Sábado, 5 de marzo de 2016 | Hoy
ECONOMíA › PANORAMA ECONOMICO
Por David Cufré
Los dos medios emblemáticos del capitalismo financiero internacional, The Wall Street Journal en Nueva York y el Financial Times en Londres, se ocuparon la última semana del acuerdo entre el gobierno argentino y los fondos buitre. El diario estadounidense juzgó que “los fondos de cobertura (buitres) le ganaron a la Argentina con osadía y persistencia”. “Una apuesta de casi 15 años rindió 2400 millones de dólares, incluidos más de 100 millones para pagar costos legales, una ganancia en torno de entre 10 y 15 veces la inversión original”, explica el artículo, dedicado exclusivamente al triunfo del fondo de Paul Singer y su cerebro financiero, Jay Newman. “El ganador es Elliott Managment –sigue la nota–, que inició la inversión en los primeros días del primer mandato de George Bush como presidente de Estados Unidos. En ese entonces Newman estaba buscando una oportunidad de inversión en deuda argentina, que negociaba a solo 20 centavos de dólar”. Los cuatro periodistas que trabajaron en la reconstrucción de los hechos describen a Newman como uno de esos lobos de Wall Street obsesivos y arriesgados que son capaces de ir contra todo, incluso contra la opinión de sus colegas, detrás de una ganancia multimillonaria. “‘No se iba a dar por vencido’, señaló uno de sus allegados. ‘Había una cualidad de Moby Dick y Ajab’”, ilustran los periodistas, en una imagen que ubica a la Argentina en el lugar de la ballena blanca y a Newman como su empecinado cazador. “Abogados externos expresaron en algunas ocasiones su desacuerdo con el análisis de Newman, pero Paul Singer, fundador de Elliott, lo respaldó, ya que algunos años antes había realizado una jugada muy rentable con bonos peruanos en problemas que tenían protecciones similares a los argentinos”, recuerdan, en referencia a otra maniobra extorsiva del fondo buitre contra ese país que terminó forzando un arreglo en su beneficio. En ese caso, el gobierno de Alberto Fujimori accedió a pagar 400 por ciento más de la inversión original de Singer y Newman poco antes de renunciar a la presidencia en noviembre de 2000. La nota termina relatando que en julio de 2014 el entonces ministro Axel Kicillof “les dijo a Newman y otros inversionistas que nunca obtendrían más de 30 centavos de dólar por los bonos”. “No obstante, la elección a fines del año pasado de Mauricio Macri renovó las esperanzas de Newman y sus colegas. El nuevo mandatario se fijó como prioridad la solución de la disputa. El 18 de febrero, Newman y otros acreedores se reunieron con los negociadores argentinos en Manhattan. ‘Oh, Dios mío’, exclamó el mediador Dan Pollack cuando se cerró el acuerdo. El ejecutivo dio la vuelta a la mesa corriendo para estrechar la mano de los representantes argentinos. ‘Tenemos un trato’”. El título de la nota es el que se mencionó más arriba: “Los fondos de cobertura le ganaron a la Argentina con osadía y persistencia”.
The Wall Street Jorunal es el mismo diario que en 2006 calificaba a Néstor Kirchner como “el señor antimercado” y publicaba editoriales encendidos por la dureza de la reestructuración de la deuda de 2005. Tanto o más recalcitrante en sus posturas neoliberales es el Financial Times. En su caso, consideró que la victoria fue “para el nuevo presidente, Mauricio Macri”, pero no en relación a los fondos buitre, sino en el terreno político interno, ya que había establecido “como una promesa de campaña poner fin a la batalla legal con los fondos”. El otro motivo que según el diario debería encontrar el país para celebrar es que el acuerdo “pondrá fin al bloqueo económico de 15 años”, entendido como las trabas para acceder al mercado crediticio internacional. La libertad para volver a colocar deuda por miles y miles de millones de dólares es presentada como una ganancia para Argentina, lo mismo que dicen Macri y Prat Gay, sin hacer mención a que el mayor negocio lo hacen los bancos y agentes colocadores que embolsan cientos de millones de dólares en comisiones e intereses, mientras el país cede autonomía en el manejo de su política económica y se va poniendo la soga al cuello por la carga creciente de esos compromisos en sus presupuestos anuales.
La euforia de los voceros de los fondos buitre deja en evidencia quiénes ganan con el acuerdo, lo cual en el caso de The Wall Street Journal es explícito desde el título hasta la última línea del artículo donde analiza la cuestión. Los argumentos principales del Gobierno para justificar la claudicación son tres: no había ninguna posibilidad de conseguir algo mejor; dejar que siguiera pasando el tiempo solo encarecería un eventual arreglo más adelante, y destrabar el conflicto es la única vía para recuperar el crecimiento económico, ya que este depende casi exclusivamente de la colocación de deuda para financiar un plan de obras públicas. A eso añaden la muletilla de la herencia y la supuesta incompetencia del gobierno anterior para resolver el tema, una estrategia gastada para cualquier asunto de debate público. La maquinaria mediática que concentra amplias mayorías de audiencias, economistas de la misma matriz ortodoxa que los del gobierno, la mayor parte de la oposición del centro a la derecha y kirchneristas arrepentidos avalan la interpretación oficial, conformando una plataforma de acompañamiento político decisivo para los planes de Macri y el equipo económico. Ese bloque, del que también participa un núcleo duro del Poder Judicial, se muestra tan compacto que ya casi no necesita ajustarse a la verdad ni presentar fundamentos objetivos para imponer posiciones. Quienes imaginaban una situación de relativo equilibrio después del 51 al 49 por ciento del ballotage deberán asumir que no ha ocurrido. Cambiemos se maneja como si hubiera ganado por el 80 por ciento, sacando ventajas sobre el 49 que aún no encuentra una manera efectiva de oponer resistencia.
Que no había posibilidad de conseguir algo mejor, que dejar pasar el tiempo solo encarecería un acuerdo posterior y que destrabar el conflicto era la única vía para garantizar el crecimiento económico, a través de un endeudamiento masivo del Estado, es lo mismo que le dijeron a Néstor Kirchner desde que encaró la reestructuración de la deuda que terminó en el canje de 2005. La diferencia estuvo en que ese gobierno logró la odisea de reunir el apoyo de una sociedad vapuleada por la década menemista y los descalabros de la Alianza para forzar a los acreedores a aceptar una quita impensada, amparado en el argumento de que los muertos no pagan sus deudas, y también para sobreponerse a la presión de los poderes internacionales como el FMI, el gobierno de Estados Unidos, los voceros del establishment como The Wall Street Journal y Financial Times, y sus representantes internos, debilitados tras el colapso de la larga experiencia neoliberal.
El kirchnerismo tuvo voluntad política para negociar en defensa del interés nacional. La voluntad política del macrismo recibe elogios de los defensores de los fondos buitre. Si el negociador nacional presenta como sus mayores argumentos los mismos que los acreedores, difícilmente tenga posibilidades de conseguir otros resultados que los que están a la vista. Desde que Macri dijo en 2014 que había que acatar la orden de Griesa y pagar todo en cash, hasta que el ministro Prat-Gay sostiene que volver al endeudamiento es de vida o muerte, para el lobo Newman y el buitre Singer las cosas no podían ser más fáciles. Se encontraron del otro lado del mostrador con la osadía y persistencia de los rematadores del país.
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