Viernes, 23 de septiembre de 2011 | Hoy
ECONOMíA › MURIO BENJAMIN HOPENHAYN, UNO DE LOS FUNDADORES DEL PLAN FENIX
A los 87 años, después de un día de trabajo con los economistas del Plan Fénix, Hopenhayn falleció de modo inesperado. Fue uno de los precursores de la lucha contra el neoliberalismo, miembro de la vieja guardia de la Cepal y funcionario de Perón.
Por Javier Lewkowicz
De la “vieja” escuela de la Cepal, comprometido con el desarrollo económico con equidad, referente para el amplio grupo de jóvenes que trabajaban a su lado, autodidacta, amante de la música, de la literatura y de la poesía y miembro fundador del Plan Fénix, bastión precursor de la lucha contra el neoliberalismo, falleció ayer a los 87 años Benjamín Hopenhayn. Tenía una energía intensa, juvenil hasta el último aliento. Fue uno de los principales defensores de la planificación económica, que “surge de la concepción general de que el Estado es el protagonista que debe conducir la economía”, según explicaba el año pasado en una entrevista para la revista Realidad Económica.
Ayer a la mañana Hopenhayn asistió a la reunión “de los jueves” del Plan Fénix, ritual militante que comenzó hace once años, cuando la Argentina se dirigía al desastre social, político y económico. Volvió a su casa, almorzó y se recostó. Casi como si fuera un día más, de forma imprevista, falleció.
Nació en Buenos Aires, centro de un país por entonces “granero del mundo”, de prominente presencia en el mercado mundial, pero crecientemente exclusivo. Entró a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) terminado el secundario, como traductor de francés (también era un exquisito traductor de literatura inglesa), aunque rápidamente Raúl Prebisch observó que tenía proyección y lo “adoptó” como discípulo. De esas enseñanzas y en forma autodidacta, Hopenhayn se formó como economista. Después lo secundó a Prebisch en la fundación de la Unctad, donde tuvo un papel preponderante como propulsor de ideas industrialistas.
Hopenhayn se incorporó al tercer gobierno de Perón como secretario de Planificación para elaborar el Plan Trienal de Reconstrucción y Liberación 1974-1977. La planificación de las decisiones para impulsar el desarrollo lo acompañaría hasta el final de sus días. “Estamos convencidos de que la planificación que tenemos por delante como necesidad (y ojalá se lleve a cabo) tendría que dar especial importancia a los programas sociales”, analizaba, semanas atrás, en la revista Argentina Heterodoxa.
Durante la larga noche neoliberal, defendió la heterodoxia y para eso creó, en el año 2000 junto con otros economistas, el Plan Fénix. “Ha sido un constante productor de ideas, un planificador de alma. Por sobre todas las cosas ha sido un gran patriota, preocupado por la gente que sufre más a causa de un sistema económico injusto. Fue un gran amigo, que promovió a jóvenes a los cuales acompañó con humildad y modestia”, señaló Abraham Gak, compañero de ruta desde el comienzo del Fénix.
Otro amigo suyo era Alejandro Vanoli. “Fue un gran forjador de discípulos, siempre abrió puertas con una generosidad que pocas veces he visto. Pensaba con una mirada en el largo plazo. Era también un adelantado, porque ahora en la crisis mundial se observan cosas que Benjamín decía hace 15 años. Fue un economista con claridad teórica y una visión muy práctica”, recordó el titular de la Comisión Nacional de Valores, quien compartía con Hopenhayn la cátedra de Economía Internacional de la UBA.
Desde Nueva York, la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, le dedicó unas palabras: “Antes que nada, un ser entrañable. Gran economista, de enorme honestidad intelectual y consecuente con sus ideas. En momentos del país cuando no era fácil ser heterodoxo él siempre trabajó y formó a jóvenes economistas en la discusión y el diseño de un marco macroeconómico al servicio del crecimiento, del empleo y la equidad”.
“Era una persona que abría las puertas a la juventud, en la que confiaba mucho, por eso sus trabajos están llenos de gente joven. Se ponía siempre como uno más. Fanático de la música clásica, hasta el último día de su vida leyó, escuchó y pensó”, señaló Haroldo Montagú, amigo de Benjamín y su más estrecho colaborador desde hace unos cuantos años. “Con él aprendí a pensar en el mediano plazo y conjugar la mirada macro con el aspecto social. Siempre nos recibió en la casa y nos esperaba con sanguchitos y gaseosa, nunca fallaba. Y la mitad de las reuniones, con música clásica de fondo”, indicó Ariel Setton, otro joven colaborador.
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