Miércoles, 20 de septiembre de 2006 | Hoy
Una situación inusual debió vivir Lleyton Hewitt minutos después de la inauguración del estadio. El australiano llegó para su tanda de entrenamientos y algunos chicos, eufóricos por querer arrebatarle un autógrafo, entraron a la cancha para saludarlo. Lo cierto es que, ante la falta de un cordón, decenas de chicos empezaron a pisar el polvo de ladrillo y en segundos Hewitt quedó arrinconado. Allí intervinieron sus guardaespaldas: cada brazo que intentó tocar al australiano fue retirado con energía. Después de unos minutos y no sin apelar a los empujones, los guardaespaldas pudieron sacar a Hewitt sano y salvo de la cancha.
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