Miércoles, 19 de agosto de 2009 | Hoy
DEPORTES › OPINIóN
Por Gustavo Veiga
La AFA que no controla a los clubes ni tampoco lo hacía con las empresas TSC y TyC, en su nueva sociedad con el Estado tendrá menos margen para la indolencia. En una sola movida, rescindió el contrato del fútbol de Primera División con el Grupo Clarín y consiguió un aumento que duplicaría lo que cobraba. Pero ahora, sus dirigentes deberían ver achicados los márgenes del despilfarro. Si perciben 600 millones de pesos como se les prometió, se supone que deberán rendir cuentas por ello, sobre todo porque son deudores del fisco por una suma varias veces millonaria. La AFIP ya dio cuenta de esto cuando recibió a Julio Grondona el lunes 4 de agosto. Le recordó que los clubes deben 300 millones.
Se trata de una oportunidad inmejorable para sepultar un poco más la vieja y machacona idea que consolidó su espacio en los años ’90: esa que sostenía cómo lo privado era sinónimo de eficiencia porque evitaba el derroche que podía hacer el Estado. La AFA, una entidad civil, pero también privada, casi nunca cumplió con la cláusula séptima del convenio que mantenía con sus ex socias. No quiso o no le interesó.
Ese que decía: “La AFA queda facultada a revisar las registraciones –y su documentación respaldatoria– de TSC correspondientes a la comercialización de los productos AFA conforme a lo establecido en el presente instrumento. Dicha facultad será ejercida mediante la firma auditora que la AFA a su criterio determine de entre las de mayor prestigio internacional (como ser Price Waterhouse Coopers; Ernst & Young; KPMG o Deloitte). Sin perjuicio de tal derecho de contralor reconocido a favor de AFA, TSC se compromete a presentar informes mensuales dando cuenta del desarrollo de la comercialización de los productos AFA llevada a cabo por TSC, los cuales deberán contener un listado de clientes y los montos facturados cada cliente”.
Sería atendible que los dirigentes liderados por Grondona se sacudan la pereza. Lo van a necesitar. El laissez faire, laissez passer, la mano invisible que guía la economía de Adam Smith, quedó comprobado que en el fútbol profundizó la corrupción, volvió inocuos los controles y deterioró el patrimonio de clubes centenarios. De nada servirá un nuevo contrato de TV si todo pasa, como sucedió hasta ahora.
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