ECONOMíA
Con tarifas y salarios licuados, igual cae la exportación industrial
Brasil compra cada vez menos a las fábricas argentinas, y éstas no pueden vender a otros mercados.
Todos los analistas contemplan las cifras de exportación logradas por el país tras la devaluación consumada a lo largo del primer semestre de 2002 (luego parcialmente revertida) y llegan a similares conclusiones críticas: las ventas externas sólo mejoraron en valor por una coyuntura favorable en los precios de los bienes básicos que coloca la Argentina en el mercado mundial, y en buena medida porque esos precios están expresados en una moneda depreciada como es el dólar. Con esta misma inquietud editorializa la Fundación Mediterránea en su último informe, resaltando el contraste con Brasil, “que se está diferenciando con un crecimiento intenso de sus ventas al exterior, más allá del beneficio por la suba de precios de las commodities”. Como ya se sabe, los brasileños siempre la hacen mejor.
Obsérvese esta comparación: el último piso de las exportaciones (en un acumulado de 12 meses) se tocó en el segundo semestre de 1999 por el deterioro en los términos de intercambio. Para Brasil, ese piso fue de 46.700 millones de dólares (a septiembre de aquel año), y para Argentina, de 22.940 millones (octubre). Desde entonces, el vecino aumentó sus colocaciones afuera un 42,4 por ciento, mientras que la Argentina sólo repuntó un 16,8 por ciento. Pero hay más y peor.
La nota más preocupante en el caso argentino es el estancamiento de las exportaciones industriales (MOI), que en los primeros cinco meses de 2003 cayeron 4 por ciento sobre 2002 y 14 sobre 2001, pese a que la devaluación licuó salarios y tarifas, y no es que aquello ocurra porque la sustitución de importaciones desvíe exportaciones hacia el mercado interno. “Si la fuerte devaluación de 2002 no ayudó a las exportaciones, cabe preguntarse qué ocurrirá si persiste el escenario de apreciación paulatina del peso”, se afligen los mediterráneos.
Una explicación es que Brasil está comprando menos en la Argentina, cuyas exportaciones fabriles dependen demasiado de la demanda del vecino, incluso cuando el peso está subvaluado frente al resto del mundo. Según el informe, la Argentina está sufriendo las consecuencias de no contar con acuerdos comerciales con la Unión Europea ni el Nafta. Tampoco ha sido masivo el apoyo del Estado a la diversificación de mercados. Pero, además, pueden estar aflorando problemas de competitividad por falta de actualización tecnológica, standards de calidad, logística, etcétera. Tras varios años de muy escasa inversión no es extraño que esto suceda.
La FM también señala como culpables a las retenciones y a la demora en la devolución de impuestos a los exportadores, más las complicaciones financieras a que dieron lugar el default y la ruptura de contratos. “Los problemas se presentan en la financiación de capital de trabajo, en la compra de equipamiento o en la posibilidad de ofrecer condiciones financieras apropiadas a los eventuales compradores de productos industriales”, precisa el análisis del Ieral. Entre otros factores también se recuerda que el acceso a nuevos mercados requiere de una fuerte inversión en dólares para lograr una adecuada penetración de la marca y para preparar las cadenas de distribución, y sobre todo para ganarse la confianza de los consumidores.
Mientras no reúna estas condiciones, la Argentina seguirá exportando soja y otras materias primas, sufriendo la volatilidad de esos mercados y generando a través de la exportación muchas divisas en ciclos favorables, pero con poco impacto sobre el conjunto de la economía y el empleo.