Domingo, 12 de octubre de 2008 | Hoy
ECONOMíA › LOS QUINCE PAíSES DE LA UNIóN SE ENCUENTRAN EN PARíS
Después del fracaso de la reunión parcial, el francés Sarkozy limó diferencias con la alemana Merkel y convocó a todo el bloque de urgencia. La solución, curiosamente, sería el modelo del laborismo inglés, que ni siquiera participa del euro.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Francia y Alemania apuestan por su coordinación para remediar los estragos de la crisis financiera mundial. En una cumbre convocada en París por el presidente Nicolas Sarkozy con los jefes de Estado y de gobierno de los 15 países de la zona euro, se pondrá a prueba su capacidad a gestionar el quiebre de las Bolsas y las entidades financieras. ¿Cumbre del encuentro o del de-sencuentro? Al día siguiente de los principios generales enunciados en Washington por el Grupo de los 7 y en vísperas de la cumbre de la capital francesa, la respuesta está en suspenso.
Los 15 vienen a París con el propósito de coordinar medidas para contener la desconfianza que, en la última semana, hizo caer las Bolsas europeas en picada. Al cierre del viernes, París había caído a su nivel más bajo en los últimas dos décadas, con una pérdida de 22 por ciento en sólo una semana. El ojo del ciclón es el eje franco-alemán y la posición intransigente que hasta ahora mantuvo la canciller alemana. Angela Merkel se negó rotundamente a aceptar una solución de conjunto –propuesta por Francia– y optó por respuestas nacionales a la crisis, con las consecuencias que ya se conocen. Esa postura parece haberse modificado y tanto París como Berlín han pactado un esquema de rescate de los bancos que, en líneas generales, retoma los principios del plan presentado durante la semana por el primer ministro británico Gordon Brown.
Este plan, que funciona como una nacionalización parcial, prevé el aporte de capitales a los bancos mediante la compra de activos, así como el impulso a los préstamos interbancarios. La ausencia de estos préstamos entre bancos acentuó aún más el derrumbe de los mercados mundiales. Sarkozy explicó a la prensa que no iba a adelantar detalles sobre lo que se adoptará en París. Sin embargo, se hace hoy claro que París y Berlín limaron sus divergencias y que la puerta de la acción colectiva contra la estrategia de un tratamiento “caso por caso” defendida por Alemania está abierta. Sarkozy dijo ayer que “si tuviera que haber decisiones Francia y Alemania anunciarían esas decisiones al mismo tiempo y supervisarían para que las mismas se volvieran concretas y operacionales y entren en vigencia al mismo tiempo”.
Según Sarkozy, “existe una perfecta identidad de puntos de vista” entre París y Berlín. “Europa sólo conservará su unidad y será capaz de actuar si Francia y Alemania trabajan juntas.” La canciller alemana, que ayer participó junto a Sarkozy en una conmemoración, confirmó que las dos capitales estaban “en un camino común para implementar en la zona euro una reacción concertada ante la crisis financiera internacional”. Entre todo lo que no se sabe emerge una certeza: no habrá en París un anuncio para la creación de un fondo europeo de rescate similar al plan Paulson lanzado en los Estados Unidos por el secretario del Tesoro.
El entendimiento de las dos capitales, cuya reconciliación después de la Segunda Guerra Mundial se tornó en el motor de esa gran aventura que fue y es la construcción europea, es un ingrediente indispensable de cara al nerviosismo y la desconfianza de los mercados. Hace una semana, Sarkozy había reunido en París a los cuatro países europeos miembros del G-8 –Francia, Alemania, Gran Bretaña e Italia– pero el encuentro desembocó en una declaración sin contenido que en vez de contener la implosión de los mercados la acentuó. Fue allí cuando Merkel se plantó en su posición de que las medidas de rescate sólo podían ser nacionales. La canciller alemana enuncia otro discurso: “Somos conscientes de que las intervenciones de los Estados son necesarias, ya que los mercados incontrolados no pueden controlar los problemas”. Con todo, Merkel aclaró que “serán necesarios márgenes de maniobra para cada Estado miembro”. En este contexto, el diario alemán Die Welt adelantó que Berlín está trabajando en un plan nacional que contempla garantizar los préstamos de banco a banco, así como la posibilidad de sacar a flote a los establecimientos al borde de la quiebra a cambio de participaciones en su capital.
De estas fechas marcadas por la desolación de los mercados y por la quema de sumas fabulosas, gastadas para salvar a entidades privadas que jugaron al casino, los historiadores retendrán notorias paradojas. Una, que Estados Unidos, el campeón mundial de la desregulación y de la no intervención del Estado, tuvo que poner en la mesa 700 mil millones de dólares públicos para no llegar al precipicio. Dos, que los europeos que se reúnen hoy en París pactan un plan de nacionalización parcial de los bancos que se inspira en un gobierno laborista cuyo país, Gran Bretaña, no forma parte de las 15 naciones de la eurozona –318 millones de habitantes– y cuyo líder, Gordon Brown, tiene niveles de popularidad y de aceptación subterráneos. Tres, que después de dos semanas de delirio son los Estados europeos quienes, concertados, van a garantizar la solidez de las instituciones en peligro. Cuatro, que este principio profundo del Estado como regulador central pertenece a la cultura de la socialdemocracia y no a la de la gran mayoría de los dirigentes políticos liberales que se reúnen en París.
El socialista español José Luis Rodríguez Zapatero tendrá pocos aliados ideológicos en la cumbre de la capital francesa. Sin embargo fue él quien, el viernes, interpeló a Sarkozy para que organizara una cumbre de emergencia. La izquierda está en crisis pero son sus métodos los que hoy se instrumentan como respuesta y solución. La cuestión de la unión ante la crisis ha sido, hasta hora, una demanda insatisfecha. En una entrevista publicada en la última edición del diario Le Monde, el Premio Nobel de Economía de 2001, el norteamericano Joseph Stiglitz, recomendó que para resolver el reto de la crisis actual se impone “una solución común a todos los países de Europa. Para resolver la crisis en Europa hacen falta soluciones europeas”.
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