Domingo, 28 de marzo de 2010 | Hoy
Por Gustavo Veiga
Faltaban diez minutos para terminar el partido en el mítico Maracaná, del que en noviembre pasado se cumplieron 40 años. Pelé no acostumbraba patear penales, pero la presión que significaba quedar en el umbral de su gol número mil le resultó imposible de esquivar. El brasileño todavía recuerda lo nervioso que se puso cuando fue hacia la pelota para ejecutar el penal que a él mismo le habían cometido. Debajo del arco donde debía meter la pelota estaba parado Edgardo Andrada, el argentino del Vasco da Gama que enfrentaba a aquel Santos regado de estrellas.
Pelé, al mejor estilo Ariel Ortega, se detuvo un instante en su carrera hacia la pelota, el suficiente para ver hacia qué lado se arrojaba el rosarino. No cambió y eligió patear fuerte contra el palo derecho hacia el que Andrada se había tirado. Tiempo después contaría que Didí, su compañero de la selección campeona del mundo y director técnico de River, le había dado el consejo de la “paradinha”. El Santos ganó 2 a 1 y el número uno se coló en la historia grande del fútbol mundial por haber sido un espectador de lujo en aquel hito. Pelé dio una especie de vuelta olímpica en andas de la multitud y convirtió acaso el más célebre de sus 1283 goles.
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