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En su debut público como director ejecutivo de la Cepal, José Luis Machinea apeló ayer a un discurso crítico respecto de las políticas neoliberales, discurso que pareció haber olvidado desde diciembre de 1999, cuando asumió como ministro de Economía del gobierno de la Alianza, un puesto que debió resignar diecisiete meses después. Al presentar el informe anual de aquel organismo de Naciones Unidas, Machinea recordó que “a comienzos de los noventa se dijo que si la región tenía mayor estabilidad, si hacía todas estas reformas (aludiendo a las enumeradas en el Consenso de Washington), iba a crecer, mejorar la distribución del ingreso, todo iba a ser fantástico”. Remarcó que, sin embargo, “la mayoría de los países de la región hizo las reformas, tiene mayor estabilidad, redujo su déficit fiscal y resulta que años más tarde el crecimiento no llega y la distribución del ingreso no mejora”.
De todas formas, del balance elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe surge con claridad que, tanto en materia de política fiscal como monetaria, la región siguió en conjunto una estrategia de ajuste y de estrictez, guiada ésta por metas de inflación. En otras palabras, las líneas dominantes en la Argentina, determinadas por su aplastante deuda y la ausencia de financiación, no resultan en absoluto exclusivas de este país. Con mayor o menor énfasis, toda Latinoamérica baila la misma música, que le llega desde los grandes centros mundiales que empuñan la batuta.
El superávit fiscal primario, tema obsesivo de discusión en la Argentina, fue una meta de toda la región, que alcanzó un 0,6 por ciento del Producto (un tercio que la Argentina), tras haber cerrado 2002 con un déficit primario de 0,3 por ciento. Al respecto, la Cepal comenta que “pese al clima recesivo, la política fiscal no se constituyó en un instrumento que diera impulso a la actividad económica”. En la mayoría de los países, “la atención se ha centrado en los elevados niveles de deuda pública y en la necesidad de ocuparse del financiamiento de corto plazo”.
Por lo tanto, explica el organismo, “se optó por políticas fiscales de ajuste y se procuró que las finanzas públicas no constituyeran una fuente de expansión del dinero primario”. Es decir, que no hubiese que cubrir con emisión monetaria el desbalance presupuestario. Esto, “pese a que en el 2003 las tasas de crecimiento han permanecido bajas y con expectativas aún inciertas”. A la Cepal no la sorprende que “el presupuesto público, como instrumento anticíclico, haya quedado relegado al tener que enfrentar dificultades estructurales derivadas de la elevada deuda pública y restricciones en cuanto a financiamiento”.
El informe cepalino destaca a la Argentina como “el ejemplo más claro” de mejora en las variables fiscales, tanto por el repunte de la recaudación, favorecido por la rápida reactivación, como por “una severa política en materia de gastos públicos del Estado nacional”, cuya expresión más evidente ha sido “la rigidez de la política de salarios del gobierno federal”.
Este año, la Argentina será el país con mayor crecimiento en la región: 7,3 por ciento (frente al 0,1 brasileño), contra un promedio latinoamericano de 1,5 por ciento. Para la Cepal, en 2004 el país crecerá 4,5 por ciento (proyección tomada de la cifra oficial puesta en el Presupuesto), contra 3,3 de Brasil y 3,5 de promedio regional. Pero a Machinea estos números no lo conforman: “Parece que América latina no ha resuelto –observó– cómo hace para crecer en forma sostenida y distribuir más equitativamente el ingreso”. Este, de hecho, en términos per cápita está 1,5 por ciento debajo de su nivel de 1997, lo que implica todo un fracaso.