EL PAíS
Una pieza clave de la acumulación kirchnerista
Alicia Kirchner es tan hiperactiva como su hermano presidente. Con su presupuesto de ministra de Desarrollo Social, es una herramienta importante.
Por Martín Piqué
Sus rasgos se parecen mucho a los de su hermano, pero a diferencia del Presidente ella casi siempre está sonriendo, con los ojos chiquitos tras los lentes, medio tapados por el flequillo. Así la vieron en varias provincias y en los barrios del conurbano que visitó desde que asumió el Ministerio de Desarrollo Social. Alicia Kirchner tiene el don de caerle bien a la gente. Lo primero que hace cuando llega a un comedor, asentamiento o centro comunitario es preguntar por las necesidades más urgentes. Ese trato –directo, sin demasiadas vueltas– y la decisión de conversar cara a cara con los piqueteros le están dando resultados y también le generan problemas con intendentes del PJ que se sienten “puenteados”.
En los viajes oficiales, cuando medio Gabinete se sube al Tango 01 para visitar una provincia, ella suele pasar casi inadvertida. No es la ministra más predispuesta a hablar con los periodistas, una decisión que adelantó el mismo día de la asunción. Con el paso de los días se fue soltando y hasta prometió a la prensa que organizará un encuentro por mes para repasar las novedades de su cartera y el rumbo de los planes sociales. Quizá contagiada por el estilo de su hermano, combina el silencio con la hiperactividad. Ese entusiasmo –más los fondos que le asigna Economía– demuestran que ella y Julio De Vido conforman una dupla clave para la estrategia de construcción y acumulación kirchnerista.
En el conurbano y en el Gobierno tienen bastante para decir de “La Kirchner”, como la llaman los piqueteros. Las opiniones se oponen según se consulte a militantes sociales o a intendentes del PJ. “Es trabajadora y mostró cierta disposición al ir directamente y por sorpresa a visitar nuestros lugares de reunión”, dijeron a Página/12 desde la Corriente Clasista y Combativa (CCC), que tiene mucha inserción en el municipio de La Matanza. Justamente, en los primeros días de junio, Alicia Kirchner visitó el barrio María Elena, en Isidro Casanova, donde vive el dirigente piquetero Juan Carlos Alderete, coordinador nacional de la CCC.
También pasó por El Tambo, epicentro de la Federación de Tierra y Vivienda (FTV) que lidera Luis D’Elía. Casualmente o no, poco tiempo después D’Elía lanzó su partido, salió a apoyar a Kirchner y cargó contra el gobierno provincial de Felipe Solá.
Esas visitas no pasaron inadvertidas para el intendente local, Alberto Balestrini, sostén decisivo de Kirchner en la elección del 27 de abril –La Matanza aportó una amplia cantidad de votos para compensar los resultados de otros distritos–. Balestrini se define como un “hombre del gobernador” pero tiene buen diálogo con ministros como el jefe de Gabinete Alberto Fernández. Sin embargo, no era entusiasmo lo que se le escuchaba en La Matanza tras la visita “inconsulta” de la ministra. “No avisan nada. Además, de repente aparecieron un montón de planes que nunca pasaron por el Consejo Consultivo”, decían cerca de Balestrini.
Así, entre los intendentes duhaldistas ya se percibe cierto enojo por los contactos de “la Kirchner”. En el Gobierno minimizan los conflictos y prefieren contar anécdotas sobre el estilo de gestión de la hermana del Presidente. La manía por hablar con todos, dicen, a veces la lleva a hablar con dirigentes que espantan a otros funcionarios.
–Algo hay que hacer con esta gente, ¿por qué no los recibís? –le dijo un día a un ministro que trabajó con Kirchner desde antes del Gobierno.
El funcionario se mostró dispuesto y enseguida escuchó:
–Es un señor que viene con ellos, ¿le podrás dar una audiencia? Se llama, algo así, Amancay Ardura –le dijo la ministra.
Mientras contaba la anécdota, el ministro se reía, como si Ardura fuera el diablo y no un dirigente del movimiento piquetero.