ECONOMíA › LAVAGNA Y FERNANDEZ, RUMBOS OPUESTOS

La pelea de Roberto vs. Aníbal

 Por Cledis Candelaresi

El próximo martes los dirigentes del campo propondrán a Eduardo Duhalde fórmulas tributarias que mejoren su rentabilidad. Un camino similar eligieron las automotrices esta semana para reclamar el pago de la deuda estatal originada en el Plan Canje. La transición electoral impuso la moda: desalentados por la negativa de Roberto Lavagna a cualquier propuesta que entrañe costo fiscal, con excepción del auxilio a los bancos, varios sectores orientan su lobby directo al Presidente para persuadirlo de alguna medida de último momento. Lo hacen con el expreso respaldo del ministro de la Producción, Aníbal Fernández, cuyas iniciativas suelen ser bloqueadas por Economía.
Allegados al Gobierno minimizan esas diferencias en el interior del gabinete explicando que, simplemente, cada ministro cumple su rol. Fernández con propuestas que den oxígeno a sectores en problemas. Lavagna sentado sobre la caja y cuidando que no se le desbarate el programa monetario, lo que podría poner en riesgo el acuerdo con el FMI.
Los dos cuidan su futuro político, básicamente con miras a la eventual continuidad que garantizaría el triunfo de Kirchner, aunque desde perspectivas también distintas. Fernández tomó nota de que la producción industrial en febrero creció sólo el 1,5 por ciento contra el 4,0 por ciento de enero. “Si no se hace algo para que salga el dinero del colchón, el veranito está terminado”, admitía ayer ante Página/12 un colaborador del ministro. Con criterio de campaña, Lavagna bloquea muchas iniciativas de su colega explicando que es políticamente inviable subsidiar empresas cuando no dan abasto los planes sociales.
Con este argumento, el Palacio de Hacienda abortó una resolución que estaba a la firma de Fernández para subsidiar la aeronafta al menos por los próximos dos meses. El texto preveía constituir un fideicomiso con fondos que supuestamente aportaría Aeropuertos Argentina 2000 por canon, dinero que serviría para cubrir la diferencia entre el “valor real” del combustible aéreo y uno menor, a pagar por las aerolíneas. Ante la rotunda negativa de Economía, empresas y la Secretaría de Transporte habría buscado el infructuoso apoyo del Presidente, quien hasta el momento se opuso con el mismo razonamiento que su alfil en Economía.
Idéntica vía eligieron las automotrices, que esta semana presentaron a Duhalde su propuesta para cobrar la deuda estatal originada en el Plan Canje, unos 340 millones de dólares (según las empresas no se pesifica). Lavagna les propuso participar en la licitación general de proveedores públicos, por la que Hacienda rescata deuda con quitas “inadmisibles” a juicio de las terminales. Estas no aceptaron el convite y, con un guiño de Producción, el martes intentaron seducir al Presidente con una compleja fórmula de ineludible costo fiscal. El Estado debería cancelar aquel compromiso con Boden 2012, admitidos por las terminales a valor nominal, cuando hoy se cotizan a sólo el 45 por ciento. Pero, al mismo tiempo, se comprometería a rescatarlos por encima del precio de mercado (a 1,40 pesos más CER) en la medida que se vendan autos por un cupo determinado en el marco de ese programa especial. Hasta anoche la última palabra no estaba dicha, precisamente, porque Economía aún no había respaldado la idea, a su juicio muy onerosa.
El martes les tocará a los hombres de campo convencer a la máxima autoridad del país que es imprescindible subir aunque sea tres puntos la alícuota del IVA sobre sus productos, hoy ubicada en el 10,5 por ciento. Los agricultores no quieren seguir financiando al fisco con el crédito que se genera entre esa tasa reducida y la del 21 por ciento que pagan sobre sus insumos. Pero las frecuentes irregularidades en la facturación de exportaciones desalientan a Economía a hacer ese ajuste: éste obligaría al Estado a devolver más impuestos que muchas veces se exigen sobre operaciones ficticias. Lavagna tampoco quiere admitir la amortización acelerada de bienes de capital. A Lavagna le preocupa que disminuya la recaudación de Ganancias. Para Fernández es una forma de alentar la casi inexistente inversión, que ninguna medida del duhaldismo consiguió resucitar.

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