ECONOMíA › PRECIOS, CORRALITO Y EL TIPO DE CAMBIO
“Hay que prohibir la compraventa de dólares”
Fue secretario de Comercio Interior del gobierno de Raúl Alfonsín, se especializó en estructuras de mercados y ahora dirige el departamento de Administración de Empresas de la Universidad de San Andrés. Roberto Dvoskin dice que la flexibilización del corralito no derivará en hiperinflación. Y propone cerrar las casas de cambio.
Por Cledis Candelaresi
El especialista en consumo Roberto Dvoskin dirige el departamento de Administración de Empresas de la Universidad de San Andrés, aunque gran parte de su experiencia en precios fue atesorada durante su paso por la Secretaría de Comercio Interior en la gestión de Raúl Alfonsín. Desde la actividad privada –y luego de haber renunciado al Partido Radical–, proclama ahora la necesidad de anclar por ley el tipo de cambio, prohibir la compraventa de dólares y controlar precios, aunque sólo, aclara, porque la dramática coyuntura lo exige. A su juicio, es mejor una “inflación administrada” que la hiperrecesión.
–¿Comprar bienes con dinero de corralito entraña el riesgo de hiperinflación, como dicen en el Banco Central?
–Lo primero que hay que tener en claro es que las decisiones del Estado siempre perjudican a alguien. La otra cuestión es que hay que tener un tipo de cambio sustentable. Si no se hace una reforma estructural que genere una política fiscal sana y la economía no tiene competitividad, el tipo de cambio es sólo una cuestión de tiempo. Entre 1995 y el 2000 el Fondo Monetario Internacional ayudó con dólares a sustentar un tipo de cambio que ya se había derrumbado porque no se habían hecho las reformas estructurales que permitieran achicar el déficit fiscal. Entonces el FMI actuó de papá.
–¿Y cómo se puede mantener un tipo de cambio sin ese papá?
–En este momento terminal hay dos alternativas. Una es frenar la inflación vía hiperrecesión que, en este caso, significa evitar todo traslado a precio vía congelamiento salarial. Es la no inflación de los cementerios. La otra solución es administrar un proceso inflacionario.
–¿Cómo se administra un proceso inflacionario?
–Muchos creen que la salida es volver a la convertibilidad. Que hay una salida mágica, por la cual se vuelve a fijar el tipo de cambio al nivel que fuere. Se puede volver a la Convertiblidad a un tipo de cambio recontraalto, de 1 a 4 o 1 a 5. Pero en breve estaríamos en la misma situación crítica actual, con el agravante de que el salario real estaría pulverizado. La disyuntiva se plantea entre una hiperrecesión, con fuerte represión política. O una inflación administrada por un poder estatal fuerte, que consiga controlarla. Cediendo de modo controlado a la presión de los distintos sectores y realizando reformas financieras, se puede conseguir estabilidad.
–Volviendo al tema corralito...
–El Banco Central plantea un plan Bonex muy duro, confiscando los ahorros del sector privado. La otra opción es ofrecer un título optativo y liberar parcialmente el dinero del corralito. Una parte goteará sobre el tipo de cambio y la otra generará cierto nivel de reactivación, ya que se volcará a casas y autos, que son dos rubros bien multiplicadores de la actividad económica. Lo que le falta al Estado es armar equipos de control que efectivamente fiscalicen que la plata tenga ese destino y no otro.
–¿Y qué va a pasar con los precios de las casas y de los autos?
–Aumentarán. Mejorarán un poco su nivel en dólares. No volverán a su valor a octubre pasado, pero tampoco se mantendrán en el nivel actual, ya que no es razonable que una propiedad que estaba en 50 mil dólares ahora baje a 15 mil. Los autos tienen que ser nuevos, las propiedades no necesariamente. Pero no todo puede ser transaccional, ya que algo debe servir para reactivar.
–Lo que no se a saber es cuánto valen los bienes en pesos.
–El tipo de cambio debe ser fijo. En cualquier situación compleja es necesario anclar. Y en la Argentina el tema más sensible es el tipo de cambio. Acá quienes lo manejan son cuatro o cinco exportadores cerealeros que administran entre el 30 y 40 por ciento de las divisas del país. Por el otro lado, hay un comprador obligado, que es el Estado. Desde el punto de vista económico en un mercado chico como el argentino no puedepermitirse que cuatro empresas manejen el tipo de cambio, al que son muy sensibles los productos básicos.
