ECONOMíA › LOS PRECIOS MAYORISTAS ROZARAN LOS DOS DIGITOS ESTE AÑO
La inflación amaga pero no muerde
Los pobres siguen siendo los más rigoreados por el alza de los precios, aunque a la clase media le toque pagar el mayor aumento habido en los supermercados. Atención con la luz.
Por J. N.
El aumento de los precios mayoristas quedará muy cerca este año de pisar los dos dígitos. Proyecciones privadas lo sitúan por encima del 9 por ciento, con fuerte incidencia del encarecimiento de la energía eléctrica para los sectores productivos. Ese costo treparía un 52 por ciento este año, y otro 60 por ciento en 2005. Estos drásticos incrementos surgen de los cronogramas ya definidos de reajustes en los precios de la energía para grandes usuarios, como el que afectó al gas en boca de pozo, y los que están aún en discusión, referidos al mercado mayorista de generación eléctrica, al transporte y distribución de gas y la electricidad para grandes usuarios.
Se teme también que las empresas hagan lo posible por trasladar a sus precios al menos una parte de los retoques salariales que deban practicar, especialmente si se reabren las discusiones en diversos sectores sobre los básicos de convenio. A pesar del muy bajo nivel promedio de los salarios, la decisión oficial de mejorar el poder de compra masivo no dejaría de contribuir a cierta aceleración inflacionaria, aunque dentro de niveles controlables. Pero si al mismo tiempo se quiere evitar un retraso real en el tipo de cambio, el dólar deberá ir siendo ajustado al alza, realimentando el proceso.
La propia reactivación, que ya lleva dos años largos, está induciendo un sostenido crecimiento en la importación de bienes de capital y tecnología por la necesidad de ampliar la capacidad productiva, en base a expectativas de que el mercado seguirá expandiéndose. Con la actual política cambiaria, la inversión resulta muy cara, e incide en los costos de producción. Es por tanto improbable que este proceso quede totalmente desvinculado del nivel de precios internos, si bien muchas empresas están en condiciones de absorber mayores costos en sus amplios márgenes de rentabilidad. Falta saber si la competencia será tanta como para obligarlas a ello.A pesar del ruido que se siente a nivel de precios mayoristas, el IPC protagonizó en agosto la quinta caída consecutiva en su tasa de suba mensual. Pero el desagregado de canastas transmite algunas noticias menos alentadoras, que la conducción económica se apresta a neutralizar mediante reducciones a la mitad en la alícuota del IVA para diversos alimentos. La llamada Canasta Básica Total (CBT), que contiene los productos que una familia tipo necesita para no caer por debajo de la línea de pobreza, evolucionó por encima del Indice de Precios al Consumidor desde el estallido de la convertibilidad a fines del 2001.
La CBT se encareció un 59,4 por ciento, mientras que el IPC acumuló alzas por un 52,1 por ciento. Esa diferencia es muy significativa para familias de bajos ingresos, menos favorecidas por el congelamiento en las tarifas de los servicios públicos y el abaratamiento relativo de los servicios privados. Mientras el gas domiciliario, que incide en el IPC, no se encareció, las garrafas que usan los más pobres subieron un 50 por ciento.
La Canasta Básica Alimentaria, que demarca la frontera de la indigencia, escaló un 77 por ciento desde las exequias del 1 a 1, veinticinco puntos más que el IPC y seis más que el capítulo de alimentos y bebidas de éste. Esto se debe a que la comida más elemental es la que más subió. En la cesta de los más pobres no hay fiambres, conservas ni lácteos.
La clase media sólo está peor que la baja porque compra en supermercados. En éstos, tomando exclusivamente los productos que figuran en la canasta del IPC y no los servicios, los incrementos en los súper fueron 10 puntos mayores que los habidos en comercios pequeños. Por ende, en materia de costo de vida, dentro del cuadro general hay recuadros muy particulares.