ECONOMíA › RESPONDE A LA PESIFICACION PARANDO INVERSIONES Y DANDO PEOR SERVICIO
Aguas Argentinas disparó su chorro
La compañía francesa, que obtuvo grandes ganancias, nunca cumplió los planes de inversión comprometidos y endeudó fuertemente a su filial argentina, exige ahora dólares a un peso para importar y también para pagar sus deudas con bancos del exterior.
Por Julio Nudler
Como un síntoma del desafío que le plantearán las privatizadas al Gobierno, en respuesta a la pesificación de las tarifas, Aguas Argentinas acaba de establecer sus condiciones, en un documento al que accedió en exclusiva Página/12. La empresa comandada por los franceses de Lyonnaise des Eaux propone suspender inversiones (sólo quiere ejecutar “las inversiones de emergencia que sean factibles”); postergar objetivos de mejora en el nivel de servicio; dejar sin efecto resoluciones del ente regulador que –entre otras cosas– le imponían multas y la devolución de dinero indebidamente cobrado a los usuarios; recibir del Banco Central a la paridad de un peso todos los dólares que necesita para amortizar deudas tomadas con bancos internacionales y organismos multilaterales (vale decir que va mucho más allá de la pesificación 1 a 1 de las deudas locales en dólares); importar desde azufre a medidores con dólares a un peso; ingresar el IVA no sobre la facturación realizada sino sobre la percibida, y ser ubicada en lugar prioritario para la cancelación de la deuda que los organismos nacionales mantienen con Aguas por facturas impagas (unos $ 50 millones). Aunque la sucesora de Obras Sanitarias obtuvo en ejercicios anteriores una excelente rentabilidad, que osciló entre 15 y 25 por ciento anual en relación a su patrimonio, y aproximadamente la mitad sobre ventas, se planta ahora con durísimas exigencias. Por otro lado, a pesar de las fuertes ganancias recogidas, los galos optaron por endeudar masivamente a su filial argentina, tanto que al concluir el 2001 debía unos 690 millones de dólares. Estos equivalían, antes de la devaluación, a aproximadamente todo un año de facturación, pero ahora abarcan tranquilamente dos. Cuando pesos y dólares eran (o parecían ser) lo mismo, el endeudamiento era más de 1,9 vez el patrimonio. Ahora, si prospera el planteo de la empresa, los platos rotos los pagarán los habitantes, sufriendo peores condiciones ambientales –quedarán postergadas para un futuro impreciso dos plantas de tratamiento de efluentes, de Capital y Berazategui– y un servicio más deficiente –no se hará, por ejemplo, mantenimiento preventivo sino reparación después de producida una pérdida-. Para colmo, la carta de Aguas, dirigida al subsecretario de Recursos Hídricos, recaló en un despacho vacío: el cargo sigue vacante.
Ante la consulta de este diario, voceros de la firma respondieron que no formularían comentarios sobre la nota que enviaron “porque no fue contemplada su difusión pública”. Si bien señalaron que “no se puede asumir una actitud alarmista”, indicaron que el documento en cuestión “es un alerta” dirigida a las autoridades, y que si bien éstas pretenden circunscribir las próximas negociaciones a las tarifas, “no se las puede acotar de ese modo”. En otros términos, lo que cabe esperar es una combinación de mayores tarifas, menos inversiones y menor calidad de servicio, criterio que no se limitará al agua corriente y las cloacas. En comunicaciones, transportes y energía las perspectivas son similares.
Una copia de la carta de Aguas fue enviada al Etoss, ente regulador del área de obras y servicios sanitarios, que ya a lo largo del 2001 venía detectando fuertes incumplimientos, de hasta un 30 por ciento, en las inversiones comprometidas por parte de Aguas Argentinas. Pero si esta conducta podía atribuirse al enrarecimiento de las condiciones financieras en ese período, el comportamiento no había sido mejor en tiempos más felices. Una planilla interna del Etoss muestra, por ejemplo, que a fines de 1998 la empresa había ejecutado inversiones por 543,1 millones de dólares, cuando debería haber invertido 1289,5 millones. Esto significa que sólo había realizado un 42 por ciento de las inversiones que ofertó al alzarse con la concesión por 30 años. Pero esos incumplimientos le fueron perdonados en una controvertida renegociación, cuya responsable máxima por el Estado fue María Julia Alsogaray.
Una conquista lograda por Aguas en esa renegociación consistió en la indexación de la tarifa, que hasta entonces no tenía actualización automática. Pero lo insólito fue que los franceses pudieron elegir elíndice que prefirieran, y lógicamente optaron por el que más había crecido entre 1992 y 1998. El detalle bizarro consistió en que, desde entonces, la factura pagada por los porteños se ajusta por el capítulo de “Water and Sewerage Maintenance” (mantenimiento de agua y cloacas) del Consumer Price Index (IPC) de Estados Unidos.
Los desvíos, tolerados desde el Gobierno, deterioran la calidad de vida de los argentinos. De los seis planes quinquenales programados para toda la concesión, el primero concluyó en 1997 con resultados decepcionantes. A lo largo de ese lustro, casi 1.800.000 habitantes del área metropolitana debían ser incorporados al servicio de agua corriente, pero la empresa sólo agregó algo menos de 1,2 millón, incumpliendo así en casi 33 por ciento la meta. Pero mucho peor fue su performance respecto de la red cloacal, en la que quedó un 58 por ciento por debajo de su compromiso. Ahora, cuando se aproxima el final del segundo quinquenio, las inversiones, que marchan muy lejos de las metas, quedan estancadas.
Reaccionando ante la ley de Emergencia Económica, Aguas planteó la suspensión de “los objetivos de inversión previstos en el Acta Acuerdo suscripta entre el Etoss y la empresa el 9 de enero de 2001”. A partir de aquel momento la tarifa fue aumentada un 4,9 por ciento. De este incremento, 3,9 puntos (es decir, un 80 por ciento de la suba) debía volcarse a un fondo fiduciario para obras de expansión del servicio. Ese porcentaje podía representar entre 25 y 30 millones de pesos anuales. Pero ahora Aguas sostiene que le violaron el contrato al desdolarizarle la tarifa y por tanto no puede cumplir con las inversiones comprometidas, y además le asiste el derecho de no hacerlo. En 2002 le vencen unos u$s 200 millones de su deuda.
Aunque ya antes de la catástrofe actual la cobranza del servicio de agua no era muy fluida, a la larga alcanzaba al 95 por ciento de la facturación, partiendo de un 60 a 65 por ciento al vencimiento de la factura. Esto no impedía que la explotación del servicio fuera un caudaloso negocio, tal como preveía la matriz parisina al pujar por OSN. Es que ninguna otra ciudad del mundo yace, como Buenos Aires, junto a un auténtico mar de agua dulce y sobre una tersa planicie. Pero esas virtudes nada pueden frente a la lógica del negocio.