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Los buenos muchachos
Por Pablo Vignone
Qué representa la victoria de Blatter? En términos del fútbol argentino, el resultado parece objetivamente bueno. En términos de la democracia y la transparencia, es un trágico paso atrás.
El suizo ha encontrado, tradicionalmente, a sus mejores aliados en Sudamérica, y cumpliendo a fondo con los códigos de la Hermandad de Zurich, premiará a sus socios. La amenaza del derrotado Hayatou de reducir a tres las plazas de la Conmebol en el Mundial de Alemania ya es, definitivamente, un mal sueño. Y la férrea voluntad que impuso Grondona en la defensa de lo establecido tendrá, se supone, beneficios para el fútbol vernáculo. Se entiende, son códigos ancestrales.
El lenguaje de Grondona exime de mayores comentarios. Su felicidad por la victoria política es desbordada por la imprecisa promesa de un ajuste de cuentas. No llama la atención, pero sí impresiona enfrentar ese estado tan puro de arrogancia. Por eso, para los que aspiraban a una conducción más democrática y transparente en el máximo organismo, este resultado es una decepcionante derrota.
De todas maneras, nadie puede pecar de ingenuidad y creer que con Hayatou, Johansson y Cía. la política futbolera iba a adecentarse automáticamente. La lucha entre la línea FIFA, encarnada por el oficialismo, y la línea UEFA, liderada por Johansson con el camerunés como mascarón de proa, se libró por el queso, no por los procederes. A la larga hubiera cambiado el destino de los repartos, no el sistema.
Porque el sistema se regenera, porque aun derrotado, Hayatou sigue siendo vicepresidente. Y Johansson –al que Grondona defiende pese a que no lo pueda ni ver–. Y los duros Chung y Will. Nadie saca los pies del plato: no les permiten sacarlos. Tampoco quieren. Cualquier semejanza con un capítulo de “Los Intocables” no es casualidad.
El fútbol FIFA, etapa superior del capitalismo, sabe a la perfección qué rumbo sigue.