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Aerolíneas en vuelo hacia la crisis

 Por Ariel Basteiro *

Cuando con el gobierno de Carlos Menen, en noviembre de 1991, se iniciaba el proceso de privatización de Aerolíneas Argentinas, desde la Asociación del Personal Aeronáutico, el sindicato de los trabajadores de la aerolínea, advertíamos que lo que se iniciaba era un proceso de entrega, extranjerización y achicamiento de nuestra empresa aérea.

Pocos nos escucharon, menos nos entendieron y aun menos nos creyeron. Lamentablemente, la realidad nos terminó dando la razón, y solo la lucha de los trabajadores logró resistir el cierre de la empresa tal como lo había planeado el estado español –Iberia– y el gobierno argentino, que en la presidencia de Fernando de la Rúa nombró como operadores a los Ministros Cavallo y Patricia Bulrrich.

El proyecto Marsans, que tenía la misma lógica que años anteriores había desplegado Iberia (ambas empresas competidoras de Aerolíneas Argentinas), pudo ser desbaratado en el año 2008 con la decisión de Cristina Fernández de Kirchner de estatizar la compañía y comenzar un proceso de recuperación e inversión dentro de la empresa como no se veía desde su fundación. En tan sólo ocho años se recuperaron rutas, se comunicó al país entre sí y con el mundo, se pasó de tener una de las flotas más antigua a una de las más moderna del mundo, se reinstaló el centro de entrenamiento (simuladores), se ganó nuevamente la confianza de los pasajeros, y en el cabotaje hoy se tiene el 80 por ciento de participación del mercado. Y el 50 por ciento, aproximadamente, de argentinos que viajaban al exterior lo hacen por nuestra compañía.

Con la llegada de Mauricio Macri al gobierno, nos encontramos con una serie de datos que llaman a preocupación. La cúpula de Lan Argentina, competencia de Aerolíneas Argentinas, lleva adelante la política aerocomercial en Argentina. El Ministro de Transporte, en su primer declaración pública, afirma que hay que abrir los cielos, receta que en el mundo esta en desuso, cuando el país tiene empresa aérea propia y un sistema con la cantidad de destinos y aeropuertos como el de Argentina. Una CEO, Isela Constantini, que mas allá de sus intenciones recibió la orden del propio Mauricio Macri para que baje el déficit de la compañía, reduciendo 1500 puestos de trabajo, desprogramando la flota internacional (vender aviones) y levantando escalas a Europa, Latinoamérica y destinos en el propio país.

Por último, puede terminar en escándalo que Macair, la empresa aérea que funciona más como taxi aéreo que como compañía con rutas y servicios regulares –propiedad del mismísimo presidente de la Nación, Mauricio Macri–, haya sido comprada por Avianca. El hecho viene a poner la frutilla al postre y apunta a convertirse en una operación por lo menos irregular, toda vez que el propio Macri hace un claro negocio, aprovechando su posición como jefe del Estado Argentino y responsable en la firma de derechos de vuelos y excepciones, cuando comience a operar la compañía de bandera colombiana. Ello llevará, seguramente, a que muchos podremos acudir a la justicia para denunciar la maniobra como un incumplimiento al deber de funcionario público, agravado por prevaricato y tráfico de influencias. Quién será el ingenuo en creer que es obra de la casualidad y no de compromiso cerrado con la venta de Macair, cuando en algunas semanas se llame a audiencia pública para dar nuevas rutas aéreas y la beneficiaria sea Avianca.

Sumado a ello, cuando Avianca inicie sus vuelos en Argentina habrá tres empresas en un mercado que no tiene capacidad para sostener la coexistencia de tantos grandes en el negocio aerocomercial. Si todo se desarrolla de acuerdo a los indicios que van marcando los propios datos de la realidad, queda claro que el gobierno de Macri no defenderá ni invertirá en Aerolíneas Argentinas ante la competencia prevista. Y, por ende, un final anunciado que pone a la Empresa de Bandera Argentina en poco tiempo en un escenario complicado de subsistencia.

Es decir que, después de ocho años, se vuelve a implementar las mismas políticas del pasado, con un plan semejante al que intentó primero Iberia y luego Marsans, y con ello conflictividad, achicamiento y destrucción, y más funcionarios del gobierno como aliados de la competencia. Ya alguna vez Albert Einstein dijo, “es una locura hacer lo mismo una vez tras otra y esperar resultados diferentes”.

Como en muchas otras áreas del Estado, en Aerolíneas Argentinas se vuela en forma directa hacia la crisis. Sólo los trabajadores junto con los Usuarios y la fuerza política que estatizó Aerolíneas para la Argentina (FPV) están en condiciones de evitarlo. La experiencia acumulada en años es, por lo menos, un paracaídas para evitar el desastre.

* Ex secretario general Asociación Personal Aeronáutico. Ex Diputado Nacional-Comisión seguimiento de Privatizaciones. Ex director AA en representación del Estado, año 2007.

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