Lunes, 20 de agosto de 2012 | Hoy
ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: OPCIONES PARA SALIR DEL ESTANCAMIENTO ECONóMICO
La economía no creció en junio y acumula una suba interanual de apenas 2,5 por ciento en el semestre. Cuáles son las causas del enfriamiento y qué medidas hay que tomar para recuperar la senda del crecimiento.
Producción: Tomás Lukin
Por Norberto E. Crovetto *
Los informes sobre la situación actual de la economía argentina se debaten entre dos extremos. Por un lado, se diagnostica una “estanflación”, es decir dejar de crecer conviviendo con inflación y, por el otro, se sostiene que, gracias al aumento del precio de la soja, el comportamiento de la economía argentina será mejor de lo esperado aunque menor que el año 2011. Lo que tienen en común ambos diagnósticos es la crítica a la política económica instrumentada por el gobierno nacional (se argumenta que hay tarifas con subsidios regresivos, aumentos excesivos de gasto público, impericia en el control de la recaudación impositiva, cepo cambiario, etc.) de lo cual se deduce cuál sería la política económica propuesta, es decir liberalización del mercado cambiario, eliminación de subsidios, reducción del gasto público y aumento de los ingresos tributarios.
El conjunto de estas medidas tiene su coherencia y es previsible que sus efectos sean reducir la demanda global como consecuencia de la reducción de poder de compra, en primer lugar de los asalariados y de los sectores medios profesionales que perciben ingresos fijos. La menor disponibilidad de dinero en poder del público reduce la presión sobre la demanda de dólares (tanto para importaciones como para motivo ahorro). En consecuencia, el tipo de cambio se estabiliza y una parte importante de las expectativas inflacionarias se eliminan. Pero ¿se alcanza la estabilidad de precios? Depende, si continúa aumentando el precio externo de los commodities (soja en particular) y no hay instrumentos para evitar que se trasladen sobre el funcionamiento interno de la economía, la inflación continuará y también lo hará la puja por mantener el salario de los trabajadores. Es sencillamente lo que popularmente se denomina “enfriar la economía” y dejar de crecer. De este modo, se transforma en una profecía autocumplida.
El razonamiento anterior tiene varias falacias pero una es la que parió a las demás. Como decía Marcelo Diamand, el problema de la economía argentina no está en el diseño de la política económica sino en su diagnóstico, el cual es visto desde teorías que no responden a nuestra historia colonial y a nuestra inserción histórica en el mundo. En efecto, el problema central proviene del tipo de estructura productiva particular que tiene la argentina. Esa inserción en el mundo, como la de muchos países de origen colonial, se produce sobre la base de un sector que es muy productivo en relación con las potencias centrales y que generalmente es relativo a la producción primaria. Nuestra productividad en la producción de alimentos es mayor que la del promedio de los países industriales y, por lo tanto, un producto primario es más barato en relación al bien industrial. O al revés, un bien industrial cuesta más bienes primarios que en los países industrializados (incluidos los tigres asiáticos). Esta situación se refleja en la cotización de la moneda extranjera que tiende a alinearse con la productividad del campo (el dólar pampeano del cual hablaba Diamand), y por lo tanto hacer más caro el producto industrial aunque alcancemos la misma productividad que en los países más avanzados. La consecuencia es que si queremos crecer con industria y con nuestro pueblo con la mayor proporción de empleo posible, el sector externo será un limitante también estructural.
De modo que la política económica debe atender centralmente a resolver el problema de la restricción externa, que a su vez es consecuencia de la estructura productiva, en parte resuelto con el tipo de cambio múltiple. El problema que se le ha añadido a la cuestión estructural es el aumento significativo del precio de los commodities haciendo aún más barato el producto industrial importado respecto del nacional, y por lo tanto agravando el cuello de botella externo. En la misma dirección apunta el persistente aumento de precios internos derivado del aumento internacional. Como el alza en los alimentos deteriora el salario, las paritarias intentan corregirlo impactando sobre los costos industriales, apreciando el tipo de cambio real, y agravando su situación frente a la exportación.
Por lo tanto, si el mantenimiento del nivel de empleo y el crecimiento depende del sostenimiento de la demanda global, administrar y conducir el sector externo es vital. En este sentido, a corto plazo se trata de que el Estado no pierda disponibilidad de divisas en el mercado cambiario como consecuencia del motivo ahorro, que, en la medida en que la economía se enfríe, se terminarán usando para sobrevivir penosamente. En segundo lugar, a mediano plazo instrumentar medidas de promoción de exportaciones y de sustitución de importaciones, más específicas que las actuales, que vayan resolviendo aquella cuestión estructural. Lo penoso sería seguir el camino de España, Grecia, Portugal, Italia, perdiendo la oportunidad de los buenos precios de los commodities para impulsar una mayor complejidad productiva socialmente inclusiva.
