Es uno de los máximos expertos en política científica y tecnológica del país, con un amplio reconocimiento a nivel latinoamericano. Investigador principal del Conicet, coordina la Red Iberoamericana de Indicadores en Ciencia y Tecnología (Ricyt) y el Observatorio Iberoamericano de Ciencia, Tecnología e Innovación, de la Organización de Estados Iberoamericanos. Divertido, Mario Albornoz pide al fotógrafo de Página/12 que la toma no sea demasiado alta ni tan baja como para disimular “la pelada” y “la papada”. Después, se pone serio. En el escritorio de su casa, donde se destaca una poblada biblioteca, analiza los interrogantes y desafíos que abre el escenario de la catástrofe nipona, con la amenaza nuclear latente, para el campo científico. “Así como la foto del hongo atómico fue el icono de la potencia de la ciencia, el terremoto y el tsunami en Japón son el icono de la vulnerabilidad de la sociedad tecnológica, en realidad, son el antiicono”, sostiene en una extensa charla con este diario. Albornoz forma parte, además, del Centro de Estudios sobre Ciencia, Desarrollo y Educación Superior (Redes), es codirector de CTS, Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad, y profesor de posgrado en varias universidades del país. También integra la Comisión Asesora del Programa Raíces del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva para la vinculación con los científicos argentinos en el exterior. A su entender, la tragedia en la principal potencia tecnológica debe llevar a reflexionar sobre cuáles deben ser los ejes de la política científica y tecnológica en la Argentina. “Tenemos que definir si debe estar guiada por los grandes intereses económicos y de las corporaciones, por la competencia con los otros países por la primera línea de la tecnología mundial o por preservar el planeta, cuidarlo de su destrucción y construir sociedades más amigables con la naturaleza”.