–¿Quiere decir que el menudeo, que colma las calles de la city, no influye?
–Sólo en la sensación térmica. El menudeo histérico sí influye para que el gran vendedor de dólares diga “yo retengo, ahora no vendo”.
–¿Y cómo se ancla un tipo de cambio en un valor “sustentable”?
–Habría que cerrar las casas de cambio y prohibir la compra y venta de dólares.
–Pero usted decía que la convertibilidad no se sostuvo porque no se hicieron reformas estructurales.
–Exacto, el problema es muy complejo y hay muchas cosas que hacer después de fijar el tipo de cambio. Pero acá hay un emergencia.
–Volviendo al tema precios: ¿estamos en hiperinflación?
–Aún no. Hay híper cuando se dejen de hacer transacciones porque no hay precios de referencia. Nadie quiere comprar y vender porque tampoco se sabe cuánto cuesta reponer la mercadería. Hay sectores muy concentrados que están presionando por aumentos de precios, como medicamentos o algunos alimentos exportables. Hoy existen problemas graves. Uno es el de los salarios congelados, que no podrán permanecer mucho tiempo más así. El otro es de las tarifas públicas, que va a ver que aumentarlas: no soportan un dólar a este nivel, ya que sus insumos están dolarizados.
–¿Pero qué sentido tiene una devaluación si luego todos los precios suben y en la misma proporción?
–Pero no aumentaron todos los precios igual. Algunos subieron el 50 por ciento mientras la devaluación fue del 300. Fue una transferencia de recursos espectacular de un sector al otro, como nunca en la historia.
–¿Eso no es propio de cualquier devaluación?
–Sí. Pero hay que poder administrar las consecuencias, cosa que aún no se consiguió. Acá no se administró sino que sólo se liberó el sistema en el medio de un mercado muy concentrado de divisas. Había que salir de la Convertibilidad mucho antes. Cavallo se perdió la oportunidad cuando asumió. Entonces, había que hacer una canasta de moneda con la de los países a los que se exporta: euro, dólar y real.
–¿La convertibilidad ampliada y factor de empalme no fueron intentos en ese sentido?
–Sí. Pero descontrolados. Porque, al mismo tiempo, hubo una fuga de divisas de 20 mil millones de dólares. Entonces, la Convertibilidad no pudo sostenerse.
–El dólar a este nivel tampoco parece tener razonabilidad técnica.
–No. No la tiene, A lo sumo debería estar en 2,30. Como el real.
–¿Qué puede hacer el Estado frente a los precios que se reacomodan siguiendo a ese dólar exageradamente alto?
–Frenar el tipo de cambio, anclarlo por ley. También tener una ley, como la de Abastecimiento, que le permita ir regulando precios.
–¿Y cómo controla que se cumplan esas regulaciones?
–El Estado está desmantelado. Estamos en el piso y salir es duro. Va a costar. Lo que uno tiene que decidir es quién debe pagar el costo más alto de la salida.
–En este momento, parece que el costo lo pagan los asalariados.
–Sí. Pero esto no es compatible con una organización democrática. Estamos frente a una situación social explosiva. Grave. Hay que sentar a los actores económicos y obligarlos a ceder. Esto de estatizar la banca porque los inversores financieros se escapan, no es la fórmula.
–¿Pero cómo se disciplina, por ejemplo, a las refinadoras, que aumentan los combustibles en forma gradual pero incesante?
–No hay que permitírselo. Así, dejarán de ganar. Después, habrá que manejar la estructura de costos y autorizar aumentos sólo cuando éstos suban.
–¿Al gobierno de Duhalde le falta voluntad o poder político para hacerlo?
–Le falta poder político y definir quiénes son sus aliados. No es que a mí me guste el control de precios. Yo entré a la secretaría para terminar los controles de precios. Pero otra cosa es el problema coyuntural, que hace necesario el control. Debo imponer por ley el tipo de cambio, y celebrar un acuerdo social para regular otros precios, incluidos los salarios.