* Profesor de Crecimiento Económico, Facultad de Ciencias Económicas-UBA.
Por Antonio Mezmezian *
En 2012, luego de dos años de crecimiento al 9 por ciento anual, nos encontramos con una desaceleración de la economía argentina. Las raíces de ese proceso están vinculadas al impacto del momento crítico que viven las economías centrales, las mismas causas que dieron lugar en 2008 a la única interrupción que tuvo el proceso de fuerte crecimiento con inclusión del período 2003-2012. En general, los canales de contagio de tales desequilibrios son dos: el financiero y el comercial. Para neutralizar el primero se ha seguido un plan de desendeudamiento que permitió llevar los niveles de deuda pública desde 166,4 por ciento del PIB en 2002 al 41,8 por ciento al cierre del 2011.
El endeudamiento ha cambiado además de perfil, ya que los sendos canjes realizados (2005 y 2010) han logrado prolongar los plazos de repago y las tasas de interés devengadas, en tanto que fue ganando participación la deuda intra sector público, alcanzando al 53,8 por ciento del total en 2011. Además, la deuda en moneda extranjera pasó de ser 131,6 por ciento del PIB en 2002 al 25,1 por ciento en 2011, algo muy relevante a la hora de pensar en el comportamiento de las cuentas del Balance de Pagos y la histórica restricción externa que ha sufrido nuestro país.
Por otra parte, está presente el comportamiento esencialmente bimonetario del sistema de pagos y ahorro nacional que atenta contra el necesario equilibrio del sector externo nacional. Ello ha llevado a que buena parte del ahorro de los argentinos se canalizara hacia moneda extranjera, y la formación de activos externos alcanzara los 87.400 millones de dólares en el período 2003-2011. Esta dinámica pone en riesgo la estabilidad del sistema y la preservación de los sectores más vulnerables de la sociedad a los vaivenes económicos. Por eso, desde finales de 2011 comenzaron a implementarse limitaciones a la salida del sistema de moneda extranjera, ya que eso impide que tal ahorro se transforme en inversión o consumo y disminuye la capacidad de expansión de la economía nacional.
Queda claro que, siendo el objetivo potenciar y canalizar el ahorro nacional hacia el peso, no es suficiente la restricción a la compra de moneda extranjera sino que por todos los medios posibles se deberán crear instrumentos que permitan tal fin sin perdidas para el ahorrista de manera de atraer al ahorro al sistema financiero permitiendo potenciar el crédito y mediante este financiar a tasas competitivas la inversión. Esta indudablemente será una de las tareas más relevantes, sino la principal que tendrán por delante el BCRA y el sistema financiero nacional en su conjunto.
El segundo canal de transmisión, es el referente al comercial, y en ese caso, tal como aconteciera en el 2009, se sucede una desaceleración encadenada del comercio internacional, tanto de bienes básicos como industrializados. En el caso de los bienes industriales, el ajuste que prima es vía cantidades. De esta forma vemos que el impacto sobre la industria de los países como Brasil o Argentina tiene en buena medida sus causas en una menor demanda externa de productos industriales; es así que Brasil al mes de junio 2012 muestra un índice de producción industrial un 12 por ciento inferior al de un año atrás. Por su parte, la Argentina evidencia una merma del 3,2 por ciento.
A la performance mostrada por la industria nacional hay que ponderarla por el contexto en que se da. Nuestras exportaciones de material de transporte terrestre a Brasil mermaron en un 9 por ciento, algo más de 300 millones de dólares, lo cual se encuentra en consonancia con el comportamiento de la industria automotriz doméstica la que se contrajo en un 14,2 por ciento en el acumulado de los primeros seis meses. Por otra parte, se debe tener en cuenta que la última cosecha se ha visto afectada por los efectos de la sequía que aunque más moderada que la del año 2009, ha llevado a una caída en los niveles de molienda y producción aceitera a principios de año.
Concluyendo, para afrontar los problemas vinculados al canal financiero en el mediano y largo plazo se deberá trabajar sobre los incentivos al ahorro e inversión en moneda nacional. Las actuales fueron medidas necesarias pero debieran ser una situación coyuntural. En el mediano plazo se deberá arribar a una instancia superadora donde la moneda nacional sea la que domine de modo natural tanto el sistema de pagos como el de ahorro. Por otra parte, para trabajar sobre el canal comercial se deberá diseñar e implementar un programa de sustitución de importaciones consistente con las prácticas productivas internacionales actuales, donde los procesos se encuentran fragmentados alrededor del mundo, con una alta especialización.
* Subdirector del Observatorio de Coyuntura Económica de la Untref.
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