ECONOMíA
Fernández llevó la rama de olivo al cierre de IDEA
El jefe de Gabinete representó a Kirchner en la cena final del encuentro del establishment económico.
Por Cledis Candelaresi
Alberto Fernández fue el encargado de cerrar en la medianoche del viernes el coloquio anual de IDEA, en representación de Néstor Kirchner. Así, el Presidente eludió un cara a cara con los empresarios más poderosos del país que podría haberle deparado incomodidades. “No puede haber un gobierno de sectores, que ayude a los empresarios en desmedro de los que trabajan, que favorezca al agro a costa de la industria”, sentenció el jefe de Gabinete, en un discurso que a pesar de la hora y la extensión fue escuchado en un respetuoso silencio.
La visita de Fernández resultó casi conciliadora, después de otros momentos de tensión. Uno se vivió un par de horas antes, cuando Roberto Lavagna recriminó a los asistentes demandar “mimos” del poder de turno. Otro, cuando Carlos Tomada perdió la atención del auditorio luego de reprochar a economistas liberales como Daniel Artana y Jorge Avila insistir con sus recetas para el mercado laboral. Esos cruces atentaron contra el propósito político que inspiró el temario y la selección de invitados al coloquio: tender lazos con un gobierno al que algunos sectores del empresariado aún no consiguieron tener buena llegada y consideran en gran medida imprevisible.
El temario para tres días de debate incluyó cuestiones políticamente tan ricas como socialmente relevantes: papel y tamaño del Estado, la suerte del PJ, el destino de la relación comercial con EE.UU. y cómo superar el paupérrimo nivel de la educación argentina. Pero eludió cuidadosamente los temas que verdaderamente desvelan a los hombres de empresa y quedaron reservados para las mesas de negociación. No hubo paneles dedicados a seguridad jurídica o el destino de las privatizaciones.
Sí hubo un reclamo muy claro para que el gobierno garantice el pago de la deuda externa. “La renegociación de la deuda externa es un escollo que el país debe superar con un esfuerzo fiscal y voluntad de reinsertarse en el mundo”, recomiendan las conclusiones del coloquio. En lenguaje mucho más llano, el consultor y presidente del encuentro, Miguel Kiguel, advierte que aun con un superávit del 3 por ciento Argentina podría –y “debería”– hacer una propuesta de pago mucho más generosa que la que el equipo económico planteó en Dubai. La suerte de la deuda pública impacta en las posibilidades que los privados tienen de negociar sus propias obligaciones pendientes en moneda dura. Pero también es casi un tema de principio: para la lógica empresaria es imprescindible marcar un límite al poder político, obligándolo a respetar el derecho de propiedad.
“El Estado se ha derrumbado con los dogmas y paradigmas de los 90: no es cierto que deba estar ausente ni que el mercado todo lo resuelva”, sostuvo Fernández en su exposición del viernes. “La necesidad de un Estado fuerte está prácticamente fuera de discusión: no para reemplazar al mercado sino para fortalecerlo”, sentencian las conclusiones empresarias. Pero no son esas aparentes coincidencias lo que hace pensar a los hombres de empresa que el gobierno kirchnerista puede apretar pero, finalmente, no ahoga. El verdadero aliento viene de decisiones concretas como la de reprivatizar las rutas o reconocer en público, como hizo Lavagna el viernes frente a este auditorio, que las concesionarias de servicios de luz y de gas merecen ser beneficiadas por un aumento de tarifas. O que de haber tenido “la suma del poder público” habría impedido que se vulnerara el derecho de los bancos a cobrar sus acreencias, evitando las demoras que impuso el debate parlamentario sobre el tema.