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Ojalá que le vaya bien
Por Pablo Vignone
No deja de ser muy meritorio que, a la edad en la que muchos de sus discípulos ya han tomado su posta, César Menotti vuelva a aceptar el desafío de la dirección técnica. El mérito reside, en gran parte, en la voluntad inquebrantable del Flaco de querer cambiar el curso del fútbol desde adentro. Aunque lluevan las críticas. Aunque su regreso a la actividad, seguramente saludable para Menotti, acaso termine resultando perjudicial para el menottismo.
No se descubre nada destacando el polémico perfil del entrenador campeón del mundo en 1978, ni subrayando que, en los últimos tiempos, aun desde lo subjetivo su teoría destiló más atractivos que la práctica efectiva. No se descubre nada imaginando que Independiente arrancará la temporada como un avión a chorro, después de que el Flaco inflame de motivación a sus jugadores como sólo él sabe hacerlo, mientras sus detractores se dediquen a esperar el paso de las fechas, haciendo apuestas sobre en cuál dejará plantado al equipo.
Después de un campeonato con tanta chatura como el que terminó hace dos semanas, el regreso de Menotti parece una buena noticia. Parece. Es que suena dudoso que, aun con su enorme prestigio y un excepcional voluntarismo, logre modificar el drama que aqueja de verdad al fútbol argentino: la incapacidad de la mayoría de sus jugadores para jugar al fútbol y, peor incluso, para aprender a jugarlo.
Carlos Bilardo dejó Estudiantes seis meses atrás cuando descubrió que su pasión por el fútbol era más grande que la de todos sus futbolistas juntos. No son pocos los entrenadores de hoy, los que tuvieron a Menotti o a Bilardo como mentores, que se asombran por la falta de compromiso de los futbolistas de Primera por el juego: en las concentraciones eligen jugar Play-Station antes que mirar un partido por TV. Menotti no va a encontrarse con un espejo muy distinto. Su gran desafío será, probablemente, intentar cambiarlo en un equipo como Independiente, que no tiene nada que perder.
Sin embargo, él sí tiene mucho que perder, y poco para ganar. Pero como el resultado, además de una meta, siempre es una circunstancia, el Flaco se arriesga. Se expone a que su coro de críticos vuelva a tener pasto porque tiene todo el derecho a volver a ilusionarse con pelear un título.
Nosotros también tenemos todo el derecho del fútbol a ilusionarnos con su vuelta. Sólo pedimos que le vaya bien.