EL PAíS
Un primer ministro a la medida del PJ bonaerense
La reforma constitucional que promueve el Gobierno viene como anillo al dedo para los planes políticos de Duhalde y Ruckauf. De existir ese cargo, ambos pueden seguir en el poder.
Por Diego Schurman
El dilema surgía en cada tertulia del Gobierno: si a Duhalde le va mal, Ruckauf no puede aspirar a nada. Si a Duhalde le va bien, ¿por qué debería resignar su aspiración a mantenerse en el poder? La solución para evitar la ruptura de esa sociedad, que por ahora viene dando sus frutos, se encontró hace unos días: incorporar la figura de primer ministro en la programada reforma constitucional.
La fórmula sería Duhalde presidente, Ruckauf primer ministro, o viceversa. La idea les cierra, aunque saben que no es tiempo de hablar de 2003. Sería irritante en momentos en que la gente se muestra pendiente del dólar y los precios de los alimentos.
–Ni remotamente podemos mencionar en público del tema. Pero nos resuelve un problema que tarde o temprano aparecerá a la hora de repartir poder– dijo a Página/12 un funcionario que acompaña a Duhalde desde antes de llegar a la Casa Rosada.
–Nos fortalece, nos conviene a los dos y nos garantiza el apoyo de toda la provincia de Buenos Aires –especuló ante este diario un dirigente ruckaufista, que suele ser una de la orejas predilectas del canciller.
La presencia del apellido Duhalde en una boleta o campaña resulta trascendental para Ruckauf. Como amo y señor del aparato partidario bonaerense, el Presidente puede acallar las críticas que pudieran surgir en el distrito por la abrupta salida de socio de la provincia. Incluso los dardos del actual gobernador Felipe Solá, quien nunca dejó de diferenciarse de su antecesor.
Delante de los micrófonos, la precaución es el dato sobresaliente. “Duhalde es un tipo realista. No anda con el oído tapado. Sabe que la prioridad es definir un proyecto de Nación y no especular electoralmente”, señaló José María Díaz Bancalari.
El justicialista integra el staff de diputados propios y de otros partidos que elaboran diversos proyectos de reforma constitucional, apenas 8 años después de las modificaciones que permitieron la reelección de Carlos Menem. Díaz Bancalari estuvo con Duhalde el martes y perjura que en el encuentro no se mencionó a Carlos Ruckauf.
En cambio, aseguró que sí se habló de otros aspectos que conformarían la reforma política, y que no necesitarían de enmiendas en la Carta Magna. Entre ellos se mencionó el llamado de internas abiertas y simultáneas, la eliminación del “monopolio” de los partidos políticos y de las listas sábanas, y la “adecuación” del presupuesto de cada legislatura, entre otros puntos.
“Es una locura hablar de esto. Hay urgencias económicas y sociales, no electorales. Y las elecciones están convocadas para el 14 de setiembre de 2003. En este país el corto plazo es ayer, el mediano plazo hoy y el largo plazo es mañana”, reflexionó otro legislador.
La incorporación de un primer ministro en la vida de los argentinos es una vieja aspiración de Raúl Alfonsín. Hasta ahora lo más parecido fue la creación del Jefe de Gabinete, una figura aprobada en la constituyente de 1994. Fue justamente el senador radical el que le hizo un guiño a Duhalde para retocar nuevamente la Carta Magna. Y no son pocos los legisladores de la UCR que se encuentran redactando borradores con ideas.
La presencia de un primer ministro sería novedoso en América, un continente hegemonizado por regímenes presidencialistas. En el PJ prefieren no pasar abruptamente del sistema actual a otro puramente parlamentario, como podría ser el italiano. Por eso, a la hora de elegir, mencionan el francés.
A fines de los 80, en ese país el presidente y el primer ministro pertenecían al mismo partido, el socialista. Uno era François Mitterrand, el otro Michel Rocard. Es un singularidad. No suele suceder. Ni siquiera suelen votarse ambos cargos en una misma elección. El régimen francés es semiparlamentario. El primer ministro –elegido por el Congreso– tiene un ostensible protagonismo. Pero el presidente, surgido de elecciones generales también cuenta con amplios poderes y capacidad de decisión en las áreas de defensa y relaciones exteriores.
No son pocos en el entorno de Duhalde y Ruckauf que ven a sus jefes ocupando esos lugares estratégicos. Pero algunos radicales y frepasistas consultados por este diario, y que se reunieron con Duhalde para pergeñar la modificación de la Carta Magna, creen que se trata de un “globo de ensayo” de los hombres del Presidente y el canciller para testear la reacción política, sobre todo dentro del justicialismo.
No hay dudas de que los bonaerenses se conjuraron para sumar poder. Encuestas en manos, Duhalde le abrió camino a Ruckauf para que fuera su sucesor en la provincia. Y el ahora ex gobernador terminó trabajando para que su socio llegara a la presidencia en reemplazo de Adolfo Rodríguez Saá.
Pero Ruckauf nunca abandonó su proyecto presidencial para 2003. Y por eso Duhalde, al asumir, dijo ante la Asamblea Legislativa que será un mandatario de la transición. Un gesto con el que no solo buscó diferenciarse de Rodríguez Saá –quien hizo circular sus deseos de atornillarse en la Cara Rosada más allá de los 90 días acordados con los gobernadores justicialistas– si no también congraciarse con el canciller.
La sociedad está firme.