Miércoles, 9 de diciembre de 2015 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por Bruno Susani *
Entre los economistas keynesianos y ortodoxos existe una controversia sobre el rol del Banco Central que no es una simple querella académica, sino un problema en el que está en juego mucho dinero. Se trata de un debate que los medios dominantes tratan de disimular a la opinión pública porque sostienen es “demasiado técnico” y complejo que sólo un puñado de “súper técnicos” sería “capaz” de comprender. Esta posición no es una originalidad argentina. Se afirma que el personal directivo de dichos bancos forma parte de un círculo extremadamente cerrado que debe ser a la vez “discreto y seguro”. La “extrema dificultad” técnica de la administración del Banco Central implica que deba pertenecer a una “nomenclatura”, una aristocracia en el sentido primitivo del griego antiguo aristoï.
El postulado va mucho más allá de lo que se puede imaginar y poco importan los orígenes, religiones o tendencias políticas partidarias. Esto se puede ilustrar con los dirigentes de la banca central alemán Bank Deutscher Länder reconstituido el 21 de junio de 1948 y más tarde transformado en la BundesBank creada en 1957, que eran “antiguos nazis” entre comillas ya que se afirmaba que, aparentemente, “no había nadie que pudiera reemplazarlos”. Pero las funciones del Banco Central son simples y accesibles a la mayor parte de los ciudadanos.
Para los economistas ortodoxos o neoliberales el Banco Central sería una institución a la cual se dirigen los bancos privados para obtener préstamos para sus negocios a una tasa de interés determinada pero inferior a la que pagan sus clientes. Se infiere de esto que el Banco Central es el banco de los bancos. Este postulado no es una novedad. Es un viejo resabio del pasado cuando los banqueros privados eran los propietarios de Banco Central. En 1935 cuando fue creado, los accionistas del BCRA eran 43 por ciento de los bancos privados, nominalmente de capitales nacionales, 18 por ciento de los bancos privados extranjeros, 20 por ciento del Banco Nación y el 19 por ciento restantes los bancos provinciales.
Sucedía algo similar en Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos y Francia. Era un affaire floreciente y lucrativa ya que se utilizaba la potestad del Estado de acuñar moneda de curso forzoso para obtener ganancias. A partir del fin de la Segunda Guerra Mundial los bancos centrales fueron nacionalizados. El BCRA lo fue en marzo de 1946. Un punto crucial para los economistas ortodoxos es que el Banco Central no le preste al Estado. Este impedimento se denomina la “independencia del Banco Central. La razón esgrimida es que el banco es propiedad del Estado y si crea demasiado dinero provocará, de acuerdo a la teoría cuantitativa de la moneda, inflación. Este argumento “presentable” esconde otro menos reluciente a saber si el banco central compra los bonos de la deuda pública del Estado entonces uno de los negocios más vastos y lucrativos escapa a los bancos privados. La toma de deuda por parte del Estado al BCRA no le cuesta nada al contribuyente ya que como el Estado es el propietario del Banco Central, los intereses pagados por el Estado por los préstamos recibidos vuelven al Estado bajo la forma de ganancias del Banco Central. Si el Banco Central tiene entre sus posibilidades realizar este tipo de operaciones se dice que es un banco convencional como lo es el Banco de Inglaterra, la Reserva Federal, el Banco de Japón el Banco de Suiza. Si al contrario no puede hacerlo como era el caso del BCRA antes de la reforma de la Carta Orgánica del BCRA de 2012, entonces se dice que se trata de un banco central “no convencional”.
Los economistas keynesianos tienen un punto de vista diferente. Consideran que el Banco Central es una institución macroeconómica que debe atender a todos los sectores económicos sin distinción y cuya función es suministrar el dinero necesario para los diversos sectores de la economía, las empresas y los consumidores, y no sólo los bancos privados. En este caso la masa monetaria debe ser suficiente para que el conjunto de los bienes producidos puedan venderse, vale decir que exista una demanda solvente suficiente, ya que si éste no fuera el caso se generará una disminución del producto global y un incremento del desempleo. El Banco Central debe por lo tanto realizar una política para la economía real y no sólo para el sector financiero. Dicho de otra manera la principal responsabilidad del Banco Central no es proteger al sector financiero de sus propios errores como fue el caso del BCRA con el corralito, sino de desarrollar una política adaptaba para el conjunto de la economía.
En el preciso momento en que las bancas centrales de las principales potencias económicas tratan de mantener un flujo de liquidez monetaria para sostener la actividad económica y el empleo, y enfrentar así el recrudecimiento de la crisis económica global, los agentes de los banqueros tratan de hacer lo contrario en Argentina. La apuesta es considerable ya que tiene como objetivo volver a la situación anterior: vale decir que el Central vuelva a ser el banco de los banqueros.
* Doctor en Ciencias Económicas. Universidad de París. Autor de El peronismo de Perón a Kirchner, Ediciones de la Universidad de Lanús, 2015.
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