EL PAíS › EL DUHALDISMO IMPULSA LA CANDIDATURA DE LA EX PRIMERA DAMA
Con Chiche Duhalde en la cabeza
El círculo íntimo de Eduardo Duhalde piensa que su mujer debe ir al frente de la lista de senadores por la provincia de Buenos Aires. La relación con el kirchnerismo. La preocupación del ex presidente por su futuro político.
Por Diego Schurman
Aprovechando el pacto de no agresión entre las corrientes internas del peronismo, los duhaldistas comenzaron a barajar sin presión los nombres tentativos de candidatos para la provincia de Buenos Aires. Hay varios anotados y faltando más de un año para las elecciones todo parece ser susceptible de cambios. Pero la apuesta fuerte que ya comenzó a romper la barrera del silencio es la postulación de Chiche Duhalde como cabeza de lista de senadores.
“El apellido es irrenunciable. El único que encolumna la tropa es Eduardo Duhalde. Y como el Negro hoy no es presidente ni gobernador necesitamos reafirmar poder en nuestro territorio”, señaló a Página/12 uno de los bonaerenses que más diálogo tiene con el ex mandatario desde que dejó la Casa Rosada.
Cultor de las encuestas, Duhalde sigue entusiasmándose cada vez que repasa los números de su mujer en la provincia. Esa sería otra razón que jugaría a su favor si finalmente las listas bonaerenses terminan consensuándose en la Casa Rosada. “¿Kirchner se animaría a decirle no a Duhalde en su distrito y sabiendo que Chiche es la que presenta la mejor performance?”, preguntó retóricamente un duhaldista todo terreno.
Las palabras no están presentadas a modo de desafío sino de propuesta. Duhalde y Kirchner tienen línea directa o se hacen llegar sus inquietudes a través del jefe de Gabinete, Alberto Fernández. En la Casa Rosada manejan encuestas del sociólogo Artemio López que confirman la vigencia de Chiche entre los preferidos de los bonaerenses.
El dato es seguido con atención en los despachos oficiales, desde donde hace días dejaron de blandir a Cristina Kirchner como la punta de lanza del desembarco oficialista en la provincia. Más aún: acordado un período de paz social entre los sectores en pugna se vislumbra mayor disponibilidad para negociar y se insiste con un sistema de control cruzado, según el cual Duhalde y Kirchner llevarán a una mesa sus candidatos y luego cada uno tacha los que no le gustan del otro.
En ese sentido, Duhalde sabe que su mujer es la única en campaña permanente. Tiene una agenda cargada de encuentros y se mete en los barrios sin necesidad de tener una cámara detrás suyo. Hace apenas unos días le preguntaron a la mujer si aspira a la gobernación de la provincia en el 2007. Y ella lo descartó, en un gesto de desprendimiento, pero que logra sacarla del candelero.
El ex presidente colabora con Chiche desde el lugar de siempre. Si bien ahora ciñe su cuerpo con el traje de titular de la Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur, vuelve a menudo al mameluco para alistar la tropa y convencer a los intendentes díscolos que retornen al redil, como lo hizo con éxito en el caso de Raúl Otacehé (Merlo) y aún sin resultados concretos con Alberto Balestrini (La Matanza).
Duhalde quiere revertir la significativa caída de votos peronistas registrada en la elección que llevó a Felipe Solá a la gobernación. No podía ser de otro modo: entre los duhaldistas responsabilizan de mala performance al actual mandatario provincial. Y presentan a Chiche como la única figura capaz de revertir la curva negativa.
Duhalde sabe que los comicios legislativos del próximo año incidirán en su futuro político, un tema que lo desvive, pero que en público desdeña.
No por nada blanqueó entre los suyos la posibilidad de postularse a presidente del PJ bonaerense, siempre con el guiño de Kirchner. En rigor, el acercamiento se evidencia en gestos y palabras. ¿Un ejemplo? Aníbal Fernández llegó a comparar a Duhalde con un jarrón chino, porque –decía– en cualquier lugar que lo pusieran molestaba. Hoy el ministro del Interior habla maravillas del ex presidente. Y Chiche devuelve el gesto asegurando que “está actuando muy bien”.
Duhaldistas y kirchneristas ya no se pelean por la reforma política y –tras el desembarco de León Arslanian en la provincia y Alberto Iribarne en Nación– ni siquiera por las políticas de seguridad. La diferencia pública sólo parece estar manifiesta en la estrategia oficial ante los piqueteros.
“No podemos vivir a merced de un minúsculo grupo de violentos”, dijo la última semana Alfredo Atanasof. El diputado ultraduhaldista no hizo más que asumir lo que las encuestas dicen sobre qué piensa la gente respecto de la protesta, y que tanto Chiche como Duhalde manejan.