Jueves, 12 de julio de 2007 | Hoy
Por Juan Sasturain
desde la casa
Hasta anoche yo había creído y sustentado con criterios que suponía incontrastables que el picado –la palabra “picado”, quiero decir– era derivado anómalo, jodón, de “partido”: que picado quería ser y decía ser la forma informe de una confrontación orgánica: lo partido y racional, el partido, más precisamente, era lo formal, la confrontación sujeta a reglas; lo picado, el mítico picado, la espontaneidad de lo que se daba, lo imprevisto que buscaba su legalidad en el uso.
Y es cierto, claro que sí. No dudo que es así. Sin embargo, desde hace tiempo –pero para mí definitivamente desde anoche– el verbo “picar” tiene otro sentido. La idea de la pelota “picada”, sobre todo. Porque hubo un momento –o dos– en que picar, el verbo “picar”, referido a cierta forma de tratamiento de la pelota, adquirió un sentido extra, diferente, un plus –perdonando la expresión–, ya que hizo repensar el sentido mismo del trato, de los criterios con que se golpea/acaricia, impulsa, empuja y despide al sujeto/objeto del juego más lindo del mundo.
Para convertir el segundo gol –obra de arte– y el tercero de Argentina –obra de bien–, el imberbe Messi y el mítico añoso Riquelme “picaron” la pelota. Es una expresión relativamente nueva –no tiene dos décadas, que para el histórico y memorioso fútbol argentino no es mucho aún– y eso significa que no le pegaron (aunque amagaron hacerlo: un disparo) ni la empujaron (aunque podrían haberlo hecho: un toque) sino que hicieron casi nada, la sacaron de trayectoria, la pusieron por unos instantes en suspensión y suspenso (eso significa), la colocaron en tierra y espacio de nadie, para dejarla caer, como una lágrima, derramada según su propio peso y medida, del Otro Lado. El gol se produce por literal Elevación; ya que se apunta hacia Arriba y se deja que la Inspiración y la Ley de Gravedad hagan el resto. Tienen algo de místico entregar el impulso medido a la decisión de una fuerza exterior. El gol termina haciéndolo la Naturaleza, el Orden que se impone a los empeños tozudos de una voluntad desprolija.
Yo creo que hoy ha comenzado, para la historia futbolera argentina, la Era del Picado. En todos los sentidos: hay que jugar así –ganar o perder así, digo–, competir con ideología de juego libre, elevado; confiado, en el mejor sentido, de que lo Mejor es lo que no piensa sino en picarla, sacar la pelota de la rutina del traslado y el maltrato para entregarla a las leyes bellas de lo que es mejor para ella y para todos. La pelota picada con sutileza recupera la liviandad del globo de cumpleaños infantil, sólo cae para que todos festejen. Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir.
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