íbamos a liberar.
–Su suegro, Carlos González, fue presidente de Lanús. Hubo otros en su puesto que también hicieron las cosas adecuadamente en lo social o institucional, pero no salieron campeones. ¿A qué se debió su éxito deportivo?
–Me tocó a mí, pero en el marco de un proyecto. Cuando arranqué en el 2003, a Valeri y Blanco no los había traído yo al fútbol infantil. Hubo alguien que lo hizo. Cuando asumimos en aquel año el club tenía un pasivo que nosotros nos propusimos como objetivo saldarlo. Sabíamos que para alcanzar un logro tan importante debíamos hacerlo desde una base sólida. Con el plantel al día, el club ordenado y marcar una diferencia a partir de eso.
–¿A cuánto ascendía el pasivo?
–Era grande y tenía algunos acreedores financieros considerables. Pero se fueron saldando las deudas. En 2005 vendimos a dos jugadores, Carboni y Rodrigo Díaz, y fue el momento en que planteé dos alternativas en la comisión directiva. O pasábamos a administrar un club o seguíamos administrando una deuda. Y en ese momento, todos dijimos: vamos a saldar la deuda. Fue el momento bisagra.
–¿Qué representan Lanús campeón y su gente en el fútbol argentino?
–Nosotros reivindicamos más el proyecto que el protagonismo personal. Acá fueron cambiando los dirigentes, cada uno tuvo su impronta y yo jamás podría decir que soy mejor ni peor que Carlos González, quien me precedió o que quien me suceda será superior o inferior a mí.
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